Los activistas se van de la tierra de nadie y olvidan el bloqueo
Los manifestantes dicen que han llegado a esta decisión "para dar una oportunidad a la diplomacia".- Los carteles fueron quitados tras la reunión en Rabat entre altos cargos de España y Marruecos
A las siete y media de la tarde de ayer ya no quedaban carteles denunciando agresiones racistas de la policía española ni reivindicaciones de la soberanía marroquí de Ceuta y Melilla en la frontera de Beni Enzar, entre Marruecos y la ciudad autónoma. Tampoco había fotomontajes ultrajando a las mujeres policía. Los mismos que el martes por la noche habían agitado sus banderas anunciando días o, incluso, semanas de boicot a España, los habían quitado mansamente. Los carteles, que solían colgar los líderes de las protestas, fueron sin embargo eliminados por unos chicos jovencitos sin previo protagonismo en los boicots. La tierra de nadie entre las fronteras quedaba libre de agravios.
De los dos líderes de la agitación de las últimas semanas, Mounaib Chaouki, presidente de la Coordinadora de la Sociedad Civil de Nador, y Said Chramti, de la Asociación de Derechos Humanos Gran Rif, solo el primero se acercó a esta escenificación del fin del conflicto. El otro estuvo desaparecido por la tarde, aunque por la mañana había sido uno de los encargados de anunciar, desde muy temprano, que el bloqueo se terminaba ante la reunión que se iba a celebrar en Rabat entre el director de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velázquez, y su homólogo marroquí y otros mandos policiales. Los camiones con pescado y verdura no pasaron ayer o cruzaron vacíos, según confirmó la delegación del Gobierno, pero fue el último día de protesta.
Era complicado para ambos activistas defender esta nueva postura. Llevaban días asegurando que no eran títeres del Gobierno de Marruecos y que seguirían adelante independientemente de las reuniones entre ambos Ejecutivos. La noche anterior, Chramti había clamado que ningún encuentro bilateral "podría frenar a la sociedad civil" mientras que por la mañana sostuvo que había que dar "una oportunidad a la diplomacia".
Buscaron una excusa: dijeron que habían llegado a un acuerdo con los comerciantes musulmanes de Melilla, que les habían pedido que no dejaran de suministrar pescado y verduras frescos durante el Ramadán, pero ellos mismos reconocían que la verdadera razón no era esa. "Llevamos días jugando", admitió Chramti. "Buscamos que haya sorpresas. Todo es un juego". Como juego fue su aparente división durante la semana pasada, cuando Chaouki dijo que seguía adelante con las protestas mientras que Chramti aseguró que se congelarían por la visita del ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a Rabat el próximo día 23. Daba la sensación de que Chaouki daría un paso atrás enseguida, pero fue Chramti el que dio uno para adelante agitando de nuevo y con más protestas un conflicto que el Gobierno español creía que no iba a seguir tensándose.
Pero ayer, finalmente, parece que acabó todo. Los activistas insistían en que la suspensión del bloqueo solo era una "oportunidad" y que no se había cancelado la protesta en la frontera de Ceuta del sábado a las seis de la tarde, pero añadían de inmediato que ellos también querían "una solución al conflicto" y evitar que continuaran los "problemas", en palabras de Chaouki.
Ambos activistas, que tienen prohibida su entrada en España por diversos incidentes, se han convertido en auténticos protagonistas durante estas dos últimas semanas. Con apenas una veintena de seguidores que les acompañaban en sus acciones en la tierra de nadie, colgaban y descolgaban los carteles vejatorios hacia las mujeres policía buscando un determinado efecto mediático, decían una cosa y la contraria en brevísimos lapsos de tiempo, y no parecían incómodos con la situación. Al contrario, frente a cualquier contradicción que se les planteara sonreían y admitían que sí, que todo eran estrategias y que el juego no había hecho más que empezar.
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