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La dura factura psicológica de presentarse a unas oposiciones: cómo hacerlo sin perder la salud mental

Decidir presentarse a unas oposiciones supone pasar una temporada larga de mucho estrés y poca vida social, lo que puede suponer un gran fractura psicológica.

Prepararse unas oposiciones puede ser duro a nivel psicológico sobre todo cuando no se deja tiempo para hacer cosas que nos gustan o pasar tiempo con amigos y familia.
Prepararse unas oposiciones puede ser duro a nivel psicológico sobre todo cuando no se deja tiempo para hacer cosas que nos gustan o pasar tiempo con amigos y familia.Getty (Getty Images)

“Nunca me he considerado una persona especialmente sensible, pero opositar es una montaña rusa de emociones”. Así resume Sandra, de 31 años, cómo está siendo su experiencia como opositora a Bibliotecas. Se presentó por primera vez en 2014, tras años de “encadenar contratos cortos, becas y meses de paro”, pero la experiencia fue tan mala que no volvió a planteárselo en un tiempo.

Cuando lo hizo, el objetivo era distinto: aprobar y entrar en alguna bolsa de empleo, algo que consiguió. Ahora compagina el trabajo con los estudios para, esta vez sí, ir a por la plaza, una situación que requiere de mucha organización. “Los últimos meses, por ejemplo, si trabajo de tarde, madrugo mucho para poder dedicarle horas”, asegura. Esto incluye también muchos fines de semana de estudio, con lo que su vida social sale resentida. “A la larga, eso hace mella en ti y en tu entorno”, reflexiona. Se nota más irascible y todo le afecta más. Además, “hay gente que no entiende que no pases tanto tiempo con ellos, que te vayas antes, que no puedas descansar un fin de semana… Frases como ‘para qué estudias tanto, si seguro que ya te lo sabes todo’ son muy comunes y la gente no sabe cuánto pueden cabrear y afectar”, lamenta.

Ya desde el otro lado, con su plaza conseguida, Lorena González, de 32 años, recuerda los cinco años que pasó opositando a Educación infantil. Fueron dos y medio de estudio a tiempo completo y otros dos y medio compaginándolo con los trabajos para los que la llamaban tras haber entrado en las listas. Se presentó a cuatro convocatorias. “Lo peor es el desgaste psicológico de, año tras año, tener que estar estudiando lo mismo”, además de los cambios en el temario que le tocaron y la poca vida social con la que se quedó. Aunque, en su caso, muchas de sus amigas estaban en la misma situación, por lo que no se veían, pero se entendían.

Como hicieron Lorena y Sandra, cada año miles de personas deciden empezar a opositar. Hay quien consigue plaza a la primera, pero para otra mucha gente ser opositor se convierte en un trabajo no remunerado durante varios años. Según una encuesta realizada por Opositest, el 40% de los opositores de 2021 se dedicaban en exclusiva al estudio. El 60% restante estudiaba cuando no estaba trabajando. Ambas situaciones, una por falta de ingresos, la otra por falta de tiempo, suelen tener su impacto psicológico en la persona que oposita, especialmente si se alargan durante mucho tiempo.

El síndrome del opositor

“Preparar unas oposiciones implica estar expuesto a altos niveles de estrés por un largo periodo de tiempo y bajo la presión de una academia o preparador y la competencia de los demás opositores”, señala Ana Romero, psicóloga experta en el cuidado de la salud mental de los opositores en Nuevamente Psicólogos. Además, todo ese trabajo y esfuerzo se evalúa en un solo examen, lo que tampoco ayuda. Por otra parte, como ya señalaban las entrevistadas, los opositores suelen dedicarle mucho tiempo al estudio, lo que suele significar invertir “poco o nada de su tiempo en las relaciones sociales, familiares, de pareja, el ocio o las aficiones, lo que disminuye drásticamente la producción de emociones positivas, afectando así sobre el estado de ánimo y la motivación”, añade la experta.

Al empezar a opositar —al menos al empezar a hacerlo en serio— suele producirse un cambio de rutinas que, según apunta la psicóloga Blanca Fernández Tobar, directora de Psynthesis Psicología, no siempre se lleva bien. “Pasamos de quedar con nuestros amigos, familia o pareja cuando más nos apetece a tener que empezar con un horario bastante rígido en el que muchas veces solo se tiene un día de descanso”, explica. “Ante este proceso, se pueden tener días mejores y peores, así que hay una fluctuación emocional en la que pueden llegar a sentir que están en una montaña rusa, días en los que se está a tope y otros en los que se está más irritable, desmotivado o triste”, añade. Muchas veces, además, se sienten solos “porque mucha gente no entiende su estilo de vida actual”, como lamentaba Sandra.

Desde MindUp Psicólogos, Sofía Gil y Paula Rambaud hacen hincapié también en lo que implica perder vida social. “Según observamos en consulta, parece que pasar tanto tiempo aislados socialmente es uno de los factores que más afecta de manera negativa en la salud mental de las personas que opositan. En una gran mayoría de veces, este aislamiento viene motivado por la sensación de pérdida de tiempo y la culpa que invade a los opositores cuando realizan actividades diferentes al estudio. Se suele pensar que cuantas más horas se estudie, mejor, olvidando la productividad y la calidad del estudio”, explican.

Todo esto, que se puede resumir en mucho estrés y poca vida social, puede desencadenar lo que ya hay quien llama el síndrome del opositor. “Basándome en mi experiencia clínica con opositores, me atrevería a decir que para la mayoría de los que llegan a consulta se manifiestan una serie de síntomas comunes”, señala la psicóloga Ana Romero. Estos síntomas incluyen “ansiedad asociada a pensamientos catastróficos y preocupaciones como ‘voy a suspender’, disminución del rendimiento, dificultades para atender y concentrarse, alteraciones en el sueño, irritabilidad y cambios de humor, estrés, problemas de estado de ánimo, culpabilidad cuando no se está estudiando, aislamiento social, fatiga, bloqueo mental, problemas de autoestima y, en ocasiones, somatizaciones”, enumera.

La importancia del autocuidado

Opositar no es siempre un tormento. Depende mucho de la situación personal de cada uno y de la importancia que le dé a aprobar. Pese a su montaña rusa de emociones, Sandra admite que tiene la suerte de que no depende totalmente del resultado de la oposición porque ya tiene trabajo. Aun así, ha desarrollado sus trucos para intentar no obsesionarse.

“Siempre me lo he tomado con calma. Intento no fijarme objetivos ni diarios de estudio ni a largo plazo, en el sentido de tener que conseguirlo a la primera o en dos años. Me agobiaría mucho más si no llego a esos objetivos, aunque sé que mucha gente necesita trabajar así para motivarse”, explica. Además, intenta pensar en sí misma y no compararse con otros. “Y los días que no se puede o no estás bien, si el cuerpo te pide descanso, conviene descansar y al día siguiente estarás mejor”, recomienda.

Lorena coincide en la importancia del descanso y recomienda a las personas que estén opositando “que intenten sacar algún momento al día en el que puedan hacer algo que les apetezca”. Además, ella tenía un día a la semana de descanso, los domingos, y recuerda que ese respiro le ayudaba “a empezar la semana con más energía y motivación”.

Ese parar y descansar es uno de los elementos clave del autocuidado, crucial para llevar mejor la etapa opositora. Desde MindUp desgranan sus aspectos básicos: tener un buen descanso durante la noche, mantener horarios regulares de sueño, tener una alimentación saludable, practicar deporte para mantener el cuerpo activo después de tantas horas al día con una vida sedentaria y poder disfrutar de tiempo de ocio y desconexión. Ana Romero, de Nuevamente Psicólogos, lo resume en que “cuiden tanto la parte emocional como lo hacen con el estudio”. Al fin y al cabo, recuerda, opositar es una carrera de fondo y “pasará muchas horas a solas consigo mismo”. Además, recomienda tener cuidado con el perfeccionismo y recordar que hay variables que están fuera de nuestro control —el número de aspirantes, la suerte, el número de plazas ofertadas…—, por lo que no hay que ver suspender como un fracaso.

Aun así, podemos llegar a un punto en el que todo se nos haga muy grande y nos planteemos abandonar. ¿Es recomendable? Desde Psynthesis, Blanca Fernández Tobar indica que “depende de cada caso en particular y el objetivo que se haya propuesto”. Ella, como el resto de las expertas entrevistadas, defiende mucho los descansos y las vacaciones, aunque siempre programados. “No me interesa que el opositor llegue agotado a los exámenes”, asegura. La decisión de abandonar es más radical y ella en general no la recomienda si la persona tiene claro que su objetivo es esa oposición. “Si retoman más tarde, suele ser difícil volver a estudiar”, señala.

También Sofía Gil y Paula Rambaud, de MindUp, insisten en el tema del descanso, especialmente cuando se empieza a valorar la opción de abandonar. “El agotamiento mental nos puede empujar a desistir de aquello que nos está generando malestar a corto plazo”, indican. Una vez descansados podremos pensar mejor. “La decisión de poner fin al estudio de la oposición es aconsejable tomarla cuando tengamos la mente despejada, hayamos descansado y podamos valorar la situación con perspectiva y de manera racional, analítica, evitando de esta forma tomar decisiones importantes de forma precipitada”, explican.

También puede ser recomendable buscar ayuda psicológica si se ve que el coste sobre la salud mental está siendo alto, defiende Ana Romero. De este modo, con el apoyo del descanso y de la terapia, será más fácil «evaluar qué está ocurriendo y si es posible continuar con el objetivo de las oposiciones».

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