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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El proyecto educativo que planteamos

El compromiso es garantizar la igualdad de oportunidades desde la educación infantil

Alumnos en el colegio público Fernando de los Ríos de Las Rozas (Madrid).
Alumnos en el colegio público Fernando de los Ríos de Las Rozas (Madrid). Uly Martín

Desde el inicio de las sociedades del conocimiento viene siendo reconocido, cada vez con consenso más generalizado, que la educación y formación que reciben los ciudadanos es la principal riqueza de las sociedades del siglo XXI. A partir de esta premisa, me parece fundamental resaltar que la educación debe ser concebida como una carrera de oportunidades para todo el alumnado, para todos los ciudadanos, y no una superación de obstáculos. Me gustaría compartir con el conjunto de la sociedad este convencimiento de que la confianza que depositemos en nuestros alumnos y profesores es la base esencial de su fuerza, es decir, de su éxito.

Los objetivos educativos españoles, aprobados por la LOE en 2006, fueron un compromiso explícito con las propuestas de la Unesco (los aprendizajes esenciales: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer, aprender a convivir), con la formulación de las competencias de la OCDE o de los objetivos educativos de la UE.

El borrador de anteproyecto de ley, que hemos sometido a consulta, forma parte de la propuesta de educación para las próximas décadas; persigue actualizar los objetivos educativos de la LOE pero, sobre todo, mirando al futuro, pretende afrontar los retos que compartimos de la Agenda 2030 de la Unesco.

Es preciso extender las oportunidades educativas a todas las niñas y niños desde las edades más tempranas y hacer partícipes a todas las familias de las ventajas que proporciona a sus hijos la escolarización en los primeros años. El compromiso es garantizar la igualdad de oportunidades desde la educación infantil.

En educación primaria y secundaria obligatoria es esencial conseguir el éxito del alumnado, disminuir de manera drástica la repetición y reducir al mínimo el denominado fracaso escolar, que no es otro que el del propio sistema educativo. Esto supone que todos, no solo los titulados, estén capacitados para ejercer derechos, libertades y responsabilidades y que dominen las competencias básicas; que estén preparados para promover y respetar los derechos humanos y la diversidad, que hayan recibido la educación afectivo-sexual que promueve la igualdad de género y que hayan sido formados en el decidido rechazo de la violencia de género.

Es imprescindible fomentar el trabajo compartido de los equipos docentes y asegurar que la valoración del rendimiento de todo el alumnado tenga en cuenta el nivel de logro de las competencias básicas. Este planteamiento exige, como señalan las más avanzadas experiencias pedagógicas, organizar espacios y aulas, enseñanzas y metodologías. También la incorporación de las emociones, imprescindibles para el aprendizaje y el estímulo de la capacidad del alumnado para aprender por sí mismo, de aprender a aprender y formarse a lo largo de la vida.

Proponemos para esta etapa un único título al finalizar la ESO, al que se accederá, también, desde la diversificación o la formación profesional básica, una vez alcanzadas las competencias planteadas. Independientemente de las opciones a las que pueden optar los titulados, hay que ofrecer a todo el alumnado “futuro formativo”.

Proponemos que, al menos, el 90% de nuestros jóvenes alcancen la educación secundaria alta (UE). Los bachilleratos y los ciclos formativos de grado medio prepararán a todo su alumnado para la educación y formación superior y para la vida laboral. Es imprescindible favorecer el paso de unos a otros estudios y disminuir los obstáculos hacia la permanente mejora de la formación de toda la ciudadanía.

Al profesorado confiamos nuestros niños y jóvenes, es decir, nuestro futuro. Siento orgullo y emoción al constatar que nuestros actuales profesores, como los alumnos, son los mejor preparados de nuestra historia; han sido los principales responsables del paso de gigante dado por la educación española en los últimos 40 años. Esto no debe impedir que siga siendo un objetivo esencial la mejora de la formación inicial, el acceso, la formación en el puesto de trabajo y la formación permanente. Un instrumento esencial del éxito es la evaluación del trabajo de los equipos docentes, diferenciada de la que persigue la promoción y el reconocimiento individual.

La implicación de las familias en los aprendizajes de sus hijos es indispensable para alcanzar el éxito educativo. Es asimismo preciso contar con el compromiso de toda la sociedad; me atrevo a pedir a todos los ciudadanos que compartan la confianza que propongo depositemos en alumnos y profesores, como hacían los griegos en sus héroes, ya que es la base esencial de su éxito. Este compromiso de la sociedad debe reflejarse, además, en la financiación adecuada para alcanzar la educación que deseamos.

Espero que alumnos, profesores y familias, así como el conjunto de la sociedad, puedan compartir un proyecto de transformación de nuestra educación como el que presento y ofrezco para el diálogo y la reflexión.

 Isabel Celaá es ministra de Educación y FP y portavoz del Gobierno.

 

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