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Los conflictivos congresos del PP

Sánchez-Camacho, presidenta del PP catalán con un fuerte voto de castigo

Abucheados los tres dirigentes nacionales que hablaron en el congreso

El XII congreso del PP catalán, que se inició ayer en Barcelona, ha servido para sacar a la luz el hartazgo de una militancia cansada y aburrida de que la dirección nacional maneje históricamente los hilos de la formación catalana, haga y deshaga a su antojo poniendo y quitando presidentes. Esta vez Génova, sede nacional del PP, decapitó las candidaturas de Daniel Sirera, que aspiraba a la reelección, y del incombustible dirigente Alberto Fernández Díaz. Madrid designó, en una audaz maniobra, a la senadora Alicia Sánchez-Camacho para liderar un partido que en los últimos años no ha conocido la palabra sosiego. El malestar de los compromisarios se tradujo en un fuerte voto de castigo para Sánchez-Camacho, que obtuvo el 56,7%, casi 200 votos menos que los avales que consiguió, y en una insumisión del auditorio cada vez que hablaban los dirigentes nacionales que acudieron a la cita.

Sánchez-Camacho ganó con el 56,72% de los votos a Nebrera (43,28%)
Dos militantes llegaron a las manos y tuvieron que ser separados
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Montserrat Nebrera, la otra candidata por quien nadie apostaba, se alzó con algo más del 43% de los sufragios, todo un éxito para una aspirante que tenía a todo el aparato del PP en contra. Nebrera fue recibida en la sala a gritos de "el próximo congreso lo vamos a ganar" y salió a hombros.

Los resultados de ayer evidencian que la dirección nacional del PP recibió inputs equivocados de algunos dirigentes territoriales. Y es que Nebrera perdió en Tarragona por dos votos y ganó en Lleida por siete. Dos provincias cuyos presidentes se alzaron en armas contra Sirera.

Ayer, los militantes tenían que encontrar un culpable entre la dirección por su enésima e indisimulada interferencia en el proceso precongresual catalán. Y vaya si lo encontró. La vicesecretaria de Organización, Ana Mato, se convirtió en víctima propiciatoria sobre la que buena parte de los 900 compromisarios regionales descargaron su indignación. Abucheos, silbidos, insultos, gritos, improperios varios y constantes interrupciones que obligaron al presidente de la mesa a llamar al orden. Fue inútil. "¿Me dejáis que siga?", se oyó gritar a Mato. Y un sonoro "no" retumbó en la sala. "Vete a Madrid, fuera, fuera", bramaban los compromisarios.

El vicesecretario Territorial, Javier Arenas, también recibió su correspondiente dosis de rechazo, pero lidió con más estilo y soltura las expresiones de cólera. "Vete a Sevilla", le soltaron. La cara de la mayoría de los miembros de la ejecutiva, alineados en el estrado, se desfiguraba por momentos y sus aplausos resultaban inútiles para aplacar la cólera de los compromisarios.

En boca de Alberto Fernández Díaz, el sector que éste encabeza, descubrió enseguida a los responsables: los invitados al congreso. Y en la sesión de la tarde, presidida por la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, se les prohibió la entrada. No dio resultado.

El auditorio reaccionaba en contra cada vez que uno de los dirigentes nacionales, fuera Mato, Arenas o De Cospedal, enarbolaba la bandera de la democracia interna y negaba que la dirección nacional hubiese intervenido en la designación del candidato a la presidencia del PP catalán. Los ánimos sólo se calmaban cuando había críticas al tripartito o al Gobierno central.

Mato, a quien muchos consideran la ejecutora de Daniel Sirera, se llevó la palma. Los compromisarios montaron en cólera cuando pronunció frases como: "Hemos dado hasta ahora una muestra de democracia interna" y "durante estos días he obtenido un buen ejemplo de la política como yo la concibo, de diálogo, tolerancia y renuncia".

Dos compromisarios de candidaturas opuestas llegaron a las manos y tuvieron que ser separados. Por la tarde, los Mossos d'Esquadra patrullaban por los pasillos del congreso para evitar nuevos altercados.

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