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Inversores y empleados presionan para que Sam Altman regrese a su puesto de jefe de OpenAI

El ejecutivo mantiene contactos para volver a la firma al tiempo que se plantea captar capital para una compañía alternativa de inteligencia artificial

OpenAI
Sam Altman, antiguo jefe de OpenAI, en Washington.JULIA NIKHINSON (REUTERS)
Miguel Jiménez

La última palabra sobre el fulminante despido de Sam Altman como consejero delegado de OpenAI no está escrita. Mientras sigue sin aclararse del todo el detonante de la destitución fulminante, Altman mantiene contactos y negociaciones para recuperar su puesto. La compañía no ha facilitado información oficial al respecto, pero las dimisiones que han acompañado al despido de Altman y los nervios de los inversores pueden acabar dando un vuelco a la batalla de poder que se ha estado librando en el seno de la firma pionera en la inteligencia artificial generativa. En la red social X, numerosos empleados de OpenAI, incluida la sustituta provisional de Altman, le han mostrado su solidaridad con una avalancha de emoticonos con corazones de distintos colores. “Quiero mucho al equipo de OpenAI”, ha escrito él. Este domingo se ha desplazado a la sede de la firma y ha tuiteado una foto desde allí con una tarjeta de “invitado“. “Primera y última vez que llevo una de estas”, ha escrito.

Como alternativa a su vuelta, que tendría que ser aprobada por el consejo, Altman se plantea crear una compañía alternativa de inteligencia artificial. De hecho, ya estaba trabajando en captar inversores que aportasen miles de millones de dólares para una firma de microprocesadores para inteligencia artificial, según Bloomberg, que señala que esa nueva firma buscaría competir con Nvidia. Altman ha viajado a Oriente Próximo en busca de inversores para el proyecto, bautizado como Tigris, según Bloomberg.

La publicación especializada en tecnología The Verge fue la primera en afirmar, citando varias fuentes familiarizadas con el asunto, que el consejo de OpenAI estaba en conversaciones con Altman para que volviese a ser consejero delegado. Una de las fuentes dijo que Altman era “ambivalente” sobre su regreso y que quería cambios significativos en la gobernanza que implicarían, entre otras cosas, asumir el control frente a quienes le han destituido.

OpenAI tiene una peculiar estructura de gobernanza. La cabecera es una organización sin ánimo de lucro (y exenta de impuestos) que controla las filiales, incluida la operativa en la que ha invertido Microsoft. El mando de esa sociedad en la cúspide corresponde a un consejo de administración que ha quedado compuesto solo por Ilya Sutskever, científico jefe de OpenAI y uno de sus fundadores, y por tres consejeros independientes: Adam D’Angelo, jefe de Quora; Tasha McCauley, emprendedora tecnológica, y Helen Toner, directora de estrategia del Georgetown Center for Security and Emerging Technology. Está por ver que tras acordar su cese ahora estuviesen dispuestos a dar marcha atrás.

El presidente, Greg Brockman, y el consejero delegado, Altman, fueron despedidos el viernes por el resto de consejeros, en lo que algunos empleados han considerado un golpe de poder que atribuyen a Sutskever. De fondo, latiría un pulso entre quienes quieren acelerar al máximo el desarrollo de OpenAI y de los productos y servicios de la compañía y de quienes ponen el acento en la seguridad y los riesgos y son partidarios de medir al milímetro cada paso.

Altman, que se ha convertido en una especia de embajador global de la inteligencia artificial, se consideraba en un punto intermedio en esa tensión, mientras que Sutskever mantenía una posición de mucha cautela. Desde el arrollador éxito de ChatGPT, el lanzamiento de nuevos productos y la búsqueda de inversores con una elevada valoración de la compañía pueden haber tensado demasiado la cuerda. Se especula también con que no hubiera comunicado al consejo esas iniciativas de captación de inversores para nuevos proyectos, lo que explicaría las acusaciones de que no había sido franco o sincero con OpenAI incluidas en el comunicado del despido. En todo caso, no ha habido una explicación detallada de las razones de la destitución de Altman.

Las presiones para su retorno serían consecuencia del terremoto interno y externo que ha provocado su salida. Tras su cese, Brockman presentó su dimisión, y a eso le ha seguido una oleada de renuncias de otros empleados clave que podría no haber terminado. Según The Verge, Altman y Brockman han estado hablando con amigos e inversores sobre la posibilidad de crear otra empresa de inteligencia artificial y estarían dispuestos a fichar a los empleados clave de OpenAI. Estos, a su vez, estaban dispuestos a dimitir en bloque y plantearon un ultimátum para el regreso de Altman.

Después de que The Verge, una publicación muy influyente en Silicon Valley, publicase la noticia de las negociaciones ha sido The Wall Street Journal, la Biblia del periodismo económico, el que ha asegurado que también los inversores de OpenAI (entre ellos Microsoft y la empresa de capital riesgo Thrive Capital, sus principales accionistas externos), están haciendo esfuerzos para devolver su puesto a Altman.

El diario neoyorquino afirma que el ejecutivo está considerando la posibilidad de regresar, pero que ha dicho a los inversores que para aceptar su regreso quiere un nuevo consejo. El medio coincide también en que Altman ha estado estudiando la creación de una nueva empresa que ficharía a buena parte de los empleados de OpenAI, y que ahora está decidiendo entre las dos opciones.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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