'No pararé hasta conseguir nuestros derechos como mujeres'
Fátima Gailani pertenece a una de las familias más influyentes de Afganistán y es una de las pocas mujeres que participan en la conferencia de Bonn. Su hermano Sayed Hamed Gailani es el jefe de la delegación de la Asamblea de Peshawar, que lidera el padre de ambos, el influyente comandante mujahidin Sayed Pir Gailani. De etnia pastún, Fátima Gailani ha vivido más de la mitad de su vida en el exilio, y ahora, a sus 47 años, espera ser parte activa de los cambios en su país.
Esta política de profesión y escritora de vocación, residente en el Estado norteamericano de Rhode Island, está en Bonn como asesora de la delegación de la Asamblea de Peshawar. Expresa sus puntos de vista con convicción y afirma que no descansará hasta que la mujer afgana disfrute de los mismos derechos que los hombres. Nunca ha llevado burka, el traje tradicional de las mujeres de su país, y sólo un pañuelo verde alrededor de la cabeza indica su condición de musulmana.
Pregunta. ¿Qué espera de las negociaciones de Bonn?
Respuesta. Como afgana, estoy muy esperanzada porque la Alianza del Norte ha sido extremadamente flexible en sus posiciones. También tengo esperanzas como mujer, puesto que la ONU y todos los delegados afganos han dejado muy claro que están interesados en propiciar grandes cambios en Afganistán.
P. ¿Mejorarán esos cambios la situación de la mujer afgana?
R. La actual situación de las mujeres es tan mala que cualquier mejora será bienvenida. Pero no me conformo con quedarme a mitad de camino. Me conformaré cuando se respeten todos los derechos de la mujer: el derecho a la educación, al trabajo y a la participación política.
P. ¿Cree que son sinceras las promesas de respetar los derechos de la mujer que han hecho los delegados en la conferencia?
R. Por una vez, creo que los líderes políticos afganos están dispuestos a otorgar un papel a las mujeres en el futuro del país.
P. ¿Están los pastunes, como usted, dispuestos a compartir el poder con las minorías étnicas afganas?
R. Sí, por supuesto. Creo que es posible que distintos grupos convivan en un mismo país, aunque tengan distintas lenguas y distintas tradiciones.
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