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“Vístete con ropas que amas para un mundo que odias” o cómo Carrie Brownstein se agarró a la música para superar una tragedia

La música celebra los 30 años de Sleater-Kinney con un nuevo álbum marcado por el accidente de coche, durante unas vacaciones en Italia, que acabó con la vida de su madre

Carrie Brownstein (izda.) y Corin Tucker, las fundadoras de la banda Sleater-Kinney.
Carrie Brownstein (izda.) y Corin Tucker, las fundadoras de la banda Sleater-Kinney.Chris Hornbecker

A pesar del auge del capitalismo y al aislamiento al que, paradójicamente, nos condenan las redes sociales, el espíritu comunitario de las Riot Grrrl sigue latente. La última ola del feminismo y la sororidad convierten a Sleater-Kinney, uno de los grupos de chicas que abanderaron la escena de los noventa (junto a Bikini Kill, Babes in Toyland o L7), en paradigmas. Ahí están fenómenos como la serie We are lady parts (Filmin) o bandas españolas como Melenas, Cariño o Ginebras. Por no hablar del maravilloso ensayo publicado por la editorial Contra a mediados del año pasado, Las chicas al frente: la verdadera historia de la revolución Riot Grrrl, de Sara Marcus. Durante el parón que hicieron Sleater-Kinney (de 2006 a 2014), Carrie Brownstein (Seattle, 49 años), guitarrista y cantante del grupo, no se quedó de brazos cruzados. Junto a Fred Armisen escribió y protagonizó la serie satírica Portlandia, sobre los excesos del fenómeno hipster. Desde su regreso en 2014, Sleater-Kinney ha publicado cuatro álbumes y girado por todo el mundo. Hablamos con Brownstein con motivo de Little Rope, su nuevo disco, un álbum marcado por la muerte en coche de su madre y su padrastro.

Carrie Brownstein, en plena actuación.
Carrie Brownstein, en plena actuación.

¿De qué manera le ha ayudado el arte a canalizar el dolor?

La creatividad nos ayuda a comunicarnos con lo desconocido, el arte plantea más preguntas que respuestas. Examina y procesa ideas que no tienen una definición concreta. La creación es un ritual que nos hace sentir vivos: las canciones perdurarán más allá de la muerte. En esta ocasión, me hizo apreciar la conversación que las canciones permiten tener con el mundo.

Su relación con su compañera en la banda, Corin Tucker, se remonta al instituto. ¿Cómo ha fortalecido su amistad grabar un disco en unas circunstancias tan difíciles?

Nos ha acercado todavía más. Para nosotras, componer es una manera de comunicarse, de transmitir nuestro estado de ánimo con ese vocabulario que hemos creado. La música nos permite expresar lo que nos ocurre de un modo que trasciende el lenguaje.

Little Rope le permitió incluso hablar con su yo del pasado: tenían muchas canciones cuando entraron en el estudio, temas escritos antes de la tragedia, como Dress Yourself.

Así es, la canción dice: “Vístete con ropas que amas para un mundo que odias”. Ese tema era muy personal porque trata sobre heridas que tengo desde hace tiempo. Por eso fue tan raro sentir que me hablaba de la muerte de mi madre, fue como un regalo que yo me hacía para transitar por esos momentos difíciles.

Tucker canta en este álbum más que en los anteriores: al parecer fue por necesidad, porque a veces a usted le resultaba difícil hacerlo. ¿Qué proceso creativo es más catártico para usted: componer, cantar, tocar la guitarra?

Siempre he usado la guitarra como mi voz, para expresarme. En Dig Me Out [canción que abre el disco homónimo que Sleater-Kinney publicó en 1997], me comunico a través del riff, y Corin ofrece el equivalente con su voz. Me siento cómoda tocando la guitarra. Emula la voz: puede ser triste, bella, discordante…

Con el auge de las redes sociales y el liberalismo, la sociedad es cada vez más individualista. Hay movimientos, como el de las Riot Grrrl, que crean comunidad, como también ha sucedido con la última ola del feminismo. ¿Podría hablarnos de la sororidad detrás de su banda y de lo que supuso el fenómeno de las Riot Grrrl?

Fundamos el grupo en un contexto de activismo político muy comunitario, así era Olympia [Washington] en 1994. Con las Riot Grrrl era importante ayudar, apoyar, acreditar y difundir el trabajo de las demás. En el arte, la comunidad es importante porque se trata de compartir ideas. En aquella época, la escena, no solo en Estados Unidos, sino en otros lugares, era anticapitalista y antimaterialista: la diferencia entre lo underground/indie y lo mainstream estaba clara. Ese modelo ya no existe.

Y los artistas lo sufren.

Exacto. Especialmente en Estados Unidos, el arte está desprestigiado. Las ciudades son caras y la gente lo quiere todo gratis, por lo que los artistas no pueden pagar el alquiler ni vivir cerca de otros artistas. No culpo a los músicos. Intentan ganar dinero en un contexto complicado. No disponemos ni del sistema ni de los recursos para apoyarlos. Nosotras tuvimos la suerte de trabajar en una discográfica indie y no vendimos nuestros principios. Los músicos hoy lo tienen difícil. Pero creo que el espíritu de las Riot Grrrl sobrevive.

¿Qué bandas siguen fieles a esos valores?

La camaradería permanece, abundan grupos con chicas que se apoyan: Big Jonie, Palehound, Black Belt Eagle Scout… Hay una escena muy interesante.

'Little Rope' es su nuevo disco.
'Little Rope' es su nuevo disco.Tutu Lee

Aprendieron a tocar juntas, hoy triunfan los workshops online. ¿Se ha perdido la magia de lo físico?

Estamos cada día más aislados. Mucha gente no tiene espacio en casa o en otro lugar para reunirse con otros creadores. Tocar juntos, con o sin público, es una experiencia única; una parte fundamental de la música.

Durante el descanso de Sleater-Kinney se vio su faceta cómica con la serie Portlandia. Había escenas hilarantes: los vecinos persiguiendo un rayo de sol o la obsesión por conocer el origen de un pollo que se van a comer… El humor es una medicina: ¿no lo echa de menos?

Lo extraño. El humor es un filtro para ver el mundo y procesar lo que nos sucede. Implicarme en esta serie durante ocho temporadas me hizo sentir afortunada.

Brownstein y Tucker llevan tocando juntas desde la adolescencia.
Brownstein y Tucker llevan tocando juntas desde la adolescencia.

¿Cómo fue volver al estudio en 2014 para grabar No Cities to Love tras un parón de ocho años?

La música ha sido una constante en mi vida desde la adolescencia, y Sleater-Kinney, desde que tenía 20 años. Volver a grabar fue natural. Desde el principio tuve claro que no se trataba de hacer una reunión para tocar clásicos. Queríamos temas nuevos.

¿Y cómo ha cambiado la dinámica al ser dos?

Corin y yo hemos compuesto juntas desde el principio. Me gustaba que Janet [Weiss] añadiera la batería: es brillante. Aprendimos mucho de ella, es una gran arreglista. A Corin y a mí nos gusta encerrarnos a componer con la guitarra, nos lanzamos ideas la una a la otra en un proceso muy elástico.

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