Los cuentos del muro de Berlín
El documental ‘Detlev Rohwedder: un crimen perfecto’ contiene dos misterios sin resolver: un asesinato y unas fascinantes cejas
Buceando en el Netflix profundo encuentro una docuserie alemana de cuatro capítulos que, contra todo pronóstico, me fascina. Se titula Detlev Rohwedder: un crimen perfecto, y contiene dos misterios sin resolver.
El enigma mollar es quién mató en 1991 a Rohwedder, baranda del holding de las empresas de la RDA, dedicado a venderlas a precios de mercadillo. El otro misterio, casi más intrigante, son las cejas de Theo Waigel, quien fuera ministro de Finanzas de la RFA con Khol durante la reunificación. En el metraje de archivo de los años de la caída del muro, aparece un Waigel con alta densidad cejil, pero en los planos actuales rodados para el docu, las cejas se han apropiado de tal forma de su rostro que es imposible ver otra cosa. Han crecido al mismo ritmo que el PIB alemán desde 1991. Distraen tantísimo esas dos melenas supraoculares, que llego a pensar que el asesino de Rohwedder se esconde en ellas.
Lo de Rohwedder, cejas aparte, es fascinante. En 1991 era el tipo más odiado de Alemania, responsable de que la mayoría de los ciudadanos de la recién extinta RDA perdiera su trabajo. Como en las novelas de Agatha Christie, casi todos los alemanes tenían motivos para asesinarlo. La lista de sospechosos abarca desde los terroristas de ultraizquierda a la inteligencia de la propia RFA pasando por agentes cabreados de la vieja Stasi. Vista en 2020, lo sorprendente es que cuenta una historia alternativa de Alemania y de Europa: frente al relato según el cual, tras la caída del muro, los ciudadanos de ambos lados se abrazaron y comieron perdices, el contexto de la muerte de Rohwedder retrata un panorama mucho más áspero, con violencia sorda y vidas amargadas de las que nadie se acuerda. Qué fácil se disuelven los cuentos que nos contamos en cuanto alguien les pone una lupa encima.
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