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Nueve soldados de EE UU mueren al ser alcanzados dos helicópteros en Afganistán

El Pentágono admite que los milicianos talibanes y de Al Qaeda 'resisten hasta la muerte'

Enric González

La batalla de Gardez, la más intensa de la guerra de Afganistán, está resultando también la más cruenta para las tropas estadounidenses. Al menos nueve soldados americanos fallecieron ayer al ser alcanzados dos helicópteros por fuego enemigo, lo que elevó hasta diez el número de muertos desde el inicio de los combates. Los heridos eran al menos 36, sin incluir a las tropas afganas, de las que se desconocían las bajas. Los milicianos talibanes y de Al Qaeda atrincherados en las cimas 'han decidido resistir hasta la muerte', dijo el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

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La caída de dos helicópteros reflejó la dureza de los combates, calificados de 'feroces' por el Pentágono, y la capacidad operativa del grupo de milicianos concentrado en las montañas, unos 30 kilómetros al sur de Gardez, cerca de la frontera con Pakistán. Los helicópteros MH-47 Chinook, dedicados al transporte de tropas, fueron alcanzados por fuego de artillería y de armas cortas. En el primer caso, el helicóptero estaba casi en tierra cuando sufrió el impacto de una granada; el piloto logró despegar y huir, pero un soldado cayó, al parecer, durante la maniobra. En el segundo caso, el Chinook fue tiroteado y tuvo que realizar un violento aterrizaje de emergencia; se desconoce cuántos de sus tripulantes murieron en el impacto y cuántos en la refriega inmediatamente posterior. El balance, en cualquier caso, fue de hasta ocho muertos y al menos diez heridos. El sábado ya había perdido la vida un miembro de los cuerpos de operaciones especiales, abatido por un francotirador.

El Pentágono había reunido para el asalto a la fuerza terrestre más importante de toda la guerra. Un millar de soldados estadounidenses, apoyados por comandos de Canadá, Australia, Dinamarca, Francia, Alemania y Noruega, y unos 500 soldados del nuevo Gobierno afgano, iniciaron el viernes la ofensiva contra el foco de resistencia. Un violento ataque aéreo, con bombarderos B-52, cazabombarderos, aviones artillados C-130 y helicópteros Apache, trató de allanar el camino a la infantería.

El Pentágono estima que hay unos 500 milicianos atrincherados en las montañas. Cálculos de las autoridades locales afganas elevan la cifra hasta 4.000 o 5.000. 'Es muy posible que esa gente se refugiara temporalmente en Pakistán, o en zonas rurales de Afganistán, tras las batallas de Kabul y Mazar-i-Sharif, y poco a poco fuera convocada por sus jefes', indicó Donald Rumsfeld. Gran parte de las armas y municiones debían estar ocultas en las montañas desde antes del inicio de la guerra, el 7 de octubre. 'Sabemos que algunos están ahí con sus familias; esos civiles acompañaron voluntariamente a los combatientes, saben perfectamente a quién apoyan y a qué se exponen', afirmó Rumsfeld.

Ni el asalto terrestre ni el martilleo aéreo, con más de 300 bombas lanzadas en tres días, entre ellas al menos una del nuevo modelo termobárico, ni el fuego de los AC-130, habían conseguido ayer, tras tres días de combates ininterrumpidos, quebrar las defensas de Al Qaeda.

La batalla era el tipo de enfrentamiento directo que el Pentágono trató de evitar desde el principio de la guerra. La estrategia del general Tommy Franks consistía, hasta ahora, en utilizar a los guerrilleros de la Alianza del Norte o de las tribus pastunes, organizados por un puñado de soldados de élite estadounidenses, como fuerza de choque, y ejercer su invulnerable poder aéreo. Fuentes militares indicaron, sin embargo, que Franks quería evitar que los milicianos encontraran facilidades para huir tras la batalla.

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