El 'caso DSK' complica la crisis económica europea
El 'número dos' del Fondo, John Lipsky, toma las riendas del organismo en pleno terremoto institucional
El Departamento de Policía de Nueva York entra en escena en la interminable crisis europea. Los incendios fiscales en Grecia, Irlanda y Portugal, el tira y afloja entre el norte de Europa y los periféricos, la falta de liderazgo de Bruselas y, en fin, el lío morrocotudo en el que están metidos el euro y la Unión Europea entró ayer en una nueva dimensión, entre la conmoción y la incertidumbre, por la detención de uno de los personajes clave en la salida de esa interminable crisis: el socialista francés y -aun así- director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn.
Strauss-Kahn tenía que reunirse ayer con la canciller alemana, Angela Merkel, y con Poul Thomson, jefe de la troika -la misión que han mandado a Atenas el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea- para examinar la situación en Grecia, pendiente de activar un préstamo de 60.000 millones de euros y, sobre todo, de acordar pasos adicionales ante la constatación de que el rescate no funciona. Strauss-Kahn era una figura esencial para Grecia: estuvo involucrado desde el primer momento en el rescate acordado entre Bruselas y el FMI, y ha sido uno de los máximos defensores de los esfuerzos del Ejecutivo griego para cumplir con el draconiano plan de austeridad, destinado a solucionar sus severos problemas fiscales.
Strauss-Kahn era una figura esencial en la gestión de la crisis de Grecia
El director gerente tenía que haberse reunido ayer con la canciller alemana
Un portavoz del Fondo indicó ayer que la institución "sigue siendo plenamente operativa y está en funcionamiento". El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, destacó también que la detención "no lastrará las negociaciones sobre Grecia". Pero sin el director gerente, el papel del Fondo en Europa se desdibuja y la acuciante crisis griega se complica: "[El arresto] va a causar retrasos a corto plazo casi con toda seguridad", dijo a Reuters un alto funcionario griego. El FMI aporta una cuarta parte de la ayuda a Grecia, pero tiene un peso fundamental en las negociaciones por su bagaje en la gestión de crisis.
Grecia está al borde del colapso. Paga más del 25% de intereses por su deuda a dos años. El mercado da por hecha alguna variante de la suspensión de pagos. Y ha ido anunciando un plan de ajuste tras otro: el último, un amplio programa de privatizaciones que tampoco ha podido detener la sangría. La reunión con Merkel era esencial para preparar la cumbre de ministros de Finanzas europeos de hoy, a la que Strauss-Kahn también estaba convocado y donde será sustituido por la vicedirectora gerente, Nemat Shafik.
Europa se ve obligada a actuar de nuevo ante los problemas de Grecia: el rescate no ha mejorado las cosas y tanto Bruselas como el FMI tenían previsto debatir la posibilidad de ampliar las ayudas a Atenas, rebajar los tipos de interés que paga por esos créditos, ampliar el plazo de devolución e incluso preparar el terreno para una posible reestructuración. Además, junto con Grecia hay otro problema en el horizonte. Portugal necesita también luz verde para su rescate, después de las trabas que ha provocado el rechazo de Reino Unido y las reticencias de Finlandia a prestar ayuda.
Pero la detención de Strauss-Kahn (o DSK, tal y como es conocido en Francia) no solo complica las labores de extinción del incendio fiscal europeo. El arresto del director gerente abre una crisis institucional en el FMI de consecuencias imprevisibles. Se daba por hecho que el número uno del Fondo iba a competir por el liderazgo del Partido Socialista francés, por lo que desde hace meses el Fondo vive un periodo extraño de transición. El arresto lo cambia todo. John Lipsky, hasta ahora número dos, anunció ayer que toma las riendas de la institución. Lo curioso es que Lipsky, que ha mantenido un perfil muy bajo con Strauss-Kahn al frente, ya avisó el pasado jueves de que se marcha el próximo agosto.
Además, el FMI está en medio de un viraje complicado: el mayor peso de los emergentes en el consejo ejecutivo, la extraña salida del último director gerente -el español Rodrigo Rato- y el escándalo asociado a Strauss-Kahn no harán sino aumentar el volumen de las voces que piden un giro copernicano en las instituciones financieras internacionales. EE UU y Europa se repartieron después de la II Guerra Mundial los puestos más relevantes en el Banco Mundial (cuya presidencia es siempre para un norteamericano) y el FMI (liderado por un europeo). China, India, Brasil y en general los países emergentes presionan para que esa tradición desaparezca.
Pero al margen de todo el terremoto político que pueda causar el caso DSK, Strauss-Kahn ha revitalizado en los cuatro últimos años el Fondo, que antes de su llegada languidecía en su papel de bombero económico del mundo. Una reciente auditoría interna reconocía que el FMI, con Rato al frente, no vio venir -ni de lejos- la crisis. Incluso antes de la llegada del exvicepresidente del Gobierno de Aznar, el FMI fue acusado de aplicar las políticas equivocadas en las crisis latinoamericanas y asiáticas de los años ochenta y noventa. Frente a las acusaciones de aplicar un sesgo ultraliberal -como punta de lanza del denominado Consenso de Washington- que llegó a ser contraproducente en alguno de los países a los que el Fondo acudía, Strauss-Kahn fue el abanderado de los estímulos fiscales en cuanto irrumpió la crisis, a mediados de 2007. Contribuyó entonces a resucitar a Keynes -hoy de nuevo enterrado-, dio peso a los emergentes al situar al G-20 como foro de gobernanza mundial e incluso empezó a incorporar las políticas sociales en sus discursos. Lo nunca visto en el Fondo.
La Policía neoyorquina acaba de meter todo eso en un túnel judicial, con daños colaterales sobre Europa en general y Grecia en particular. La crisis es un virus mutante; los líos de Strauss-Kahn le inoculan una nueva dimensión.
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