Un proyecto deACNUR
Testadores solidarios

Foto: Asia Martín

“Voy a dejar mi casa para las personas que han perdido la suya”

Personas como Ramiro Ribeiro destinan su herencia en forma de viviendas, otros bienes de valor o dinero a causas humanitarias. El importe donado por esta vía ha pasado de 23,3 millones de euros en 2020 a 33,8 millones de euros en 2021

Mariano Ahijado

—¿Qué pensó su familia cuando le dijo que iba a legar su vivienda a una ONG?

—Mi madre también incluyó en su testamento que una parte de su patrimonio fuera a dos ONG. Como hijo, me vi afectado por su decisión, pero no me molestó lo más mínimo. Incluso lo celebré.

El profesor Ramiro Ribeiro, de 54 años, se desvive tanto por las Humanidades como por las causas humanitarias. Este estudioso de la gramática y la teoría literaria ha dejado escrito en su testamento que su vivienda de 70 m² en el distrito de Retiro (Madrid) pase a manos de Acnur cuando fallezca: “Al morir mi padre, en 2016, me di cuenta de que la vida tenía un fin”, recuerda este hombre soltero y sin descendencia. Al poco fue al notario, pagó una tasa de unos 50 euros y firmó su deseo. Se convirtió en un testador solidario. “Es una bonita manera de dejar el mundo”, asegura este licenciado en Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones, que encontró su vocación de docente en 2000 tras tres años al servicio de una multinacional japonesa. “Quería compensar la injusticia de que te toque nacer en un país como Sudán o Siria, en los que puedes perder tu casa”, añade este apasionado de la lectura, que vive rodeado de libros en su piso ubicado a un kilómetro de la Puerta de Alcalá.

Los testamentos, privados y confidenciales, se pueden modificar tantas veces como se quiera. Solo se acaba de aceptar cuando el testador fallece. Ribeiro enmendó el suyo hace un año para incluir a su hermano “por si necesita ayuda”, aunque reconoce que “el grueso, mi casa, es para Acnur”.

Nacido en Murcia pero asentado en la capital desde 1987, desde tiempos de la universidad, se ha desempeñado como profesor de Lengua y Literatura en varios institutos de la Comunidad de Madrid. “No creo que mi decisión de dejar mi casa a Acnur esté condicionada por el número de alumnos migrantes a los que doy clase”, afirma unas horas antes de acompañarlos al Museo del Prado en una visita escolar. “Se me olvida que lo son. No hago distinciones”, añade el profesor. “No podemos olvidarnos de los republicanos españoles que se exiliaron en Argentina o México”, señala el también licenciado en Periodismo que, desde 2005, ya con un sueldo estable y categoría de funcionario, destina un dinero mensual a causas humanitarias.

Un tipo de manifiesto en vida

Alhelí Quintanilla es la responsable de un estudio de herencias y legados que publica la plataforma Haztestamentosolidario.org, que recoge datos de 22 organizaciones no lucrativas en España entre las que se incluye Acnur. El importe donado por esta vía ha pasado de 23,3 millones de euros en 2020 a 33,8 millones de euros en 2021. La coordinadora de la campaña destaca no solo el dinero o los bienes donados, sino el mensaje que se manda, el hecho de que un testador deje por escrito su voluntad. “Es una forma de decirle al mundo quién has sido, de reflejar tus valores, de manifestar lo que te ha importado en vida”, opina Quintanilla, que afirma que la redacción de un testamento no es un acto impulsivo. “Lo tienes que madurar. No te vas a morir mañana y no responde a una emergencia”, apunta. “Se trata de prolongar esa solidaridad que has ejercido en vida”, añade la coordinadora del estudio.

Sandra Flórez, de 50 años, también es testadora solidaria. Esta limeña se trasladó a España en 1991, cuando tenía 19 años. Desde entonces siempre ha vivido en el Levante. Ahora reside entre Valencia y Almedíjar, un pueblo de Castellón de 269 habitantes (INE, 2022). “Tras el fallecimiento de mi padre a causa del párkinson, me planteé mi propia muerte”, afirma Flórez, que acudió al notario de debajo de su casa y firmó un testamento en el que donaba el 3% de cualquier activo monetario que tuviera en el banco a Acnur. “Vengo de Perú. Tengo una sensibilidad social debido a las grandes diferencias que existen en mi país”, afirma esta mujer divorciada, sin hijos y con sobrinos.

Licenciada en Sociología, Flórez habla alemán, francés e inglés, además de español y valenciano. Al igual que Ribeiro, colabora con ONG desde que era joven. Tras trabajar en empresas de logística durante mucho tiempo, ha conseguido embarcarse en un proyecto social. “El dinero es algo que va y viene, no me preocupa. Siempre he sido solidaria”, se define. Su esfuerzo por comer bien la condujo a interesarse por la agricultura y de ahí al desarrollo de las zonas rurales como Almedíjar. Han convertido un albergue de la zona en un centro sociocultural que ejerce de residencia de artistas, de lugar de encuentro y de espacio docente en el que impartir talleres de artesanía y oficios tradicionales. Así llena su vida. “A mi sensibilidad por los procesos de duelos que atraviesan los migrantes se le suma mi preocupación por la vejez, la infancia, la despoblación…”, explica Flórez, que le cede una habitación de su casa de Valencia a una compañera a cambio de un espacio en la vivienda de esta en Almedíjar.

Se habla más de la muerte

Una vez que los donantes solidarios fallecen, se aceptan y abren los testamentos, y los bienes pasan a manos de la ONG correspondiente, que los comercializan para obtener recursos con los que financiar sus causas. Carmen Conejo es la responsable de Testamento Solidario del Comité español de Acnur. “Se va perdiendo el miedo a hablar de la muerte. El perfil del testador se ha ido rejuveneciendo. Van creciendo los que tienen descendencia”, afirma. Por ley, en España la tercera parte de la herencia corresponde a los herederos legítimos, es decir, al viudo o viuda, a los hijos y descendientes o a los padres y ascendientes. Es el tercio de libre disposición el que los testadores solidarios suelen destinar a las ONG −hay testadores que lo dejan íntegro y otros en parte−. El tercio restante se conoce como de el de mejora de los herederos legítimos.

Ribeiro y un centenar de invitados asistieron en Madrid el pasado 10 de mayo a la presentación del documental Continuará… historias solidarias sin punto final, que muestra el viaje que emprenden dos testadores solidarios de la mano de Acnur a dos campos de refugiados en Ruanda, en el que viven personas que se vieron obligadas a huir de sus hogares, y que en su mayoría proceden de la República Democrática del Congo. El ánimo era mostrar a los socios y donantes los proyectos que lleva a cabo Acnur en terreno con los recursos que obtienen de los testamentos solidarios. Ribeiro declinó la invitación de sumarse al viaje porque padece diabetes de tipo I, lo que le obliga a llevar una vida pausada.

—¿Qué pasa si se enamora y comparte su vida con esa persona?

—Si me enamoro de alguien será de ideas parecidas a las mías y comprenderá mi decisión. Ante una situación excepcional puedo dejarle una parte como hice con mi hermano. Pero mi domicilio va a ir para Acnur.

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