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Las traiciones y recelos entre pastunes frenan la conquista de Kandahar

Tres jefes tribales enfrentados asedian con el apoyo de Estados Unidos el último bastión talibán

Francisco Peregil

Tres jefes pastunes asedian desde hace tres semanas Kandahar, la ciudad fortín de los talibanes. Cada uno pertenece a una tribu distinta. Se llaman Hamid Karzai, elegido presidente del Gobierno provisional afgano, Gul Agha y Abdul Jalik. Karzai presiona por el Norte, Agha, por el Sur, donde se encuentra el aeropuerto, y Jalik asegura negociar la rendición con los líderes talibanes desde la ciudad de Quetta. Todos dicen luchar por el antiguo rey de Afganistán, Mohamed Zahir Shah y cuidan su imagen entre la prensa internacional.

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Todos se comunican con los periodistas mediante teléfonos satélites o portavoces, que suelen ser primos o sobrinos. Sin embargo, ninguno de ellos habla con los otros. Y a poco que se les ponga una grabadora cerca, cada uno empezará a criticar a los demás. Con esos mimbres, y con los de otros jefes tribales que no necesariamente son leales a ninguno de esos tres, Estados Unidos intenta conquistar, primero, y reconstruir, después, Kandahar.

Gul Agha es tachado por los otros de corrupto e incompetente desde su época como antiguo gobernador de Kandahar. De Abdul Jalik dicen las fuentes próximas a los otros dos que ha vivido los últimos siete años en Estados Unidos sin interesarse lo más mínimo por Afganistán y que ahora viene al olor del dinero y el poder. Y de Karzai aseguran los demás que, a pesar de haber recibido gran apoyo monetario y político de Washington, no ha conseguido unir a los jefes pastunes contra los talibanes, ni se ha alzado con un liderazgo indiscutible.

Abdul Jalik atiende a la prensa con un teléfono satélite en las manos, del que no se separa. Pero ese teléfono, según él, no le ha servido ni una sola vez para contactar con Karzai y Gul Agha. 'A Gul Agha le escribí una carta nada más llegar a Quetta diciéndole que, antes de que caiga Kandahar, debemos crear una shura [pequeño consejo] para gobernarla una vez que la conquistemos. Y aún no me ha respondido. Con Karzai hablé antes de que se fuera a Afganistán. Y yo creo que con él el entendimiento es mejor, porque es una persona educada'.

Esa palabra se irá repitiendo sucesivamente a lo largo de las entrevistas. Los jefes pastunes distinguen entre 'personas bien educadas' y 'no educadas'. Entre los 'bien educados' estaría el comandante Jalik, de 43 años, casado y con cinco hijos. Él mismo se erige en líder de los noorzai, la 'tribu más numerosa de Afganistán', según él. Jalik emigró a San Diego (Estados Unidos) en 1994, cuando los talibanes emprendieron la conquista del país. En ese tiempo, según declaró a este periódico, viajó siete veces a Roma, para visitar al rey depuesto, y ninguna a Afganistán ni a Pakistán.

Hace dos semanas, Ahmad Karzai, hermano de Hamid Karzai, declaraba a este periódico: '¿Qué hace ahora en Pakistán gente que ha vivido en Estados Unidos durante tantos años y que no venía ni por vacaciones? ¿Qué hace un comandante en Quetta si tenía que estar luchando en Afganistán?'

Jalik respondió esas preguntas: 'Mi vida corría peligro si venía aquí. Ahora estoy en Quetta porque aquí soy mucho más útil a mi país. Puedo negociar la rendición de los talibanes'.

En el norte de Kandahar, en la provincia de Uruzgán, dice estar Hamid Karzai, de 44 años, casado con una doctora y sin hijos, de la tribu de los popolzai. Los talibanes aseguran que Karzai habla con la prensa desde la frontera, que en ningún momento ha pisado Afganistán. En cualquier caso, su hermano Ahmad Karzai ya se ha aprestado a facilitar un breve currículo de Hamid como nuevo primer ministro del Gobierno afgano.

El asedio del sur

En el sur de Kandahar, con unos mil combatientes pastunes, a punto de conquistar el aeropuerto de la ciudad con la ayuda de los bombardeos estadounidenese, se encuentra Gul Agha, líder de los sherzai y antiguo gobernador de Kandahar antes de que llegaran los talibanes.

'Gul Agha no es una persona educada. Y además, por más que digan, no tiene experiencia. A mi lado es como un niño'. Quien habla así no es otro que Dang Mad Sadias, un antiguo guerrillero de 80 años, que asegura disponer de cientos de hombres dispuestos a luchar en cuanto él lo ordene.

'Pero para eso yo necesitaría el dinero y las armas que Estados Unidos ha dado a Gul Agha y a Karzai'. Dang significa garrote y antes de dejarse fotografiar pide a uno de sus hijos que saque del armario el garrote que un día perteneció a su padre, antes al abuelo y antes al bisabuelo. Enseña las heridas de sus brazos y le ordena a los hijos que enseñen las suyas. 'Mis siete hijos están marcados por la guerra. Y a uno me lo mataron los talibanes. He peleado durante 19 años contra los soviéticos y sus amigos. Me declararon el hombre más buscado. Soy de Kandahar, conozco las montañas y la ciudad. Y puedo decir que Gul Aga y Karzai no van a conquistar Kandahar, a menos que Estados Unidos decida matar a miles de personas con sus bombardeos'.

Otros líderes tribales como Aurang Zeb Jogazai, jefe de la tribu kakar, que controla la frontera sur afgano-pakistaní y también lucha contra los talibanes, hablan mal de Karzai y bien de Gul Agha: 'Karzai no tiene ninguna experiencia militar. Llegó allí en helicóptero y sus logros militares en Afganistán están por ver.Eso sí: habla muy bien inglés, es muy astuto y muy sibilino, no es como Gul Agha, que no habla inglés, pero es honesto, un buen pastún y tuvo el valor de pasar la frontera a pie con mil hombres. Además, fíjese en la diferencia: A Gul Agha le mataron al padre y entonces hizo lo que debía hacer, vengarse. A Karzai le asesinaron a su padre hace dos años. Supo quien lo mató y no ha tenido valor para vengarle. Y si no sabe vengar al padre, ¿cómo va a luchar por Afganistán? En Europa y en América matar es una barbarie, pero aquí a veces es cuestión de honor'.

Zeb Jogazai no podía disimular el placer que le proporcionaba el golpe que le había asestado a la tribu vecina. Sin embargo, su preocupación ahora es contactar con los americanos para conseguir dinero. A su tribu ha llegado la onda de que tanto los hombres de Gul Agha como los de Karzai están recibiendo dinero. Y Zeb Jogazai no se quiere quedar atrás. Por eso, delante de este redactor, le pidió a un periodista estadounidense que lo pusiera en contacto con alguien de la CIA. 'Cuento con cinco mil hombres para luchar contra los talibanes', dijo.

Unidos contra la Alianza del Norte

Para entender un poco mejor el entramado afgano de tribus es preciso escuchar lo que el líder de los kakar contó a este diario con indisimulado orgullo: 'Yo tengo muy buenas relaciones con los talibanes. Hay muchos kakar entre sus jefes. La hermana de uno de mis comandantes es esposa de Osama Bin Laden. Eso hace que ellos me tengan respeto. A mí no me gustan los talibanes, pero los prefiero a otras tribus pastunes. Por eso, el otro día, cuando un comandante talibán me dijo que se iba a rendir a una tribu pastún enemiga de la mía, lo delaté a sus superiores, y le rompí la jugada'. Dentro de toda esta telaraña de recelos y desconfianza, si algo une a los líderes pastunes que guerrean contra los talibanes es la firme oposición a que la Alianza del Norte intervenga en la conquista de Kandahar. 'La Alianza no es nada', sentencia el líder kakar, 'si no fuera porque cuentan con el apoyo de Estados Unidos, en una semana podríamos echarlos otra vez de Kabul y recluirlos más allá de Mazar-i-Sharif'. Luchan contra los talibanes pero el 'enemigo' son las etnias del Norte.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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