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Ojos en el cielo: cómo los helicópteros de noticias han creado un género televisivo en Los Ángeles

Con más de 900 persecuciones a delincuentes al año, el seguimiento en directo a criminales es una oferta popular en la programación de la ciudad

The city of Los Angeles as seen from a helicopter
La ciudad de Los Ángeles, vista desde un helicóptero.Alamy Stock Photo
Luis Pablo Beauregard

A Johnny Anchondo no le bastaron 15 minutos de fama. A este delincuente habitual, la televisión local le dedicó unos 100 minutos en directo para seguir lo que ha sido una de las persecuciones más salvajes vistas en Los Ángeles en los últimos años. En ese tiempo, el criminal de 33 años se pasó un alto y provocó una inmensa movilización policial mientras robaba dos camionetas, embestía decenas de vehículos a gran velocidad y escapaba de al menos 15 patrullas que le seguían los talones en unos 20 kilómetros. Todo quedó registrado por el ojo que todo lo ve, los helicópteros de los informativos.

“Las persecuciones son lo mejor. Son dinámicas, se mueven rápidamente. Las cosas pueden cambiar en un instante. A veces desde allá arriba parecen no tener fin”, asegura Stu Mundel, uno de los periodistas que ha seguido desde hace décadas lo que ocurre en las calles de la ciudad desde un helicóptero. “Y lo digo desde el fondo de mi corazón, es genuino, pero siempre deseo que las cosas terminen bien”, añade.

Las persecuciones son un género televisivo en sí mismo en Los Ángeles. Periodistas como Mundel vuelan durante horas sobre una monstruosa mancha urbana compuesta por 88 ciudades y 11 millones de personas. En las alturas dan informaciones sobre el tráfico, los choques, los tiroteos y los incendios en la zona metropolitana. Pocos hechos, sin embargo, despiertan el interés de la audiencia como las persecuciones a través de las vastas arterias de asfalto de la ciudad. Como prueba está la protagonizada por Anchondo, que tiene más de 28 millones de reproducciones en YouTube.

El género nació en esta ciudad. La idea la tuvo John Silva, un ingeniero de una emisora de televisión local, mientras conducía su coche en una autopista cerca de Hollywood. “¿Cómo podemos vencer a la competencia?”, se cuestionó. La respuesta le llegó mientras estaba al volante. “Por supuesto, si podemos construir una unidad móvil de noticias en un helicóptero podríamos superarlos en llegar primero, evitar el tráfico y obtener todas las historias antes que toda la competencia”, contó Silva a la Academia de la Televisión en una entrevista de 2002.

En julio de 1958, un helicóptero Bell 47G-2 hizo el primer viaje de prueba para la cadena KTLA, convirtiéndose en el primero del mundo en su tipo. Para septiembre de ese año, la creación de Silva, conocida como Telecopter, ya contaba con una sección especial en los informativos del canal. En poco tiempo, todas las grandes cadenas de televisión contarían con uno. Silva falleció en 2012, pero su invento llegó para transformar para siempre la televisión.

El momento estelar del género llegó en junio de 1994, cuando las televisiones transmitieron en directo la persecución de la policía de Los Ángeles a una Ford Bronco color blanco. En la parte posterior del vehículo iba O.J. Simpson, la estrella de fútbol americano que esa mañana había sido considerado por las autoridades como el principal sospechoso del asesinato de su exesposa y un amigo de esta. Fue Bob Tur (hoy conocida como Zoey Tur tras una operación de cambio de sexo), el piloto de un helicóptero de la cadena CBS, quien encontró la camioneta en la autopista 405 seguida por decenas de patrullas. En pocos minutos había tantos helicópteros siguiendo el convoy que Tur consideró la escena digna de Apocalypse Now. La audiencia fue tal que las televisiones interrumpieron la transmisión del quinto partido de la final de la NBA para seguir la persecución, que duró dos horas.

Automovilistas saludan a la estrella de fútbol americano O.J. Simpson mientras huye de la policía en la parte trasera de una camioneta Ford Bronco blanca, manejada por Al Cowlings, en Los Ángeles (EE UU), en junio de 1994.
Automovilistas saludan a la estrella de fútbol americano O.J. Simpson mientras huye de la policía en la parte trasera de una camioneta Ford Bronco blanca, manejada por Al Cowlings, en Los Ángeles (EE UU), en junio de 1994.Jean-Marc Giboux (Getty Images)

“Es algo muy interesante. Puede sonar morboso, pero no lo es. La gente las sigue porque son como una película, queremos saber el final que tienen y cómo la historia se desenvuelve: ¿ganará el bien sobre el mal? ¿O acaso esta persona logrará escaparse? Los periodistas somos objetivos, pero la adrenalina y la excitación es genuina”, señala Mundel, quien graba y locuta desde las alturas. En sus años de experiencia ha visto cómo ha evolucionado la tecnología. En los años noventa se orientaba con un mapa de papel. Hoy los espectadores pueden ver un mapa sobrepuesto a las imágenes que Mundel captura con su cámara.

Cuatro de cada 10 persecuciones se inician tras el robo de un vehículo. El segundo motivo por el que comienza la acción es la fuga de conductores que están bebidos o bajo el influjo de alguna droga. De acuerdo con el Departamento de Policía de Los Ángeles, la mayoría de los prófugos esconden un delito más grave: homicidio, violación o un robo con violencia. En 1998, solo cuatro de los más de 350 conductores detenidos tras una carrera enfrentaron únicamente multas de tráfico. En aquel año se registraron medio millar de persecuciones.

El fenómeno ha ido en aumento

En 2022 se registraron 971 casos. En promedio, las persecuciones duran unos 5,34 minutos y cubren unos ocho kilómetros, aunque la gran mayoría (72%) termina antes de los cinco minutos y no llega a los tres kilómetros recorridos. El 35% de las persecuciones documentadas en 2022 concluyeron en choques con heridos o fallecidos. El número representa una ligera disminución desde las 990 de 2021. En 2019 fueron menos, 651 persecuciones y 260 choques.

Hace algunas décadas, las autoridades pretendían tranquilizar a los angelinos afirmando que una persona tenía una entre cuatro millones de probabilidades de morir por accidente en un seguimiento de la policía a un delincuente. “Hay mayores probabilidades de que le caiga un rayo”, calculaban desde el departamento de policía. Las cosas han cambiado. Un informe oficial presentado en abril indica que, en los últimos cinco años, el 25% de las persecuciones ha dejado muertos o heridos. Casi siempre se trata del sospechoso, pero el número de inocentes que han resultado dañados ha incrementado.

Aunque hay mucho material sobre el asfalto, los inciertos tiempos que sufre el periodismo local han limitado las coberturas. Univision y Telemundo han prescindido de sus helicópteros en Los Ángeles. Fox y CBS han unido sus fuerzas y utilizan una sola nave en lugar de dos. De momento, KTLA, quien inventó el género, sigue comprometida con un helicóptero en el aire.

Estos eventos televisivos pueden tener sus días contados. Algunos departamentos de policía de la zona metropolitana han pedido a sus agentes dejar de perseguir criminales a alta velocidad por seguridad de la población. En cambio, han reforzado su apuesta en tecnología con cámaras de alta definición y drones para perseguir a los delincuentes. Lo mismo ha sucedido en ciudades como Dallas, Filadelfia y Phoenix.

La policía de Los Ángeles ha admitido que estudia implementar el Star Chase en algunos de sus vehículos. Se trata de un lanzador que dispara un transmisor de GPS que se pega a un vehículo en fuga que permite a las autoridades seguir en directo la posición de la persona que ha escapado. Otra medida en estudio es el empleo de una red de nailon de uso industrial que atrapa el eje trasero del coche que se aleja. Todo esto podría ser material dramático para los ojos que observan desde el cielo.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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