La moda planta cara al lado más oscuro del color
El acabado de las prendas con tintes textiles supone uno de los procesos con mayor impacto medioambiental. Estos son los esfuerzos de la industria por minimizar su huella hídrica, química y energética
La moda dicta los colores que serán tendencia cada temporada. Una mezcla entre colorterapia y sociología que estimula los sentidos del cliente y, sobre todo, su decisión de compra. Este verano, el esperado estreno de la película Barbie desató el furor por el rosa chicle, reconvertido en un símbolo feminista, mientras que el rojo destaca entre las colecciones de invierno, con propuestas que tratan de reescribir sus connotaciones para apelar a la elegancia, el optimismo o la sensualidad. Pero, detrás de las decisiones cromáticas de la industria, no solo hay una poderosa carga simbólica. Como apunta Carmen Silla, directora de Marketing de Jeanologia, “en el proceso de acabado –todas esas técnicas con las que tratamos una prenda para darle su aspecto final–, es donde se produce uno de los mayores impactos medioambientales de la cadena de producción, con grandes consumos de agua, químicos y energía”. La empresa valenciana comparte con el resto del sector un objetivo común: reducir su huella ecológica a la mínima expresión para alcanzar una producción “más sostenible, ética y eficiente”.
Fundada por Enrique Silla y José Vidal en la localidad valenciana de Paterna, Jeanologia lleva desde principios de los noventa impulsando la transformación sostenible de la moda. Lo hace con el desarrollo de tecnologías disruptivas en la fase de acabado para llevar la eficiencia ecológica a las principales marcas y fabricantes –en la actualidad, sus soluciones tecnológicas están presentes en más de 60 países–. El sector del vaquero, una de las prendas más contaminantes del mercado, fue su primer campo de batalla, abierto ahora al resto de textiles. Comenzaron sustituyendo los polémicos procesos de desgastado, como los lavados a piedra o el arenado con los que tradicionalmente se envejecía el tejido, por herramientas de láser u ozono con las que se logra el mismo efecto “vivido”. Pondrían el foco después en los procesos de tintura, impulsados por lo que han denominado Misión Cero, para reducir al mínimo el uso de agua, energía y residuos tóxicos.
El color se puede aplicar en diferentes fases de producción: en la propia materia prima, durante el proceso de hilado, sobre los diferentes tejidos o, en lo que se está centrando la compañía, directamente en el diseño. “Hemos comprobado que donde más podemos ganar en eficiencia, e incluso hablar de moda circular, es cuando le añadimos color a una prenda que ya está confeccionada”, apunta Silla, que destaca sus posibilidades para reducir los excesos de producción, uno de los inconvenientes con los que tienen que lidiar las firmas al final de temporada. “Si partimos de un diseño icónico, como puede ser un polo blanco, y le añadimos el color según los dictados de la temporada o las peticiones del consumidor, podemos hacer producciones casi bajo demanda, donde reduciríamos los stocks y el impacto”.
“La tintura en prenda permite responder a las tendencias de forma muy rápida, casi bajo demanda, reduciendo el impacto medioambiental y los excedentes de las firmas”Carmen Silla, responsable de Márketing de Jeanologia
El teñido de las prendas tampoco es una práctica nueva. La casa italiana Benetton fue pionera en introducir este método a finales de los sesenta, pero aquellos grandes tanques en los que se sumergían las prendas representan hoy uno de los grandes desafíos hídricos en materia textil. Según cálculos del Instituto de Recursos Mundiales (en inglés, World Resources Institute), la industria utiliza alrededor de cinco billones de litros de agua al año en los procesos de teñido. Para atajar el problema, Jeanologia desarrolló Colorbox, una tecnología inteligente, con el aspecto y la sencillez de una lavadora industrial, que reduce el consumo de agua y, en consecuencia, el resto de recursos necesarios.
Teñir con menos agua
“En tintura medimos el agua en relaciones de baño, esto es, la cantidad de agua que utilizamos por cada kilo de material que teñimos”, explica Begoña García, project manager de Jeanologia. “Una máquina convencional tiene una relación de baño aproximada de entre 1-15 y 1-20, lo que significa que por cada kilo de ropa estaremos utilizando entre 15 y 20 litros. Con nuestra tecnología hemos conseguido optimizar el proceso, reduciéndolo al mínimo, alrededor de tres litros. Es una enorme ventaja si tenemos en cuenta que en un proceso de tintura se producen diferentes baños, lo que puede llegar a alcanzar los 200 litros por kilo”.
El diseño de las máquinas está pensado para conseguir esas relaciones tan reducidas. Una de las peculiaridades de Colorbox es que cuenta con su propio sistema de calentamiento interno, lo que permite minimizar el agua empleada y, en consecuencia, reducir la energía para calentarla. Uno de los factores, como señala García, que disparan el consumo energético (y la huella de carbono) de las tintorerías. “Otra de las implicaciones de usar menos agua es que también reducimos la cantidad de químicos y auxiliares. Si hablamos de tintura de algodón, por ejemplo, uno de los grandes problemas es la cantidad de sal necesaria para que el colorante se fije en la fibra. Reduciendo la cantidad de agua, reducimos el uso de sal y, por tanto, solucionamos uno de los problemas principales en las aguas residuales de los baños de tintura”, apunta la ingeniera textil, acerca del otro gran reto que enfrenta la industria.
Según estimaciones de la Unión Europea, los tintes sintéticos y los productos de acabado son responsables de aproximadamente el 20% de la contaminación mundial de agua potable. La Directiva sobre las emisiones industriales de la Comisión Europea busca sumar esfuerzos en las distintas industrias para poner freno a esta cifra, haciendo un llamamiento a la adaptación de las instalaciones de cada empresa y la implicación en las emisiones y en el tratamiento de aguas residuales.
Más allá del marco legal, en el sector textil las firmas han impulsado una serie de avances que abren la puerta al optimismo. Frente a las soluciones sintéticas –derivadas del petróleo–, cada vez es más frecuente encontrar prendas en las grandes marcas tintadas con pigmentos orgánicos, procedentes de plantas o minerales. El reciclaje también gana pulso en este campo: la firma vasca Ternua está detrás de una iniciativa que convierte los residuos agrícolas, como cáscaras de nuez o castaña, en tintes naturales; mientras que la italiana Recycrom reutiliza las fibras de desecho textil, convirtiéndolas en un polvo fino que se puede usar como pigmento.
La reducción de agua en los procesos de tintura permite minimizar también la energía y los productos químicos que necesitamosBegoña García, Project Manager de Jeanologia
Begoña García defiende la importancia de que el consumidor también disponga de esa información: “Tenemos mucha información de la materia prima, pero cuando nos dicen que algo es sostenible, no podemos tener en cuenta una parte del componente, sino contemplar todo su impacto a lo largo de la cadena productiva”. Desde Jeanologia han dado un primer paso con la herramienta EIM (Medición del Impacto Medioambiental, por sus siglas en inglés). Se trata de un software que permite calcular si una prenda ha sido tratada en las mejores condiciones posibles, comparando los recursos empleados con los estándares de la industria. “Clasifica los proceso en alto, medio y bajo impacto, de forma que un productor puede saber si aún tiene espacio para la mejora o lo está haciendo de la mejor forma que la tecnología le permite hoy. Pero también es una herramienta muy potente de cara al consumidor final, para que pueda tomar una decisión de compra con la información en mano”, apunta la experta.
Lavados de aire
“¡No sabemos cómo hemos podido vivir tantos años en las lavanderías sin ozono!”, exclaman en Jeanologia. La empresa valenciana logró transformar por completo la forma en la que se desgastaban las prendas con sus populares “lavados de aire”, una técnica que permite dejar atrás para lograr el efecto ‘envejecido’ otras mucho más contaminantes, como los lavados de piedra pómez, los chorros de arena o el antioxidante de permanganato de potasio.
“El ozono es un antioxidante que se encuentra en la atmósfera y nos permite crear efectos especiales, ahorrando muchísimos recursos”, apunta García. “Con la tecnología G2 cogemos el aire de la atmósfera y, en el momento, extraemos el oxígeno para transformarlo en ozono, el cual actúa como antioxidante, generando esa decoloración natural que ocurre cuando utilizamos una prenda durante uno, tres, veinte o cuarenta años. En tiempos de 10, 15 o 20 minutos”. Se trata de un circuito totalmente cerrado: una vez terminado el proceso, el ozono vuelve a convertirse en oxígeno y se libera a la atmósfera. Quién sabe, quizás en un futuro, logren hacerlo con el carbono.