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Erika Lust: «Debemos dejar de echarle la culpa de todo al porno y atajar por qué existe la misoginia»

Teniendo en cuenta que para el 30% de los menores el porno es su única fuente de información sobre sexualidad y que el contenido mainstream convierte la violencia en algo deseable, ¿es posible una pornografía positiva y diferente?

Erika Lust durante el rodaje de una de sus películas.
Erika Lust durante el rodaje de una de sus películas.

En el libro ¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía, Alejandro Villena señala que de los jóvenes consumidores de contenido pornográfico, el 37,5 % de los varones y el 19,3 % de las mujeres estaban en riesgo de desarrollar un uso problemático de esta. Por su parte Marina Marroquí destaca en Eso no es sexo algunas de las consecuencias de su consumo, como la normalización de la violencia sexual, la reducción de la empatía, el aumento de las prácticas de riesgo y el blanqueamiento de la prostitución como algo cool bajo la bandera de una supuesta libertad sexual. Esos son algunos de los motivos por los que muchos se preguntan si es posible generar pornografía desde un prisma diferente y si el porno ético puede ser la alternativa al habitual al que le persigue una larga lista de connotaciones negativas. Pero, ¿qué es la pornografía ética?

“Para saberlo hay que hablar de sus antípodas: el porno convencional se define por ser ilimitado. En este tipo de contenido se ven relaciones sexuales ficticias, con cuerpos que también son irreales. La pornografía tradicional representa escenas donde comúnmente se erotiza el dolor físico de la mujer. Existen datos de PornHub que afirman que se tiene tanto contenido que sólo el número de horas consumidas en 2015 habría dado para estar viendo porno durante 15 años. Pero el tipo de porno que se consume en esta vorágine es el que se está radicalizando. Antes, la categoría hardcore era una específica. Ahora, hardcore es prácticamente la totalidad de porno. La frecuencia de consumo es cada vez mayor, los menores de 16 consumen a diario”, dice Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de JOYclub España. Un estudio sobre pornografía promovido por el gobierno de las Islas Baleares secunda sus palabras al señalar que un 76,25% de adolescentes ve sobre todo pornografía hardcore o cruda, frente a un 19,6 % que asegura que ve contenido en el que no se muestran actos sexuales con violencia.

En este contexto emerge la duda de si es posible la existencia de una pornografía que se realiza desde el compromiso y la voluntad de hacer las cosas bien tanto hacia los trabajadores como hacia las audiencias. “Los contenidos se generan de forma legal, respetando los derechos y necesidades de los trabajadores no sólo en términos de condiciones laborales y salariales dignas y justas, sino también en términos de salud y seguridad. Hay un esfuerzo explícito por representar la diversidad de cuerpos, prácticas e identidades, hacia la inclusión y la equidad (es decir, bajo una mirada feminista) y la autocrítica. Además, es un porno que dirige la mirada hacia el deseo y el placer. Pero así cómo es ética su producción y contenidos, también debe ser ética la manera de consumirlo incluyendo el pago por su consumo y la lucha contra la discriminación que sufren los trabajadores”, explica Sandra Torralba, artista erótica y portavoz de amantis.

Porno feminista: ¿oximoron o realidad?

Por supuesto, al hablar de un porno alternativo no es raro que surja el nombre de Erika Lust, creadora de cine adulto sexo positivo que se caracteriza por contar con personajes y tramas realistas y cuyas películas se centran en la diversidad y en el placer femenino. “El porno feminista originalmente comenzó como una forma de recuperar un género que tradicionalmente ha sido visto exclusivamente para hombres y traer una perspectiva diferente sobre cómo representamos el sexo y celebramos el placer y la independencia sexual de personas de todos los géneros. La pornografía hecha con valores feministas consiste esencialmente en mostrar una representación auténtica e igualitaria de la sexualidad humana sin estereotipos de género”, explica Lust, que considera que hay muchos recursos y comunidades en línea que fomentan conversaciones más positivas sobre el sexo y el consumo de pornografía.

Torralba señala que pese a que muchas personas consideran que el porno como institución es patriarcal y es un negocio que comparte ciertos aspectos con la prostitución, como puede ser la mercantilización de los cuerpos y, por lo tanto, en ese caso por definición no podría ser ético ni feminista, en realidad son quienes lo consumen y generan, y no el porno en sí mismo, quienes son machistas. “Un porno ético y feminista sí puede ser una alternativa al que no se ha rodado en condiciones laborales dignas y seguras, que no ha respetado a sus trabajadores y que ha perpetuado representaciones sexuales llenas de violencia centradas solamente en el placer masculino”, explica. En el entorno de construcción de porno ético resulta esencial hablar de deseo, de placer y de diversidad. “Mi forma de trabajar es esa: las performers contactan conmigo, primero hablo con ellas a ver cuáles son sus gustos a nivel personal. En base a eso escribo los guiones, que luego les mando y que están sujetos a cambios que ellos pueden proponer. El resumen es escuchar a los performers. He visto cómo funciona el mainstream y para mí, está super mecanizado. Es artificial, pierde la cercanía que puedes tener con las personas. Cuando hago mis propias producciones me gusta que sea otra cosa, que se vea cómo las personas expresan su sexualidad. Es lo que enseño en los vídeos”, dijo el pasado mes de abril Irina Vega, productora de cine, en la I Mesa Redonda sobre Porno Ético organizada por JOYclub y Amantis.

El lado oscuro del porno

Por su parte Alejandro Villena, que considera que la pornografía cosifica a los seres humanos y los despersonaliza, cree que el porno feminista es “un envoltorio poco creíble”. “Hay poca pornografía feminista en la red. Muchas veces en algunos sitios se etiqueta así al contenido, pero rápidamente emerge el porno machista y denigrante. Es una forma de la industria para lavar la cara ahora que se destacan cuestiones como la violencia, pero no creo que haya una coherencia feminista ni un tratado que soporte lo que se hace en esos vídeos. No hay pornografía sin consecuencias. Si en un futuro se crea otro contenido educativo sexual revisado por profesionales respetuosos, no sería pornografía, sino otra cosa”, asegura. En cuanto al porno lésbico añade que «se enfocó desde el comienzo al placer masculino, por lo que se busca darle al hombre heterosexual mayor placer. Cuantas más mujeres aparezcan, se fomenta esa fantasía que ha ido calando en el imaginario sexual de los varones. En este porno lésbico se produce la necesidad de ir a más y de tener mas estímulos, por lo que entra en juego el denominado efecto Coolidge, en el que al ir acostumbrándote a algo, vas necesitando más novedades,  porque te vas habituando. Aunque la directora sea mujer, las cosas no cambian, porque creo que el porno, de base, lo imposibilita todo. Es una exposición de la intimidad y una vulneración de los derechos de las mujeres. Que aparezcan dos mujeres no va a hacer que esos derechos se respeten. Me parece que simplemente son envoltorios y formas de vender otros productos, y si alguien quiere de verdad crear un contenido audiovisual de entretenimiento, tendrá que hacerlo de la mano de profesionales de la sexología, revisados y con eficacia científica”.

Según el Estudio sobre pornografía en Baleares: acceso e impacto sobre la adolescencia, derecho internacional y nacional aplicable y soluciones tecnológicas de control y bloqueo, el 90% de los jóvenes consume este tipo de contenido, y tres de cada 10 lo consumen diariamente a través de internet. El acceso a pornografía comienza en muchos casos a partir de los ocho años, y otra preocupante conclusión del análisis es que el tipo de pornografía consumido por los adolescentes es cada vez más violenta, pues tres de cada cuatro reconocen buscar contenidos en los que la mujer es denigrada, maltratada e incluso violada. Como explica en su libro Villena, de los jóvenes consumidores de pornografía, el 37,5 por ciento de los varones y el 19,3 por ciento de las mujeres estaban en riesgo de desarrollar un uso problemático de pornografía. “La adicción al porno queda patente en la falta de control. Hablamos de una persona a la que la pornografía le controla, que intenta dejar la conducta y no lo logra. En tales casos, la pornografía se emplea como un regulador de las emociones para regular la ansiedad, el estrés, aislarse, evadirse… Por lo tanto, se utiliza como un compensador de las emociones. Luego puede haber un impacto en la vida sexual, de pareja, personal o laboral. Te quita tiempo de tu día a día”, señala.

Según detalla Pornhub, la página más vista del mundo, son las personas de entre 45 y 54 años las que más porno consumen en España. Supone un 24% del total. Según un estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el primer acceso a la pornografía se produce entre los ocho y los 12 años. Supone la única fuente de información sobre sexualidad para el 30 % de esos niños, y entre los 13 y los 17 años el consumo online es ampliamente mayoritario. Como asegura el último informe (Des) información sexual: pornografía y adolescencia de Save the Children, más de la mitad de los adolescentes cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales.

¿Tiene el porno que ser educativo?

Sandra Torralba aclara que la pornografía es entretenimiento, no educación sexual, y que si bien desde el sector se defiende un porno ético y comprometido tanto con los trabajadores como con las audiencias, fomentar el pensamiento crítico y la educación para que el consumo sea consciente no le corresponde en realidad a la industria pornográfica. “Este papel se debe desempeñar desde la sociedad, las instituciones educativas y legislativas, con las herramientas gubernamentales. La pornografía, al igual que las series y películas de ficción, no tiene por qué reflejar la realidad. Por eso es fundamental la llamada alfabetización pornográfica: formarnos como usuarios conscientes de porno y lograr que los jóvenes (y adultos) entiendan que la pornografía no está libre de mensajes, sino que deben aprender a analizarlos y comprender que hay alguien detrás de ellos, con sus intereses. Es importante que cuando vean que hay una agresión hacia una mujer puedan detectar si es algo individual de esa película o es una violencia que se vuelve sistemática, que aparece en la mayoría de videos porno de ciertas plataformas y tomar decisiones al respecto”, explica. Por ello considera esencial la existencia de una educación sexual que acompañe estos contenidos, que proporcione herramientas para reconocer qué pertenece a la fantasía y qué pertenece a la realidad y trabajar en un marco legislativo que proteja a los trabajadores de la industria y regule mejor el acceso a los contenidos.

Erika Lust asegura que existen muchos recursos y comunidades en línea que fomentan conversaciones más positivas sobre el sexo y el consumo de pornografía, lo que ayuda a las personas a estar más informadas y sentirse más seguras para hablar abiertamente sobre su sexualidad. “No creo que sea responsabilidad de la pornografía educar, pero sí puede tener el poder de inspirar una visión positiva sobre el sexo y las relaciones si decidimos tomar consciencia del transfondo del contenido que vemos. La pornografía puede ser una herramienta fantástica para el autodescubrimiento y la autoexploración, así como una herramienta para la exploración en pareja. Podemos ver porno donde las personas pueden verse a sí mismas en las películas, ver el sexo que tienen e inspirarse en otras formas de tener sexo”, dice. En la I Mesa Redonda sobre Porno Ético Anekke Necro, directora, performer de cine explícito y dominatrix profesional, señaló la importancia de que se observe también el problema de clases. “Que en el nuevo porno no se produzca violencia y que sea representativo es importante, pero a la gente se le olvida que producir un mejor porno implica mucho dinero. De momento no hay una voluntad de financiar el porno como sí se financia cualquier otro producto audiovisual. No se hace nada activamente. La gente que tiene un capital económico enorme son las personas que pueden permitir esta ética que se exige. De esta manera, se quedan fuera muchos puntos de vista y muchas sexualidades no pueden ser representadas”, asegura.

Para finalizar, la cineasta recuerda que la pornografía es un espejo directo del mundo en el que vivimos, y que no es inherentemente dañina «ni está cargada de violencia y misoginia, sino que es la sociedad la que sí lo está». “Por eso, debemos dejar de culpar a la pornografía por todo y comenzar a abordar los problemas reales”, dice.

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