Beben la sangre del otro y se prometen «destrucción»: el regreso de las parejas famosas oscuras (y tóxicas)
Las relaciones de Megan Fox y Machine Gun Kelly o Kourtney Kardashian y Travis Barker han resucitado prácticas tenebrosas y controvertidas que parecían ya amortizadas. Lo que a principios de los 2000 podía resultar una simple extravagancia, ahora roza la toxicidad.
«The darkest faitytale» («El cuento de hadas más oscuro»). La frase que Megan Fox y Machine Gun Kelly se tatuaron el uno al otro durante el reportaje que protagonizaron para la edición británica de la revista GQ –y que alude a uno de los primeros mensajes que se enviaron– resume bien el espíritu de su relación. Desde que la actriz y el rapero comenzaran a salir en mayo de 2020, cuando coincidieron en el rodaje del thriller Medianoche en Switchgrass, sus muestras de afecto no solo han sido públicas y notorias, sino también bastante oscuras.
Tras meses dedicándose inquietantes palabras en las redes sociales, juntando sus lenguas teñidas de negro en alfombras rojas y, en el caso de él, llevando la sangre de la actriz colgando del cuello, la pareja formalizó su compromiso hace unos días con un ritual igual de perturbador. Si bien la pedida de mano, inmortalizada por varias cámaras, fue de lo más tradicional, ni el anillo de compromiso ni la celebración posterior formarían parte del guion de Love Actually. “Le dije que sí… y luego nos bebimos el uno la sangre del otro”, escribió la actriz en su cuenta de Instagram. Para rematar, el anillo que el rapero le regaló está diseñado de tal forma que le causaría dolor si decide quitárselo. “La esmeralda y el diamante conforman las dos mitades de una misma alma, dando forma al oscuro corazón que es nuestro amor”, dijo él sobre la turbadora creación.
No es la única pareja que en los últimos tiempos ha resucitado la provocación gótica-punk que, en la era de la perfección de Instagram, donde todo son influencers viajando por el mundo dados de la mano y comiendo ensaladas, parecía más que amortizada. Sus amigos, la empresaria y miembro del clan Kardashian, Kourtney Kardashian, y su novio, el baterista punk Travis Barker, con quien comparten una afición por el cuero negro y los besos con lengua bien documentada en sus citas dobles, también hacen gala de unas demostraciones de amor dignas de Angelina Jolie y Billy Bob Thornton a principios de los 2000. De hecho, la protagonista de Lara Croft llevaba entonces un vial con la sangre del actor alrededor del cuello y no dudó en tatuarse su nombre en el brazo. Quizá ahora que las pasarelas recuperan con nostalgia las tendencias de aquellos años, las nuevas parejas pretenden hacer lo propio en sus relaciones.
Pero lo que entonces se percibía como sinónimo de una pasión teñida por el salvajismo y oscuridad propias del Hollywood más escandaloso, o de las estrellas del rock (ahí están Pamela Anderson y Tommy Lee, que vuelven a estar de actualidad, o Kurt Cobain y Courtney Love), ahora puede ser tachado de relación tóxica. Lo cual no evita que Megan Fox pose apuntando a los genitales de su pareja con una pistola ni que Travis Barker publique una nota de su amada en la que expresa sus cordiales deseos de “destruirse mutuamente”.
Para la psicóloga clínica y sexóloga Silvia Sanz, este tipo de prácticas y mensajes pueden provocar que se “confunda un amor sano con una relación tóxica donde hay que demostrar el amor sufriendo o realizando actividades que fomentan el autosabotaje o la falta de autocuidado”. El componente prohibido o socialmente vetado del ritual vampírico de Fox y su prometido, por ejemplo, puede hacer que el público lo perciba como un acto de rebeldía “generando fascinación y morbo”, en palabras de la experta. “Probablemente hagan públicas estas prácticas como una provocación y una estrategia para centrar la atención en su figura. El problema es que implican normalizar y visibilizar comportamientos claramente dañinos”.
El coach Carlos García, especialista en terapia de pareja, concuerda en que estas historias no pueden calificarse como demostraciones de amor, sino todo lo contrario. «Cuando era niño recuerdo que había una tienda en mi barrio que tenía en el escaparate una enorme serpiente dentro de una caja de vidrio. No sé qué vendían, pero sí me acuerdo que todo el mundo se paraba a mirarla. El dueño de la tienda mostraba su mercancía con el reclamo de la serpiente: es un poco lo mismo que beberse la sangre de tu pareja. Poco más hay detrás de estas prácticas que conseguir likes y ganar dinero. Desde luego amor, no”, asegura.
La estética de parejas como las citadas también acompaña para reforzar el mensaje de oscuridad que planea sobre sus relaciones. Sin embargo, el gótico de Megan y Kourtney es siempre sexy: corpiños ajustados, labios oscuros de efecto mordido y sugerentes encajes negros han disparado el interés por lo que ya se ha bautizado como gothcore. «No todo es perfecto entre nosotros. Tenemos un lado demoniaco», contó la primera en el reportaje de GQ en el que ella y Machine Gun Kelly son comparados con Gomez y Morticia Addams. Travis Barker y Kourtney Kardashian, por su parte, prefieren emular a Sid Vicious y Nancy Spungen. El pasado Halloween se disfrazaron del bajista de los Sex Pistols y su novia, respectivamente, sembrando la polémica, ya que el cantante fue uno de los principales sospechosos del asesinato de su novia.
Como explica en The Cut la terapeuta Lexx Brown-James, “estamos pendientes de estos ‘anti-Meghan y Harry’ porque en el fondo todos queremos que las celebridades puedan ser polémicas”. Sin embargo, estas parejas pueden convertirse en un modelo nocivo para los más jóvenes. Así lo creen los psicólogos consultados en este reportaje. «Por ejemplo, el mensaje que lanza el anillo de compromiso de Megan Fox y Machine Gun Kelly es claro: el hecho de que quitárselo pueda generar daño, lesión o dolor es un castigo que promueve que la persona se disuada de su decisión de romper el compromiso. Así se simboliza el amor como una cárcel en la que puedes verte atrapado y que te producirá dolor si tratas de escapar. Es un mensaje muy dañino», reflexiona Silvia Sanz. Para Carlos García, «los jóvenes —en realidad todos— necesitamos fuentes de donde beber para reproyectar nuestras vidas cada mañana. Esas relaciones-espectáculo pueden ser un modelo, pero también un ejemplo para no seguir».
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