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La longevidad será un grave problema en el siglo XXI

En el año 2025 la población mundial se habrá triplicado respecto a 1950, pero el número de personas mayores de sesenta años se habrá multiplicado por cinco, y el de menores de ochenta años, por siete, con relación a las cifras actuales. El número de ancianos que alimentar será superior a los mil millones en el año 2025, pero el número de personas en edad laboral, según las normas de jubilación más generalizadas, habrá disminuido proporcionalmente. En los países industrializados habrá 38 personas dependientes por cada cien trabajadores, según el pronóstico de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).Los ancianos desbancarán a los jóvenes en los países industrializados y también en el Tercer Mundo. En los países desarrollados, los mayores de sesenta años serán el 23% de la población, y los menores de quince años, tan sólo el 20%. En los países en desarrollo los mayores de sesenta serán el 12%, y los menores de quince, sólo el 9% de los habitantes.

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El fenómeno del envejecimiento tiene una dimensión política nada despreciable para los que dependen de las urnas: un tercio de los votantes en los países industrializados serán mayores de sesenta años en 2025.

Los documentos preparatorios de la conferencia y el contenido de los informes ponen en evidencia el abismo existente entre lo que podría ser una política ideal con respecto a los ancianos y las realidades concretas.

Así, por ejemplo, se da por supuesto que la política de jubilación debería basarse en "la capacidad y el deseo de trabajar"; sin embargo, la mayoría de los países industrializados tienen una jubilación obligatoria que oscila entre los 60 y 65 años para los hombres y los 55 y 60 para las mujeres. La jubilación anticipada es, además, una de las posibles soluciones esgrimidas en los países occidentales contra los crecientes índices de desempleo juvenil.

Las pensiones, por otra parte, deberían ser según la OIT, equivalentes a un 65% del salario mínimo. En Estados Unidos las pensiones oscilan entre el 35% y el 60% en la RFA suponen un 60%, y en la URS S, varían entre el 50% y el 75%. Los informes se muestran a favor de la permanencia del anciano en la familia y no en instituciones especiales, y creen que esta solución, basada en la solidaridad generacional, debería fomentarse económicamente. La familia, sin embargo, suple, en muchos casos, la falta de previsión social del Estado.

Hoy en día, la familia sigue siendo uno de los pilares fundamentales en el cuidado de los ancianos. Uno de los informes presentados a la asamblea indica que las hijas y las nueras se ocupan del cuidado del 70% al 80% de los ancianos en los países industrializados.

La mujer anciana, que es mayoría en la población de la tercera edad (su vida media supera en nueve años a la del hombre), es otro de los temas a debate. Las discriminaciones laborales de la juventud se traducen en pensiones más bajas y el trabajo doméstico de toda una vida no cuenta a la hora del retiro. La jubilación anticipada es una de las posibles soluciones esgrimidas en Occidente.

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