Los veranos que me creí mayor y rebelde viendo ‘Los rompecorazones’
Solo necesitaba ese rato por las mañanas, antes de que se levantaran mis padres, para sentirme la más insurgente delante de la tele con ‘Las gemelas de Sweet Valley’ y ‘Una chica explosiva’
La televisión de mediados de los noventa me convirtió en lo que yo creía en ese momento que era una persona adulta. Debía tener entre 10 y 12 años, una preadolescencia que mi padre y mi madre consideraban aún niñez. Es decir, a ratos era una niña, a ratos una adolescente insoportable. Nunca una adulta. Esa condición me la dieron las mañanas del verano frente al televisor.
No me levantaba prontísimo, pero sí antes que el resto de mi familia. El tiempo suficiente para ver en TVE: Una chica explosiva, Las gemelas de Sweet Valley y Los rompecorazones. Tres series que de haber estado ahora en plataformas tendrían esa leyenda que aparece en la parte superior de la pantalla con advertencias como: violencia, desnudos, lenguaje ofensivo. Eso sí, ni una referencia a lo machistas que eran.
Lo primero que me invadía, justo antes de apretar el botón del mando, era una sensación de peligro, de estar haciendo algo prohibido. Iba a ver tres series protagonizadas por personas un poco más mayores que yo que hacían cosas como besarse, beber alcohol y tenían lo que se intuía que podía ser algún tipo de relación sexual. No recuerdo cerrar la puerta del cuarto de estar. Tampoco es que jugara a ser valiente, tal vez sí a creerme un poco más lista que mis padres y saber que si la cerraba, estaría mandando el mensaje de alerta contrario al que debía.
Me cuesta recordar un episodio entero de alguna de estas tres series. He tenido que googlear los nombres los protagonistas, excepto el de dos de los personajes de Los rompecorazones: Drazic, mi amor platónico de aquellos veranos; y el de Anita, la chica que me hubiera encantado ser en mi insti imaginario con pasillos llenos de taquillas.
Podría hacer una performance y aparentar que ya entonces me chirriaba que personas de más de 18 años siguieran en el colegio y vivieran solas como en Los rompecorazones. También podría escribir todo un argumentario de lo machista que era desde el propio título Una chica explosiva (no así en inglés, que se llamó Weird Science), en la que dos adolescentes pajilleros, que encarnaban a los marginados de la clase, se creaban por ordenador a “la novia de sus sueños”: una chica de medidas imposibles (por supuesto tetas grandes), habitualmente vestida de Jessica Rabbit. Incluso podría mentir y contar cuánto me marcó la gemela concienciada, estudiosa y responsable de Las gemelas de Sweet Valley. No lo haré. A todas estas reflexiones he llegado hace relativamente poco tiempo.
La tele de finales de los noventa fue para mí ese rato de rebeldía que nunca ejercí ni en ese momento ni después. No tuve el carácter más llevadero, pero nunca la lie ni en el cole, ni en casa. Era una empollona mediada por el mejor mecanismo de control adolescente: la vergüenza y la culpa. Estas tres series y el verano son el recuerdo de una niña que durante semanas creyó que todo era posible y sin consecuencias. Sin moverse del pequeño cuarto de estar de la casa de su familia.
Puedes seguir EL PAÍS Televisión en X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.