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Dries Van Noten, el transgresor de lo bello

Convertido de nuevo en nombre de referencia, el diseñador belga protagoniza una muestra en París que inspecciona su proceso creativo durante 30 años de carrera en la moda. El juego con el que suele trastocar los clichés no ha concluido.

Dries Van Noten

Cuando era estudiante, una de sus profesoras le dijo que «las rodillas eran feas; los tejanos, de pobres; y el pelo largo, de desaliñados». Pero Dries Van Noten hizo caso omiso a estas palabras. Como integrante de los Seis de Amberes –la excelsa promoción de la Academia de Bellas Artes de la ciudad belga en la que figuraban Ann Demeulemeester y Dirk Bikkembergs–, prefirió dinamitar los códigos imperantes para hacer avanzar la moda hacia horizontes más radicales. Tras una carrera de 30 años y convertido en nombre de referencia, Van Noten ha inaugurado una nueva exposición en Les Arts Décoratifs de París, Inspirations, que recoge todo aquello que le estimula para crear sus colecciones. Vestidos de Dior, Schiaparelli y Saint Laurent conviven hasta el 31 de agosto con obras de Rothko, Bacon, Klein y Hirst, además de películas de Kubrick o Jane Campion. El diseñador, hombre parco en palabras y adepto de la respuesta esquiva, nos presentó en exclusiva la muestra en París.

Cada vez más museos centran sus exposiciones en diseñadores contemporáneos. ¿A qué responde?

Hay un público extenso para la moda, que seguramente nunca había sido tan grande, pero que se ve enfrentado a una sobredosis de imágenes que no siempre logra entender. Y ese público quiere entender su contexto y significado. Por eso se hacen cada vez más muestras.

La suya no es una retrospectiva en sentido estricto. ¿Por qué ha preferido hablar de sus influencias?

No me interesaba hacer una retrospectiva. Cuando me propusieron el proyecto entendí que prefería hablar de nociones como la inspiración y la creatividad. La muestra intenta hacer entender la belleza de mi profesión. Mi cometido es combinar estímulos de disciplinas distintas y asociar ideas que, en principio, no tienen que ver.

Imagen del desfile de Dries Van Noten o-i 2009/2010. La muestra recoge algunos de sus trabajos con referencias a las obras de diferentes disciplinas que los inspiraron.

D.R,

Ponga un ejemplo. 

En los archivos del museo encontré un vestido de Schiaparelli con un estampado de mariposas que me recordó a un cuadro de Hirst y a una secuencia de La naranja mecánica. Las tres obras se interrogan sobre qué es la belleza, la despreocupación de la juventud y el paso a la madurez. Son temas que nutren casi todo lo que hago.

Procede de una reconocida familia de sastres de Amberes. ¿Fue su padre quien le transmitió lo que era la moda? 

Sí. Ya de pequeño me llevaba a los desfiles en París. Luego seguí yendo con mis mejores amigos de la Academia de Amberes, Martin Margiela y Walter van Beirendonck. Corrían los años 70 y se hacían espectáculos fantásticos, a lo Claude Montana. Cuando no nos dejaban entrar, nos colaba Bill Cunningham [fotógrafo de moda de The New York Times y pionero del street style].

¿Cómo reaccionó su familia ante su propuesta estética? 

Mi padre se llevó un disgusto, porque quería que siguiera llevando el negocio familiar. A mí no me interesaba, ya que no solo quería vender, sino también crear. Reaccionó mal, pero con el tiempo lo entendió.

D.R.

Una de sus marcas de fábrica es la ambigüedad sexual. En 1986, Barneys le compró su primera colección masculina, pero para venderla a las mujeres. ¿Siempre le interesó borrar las fronteras entre géneros?

Era la década de los 80 y la época lo pedía a gritos. Desde que vimos la película Annie Hall, entendimos que lo moderno era que una mujer se vistiera con corbata. Desde entonces, no he dejado de ahondar en lo mismo. He utilizado encaje en piezas masculinas y cortes rectos en las femeninas. He jugado con los clichés, pero para subvertirlos.

¿Cree que la moda refleja los cambios sociales o que los impulsa? 

En algunos casos puede hacer que las cosas avancen. Para mí, la moda no puede ser solo un puñado de vestidos bonitos. Debe tener una repercusión social. Debe reaccionar ante lo que sucede en el mundo y conducir a la reflexión. Debe impactar, aunque no hacerlo de forma gratuita. A mí no me interesa nada chocar o contrariar. Eso me parece que es demasiado fácil.

Se le suele describir como alguien reticente a integrarse en el sistema. ¿Se ve como un personaje al margen?

Mi manera de trabajar no tiene mucho que ver con la de los demás, aunque tampoco lo hago adrede. No quiero ir en contra de nada ni de nadie. Tal vez la diferencia sea que yo soy independiente. Mi libertad es lo que más cuenta.

D.R.

Uno de sus antiguos discípulos, el modisto Tim van Steenbergen, lo describe como un romántico. ¿Se ve así?

No tengo problema en reconocerme en esa palabra. Ser un romántico implica un idealismo y una búsqueda de la belleza. Eso no quiere decir que no logre ver las cosas malas que pasan en el mundo, pero intento no olvidarme de las buenas.

Trabaja con estampados y descoloridos, colores vivos y siluetas bohemias. Pero usted se viste de manera extremadamente sobria. ¿No se aplica lo que predica?

Eso nos sucede a muchos diseñadores. Cuando te pasas todo el día tomando decisiones respecto al color y al tejido, lo último que te apetece es tener que hacerlo también ante tu armario. He encontrado una especie de uniforme que me facilita la vida y que corresponde a mi naturaleza. Aunque tenga gustos eclécticos, soy una persona discreta.

Se suele asociar la moda belga con el rigorismo. A usted, que estudió en los jesuitas, ¿cómo le marcó la religión? 

Cada persona es el resultado de su educación, de su juventud. Así que la religión también ha influido en lo que soy y en lo que hago hoy. Mis padres y la escuela han sido determinantes. Luego hubo un rechazo, durante los años punk, 1976 o 1977, cuando ingreso en la Academia de Amberes. Vivimos una rebelión, porque queríamos cambiar la moda.

En este muro de inspiración de las colecciones masculina y femenina p-v 2014 de Dries Van Noten se pueden apreciar los tejidos florales del siglo XIX que se utilizaron en el proceso de creación de las prendas.

Cortesía de Dries Van Noten

Cuesta entender que lo lograran en una institución que, por aquel entonces, seguía siendo bastante conservadora. 

Lo que hicimos fue obedecer hasta el último año, si no nunca nos hubieran dejado pasar de curso. Meses antes de nuestra graduación, llevamos a la práctica lo que teníamos en mente.

Desde hace décadas trabaja junto a su compañero sentimental, Patrick Vangheluwe. ¿Es una forma de tener cerca a alguien que se atreve a decirle las cosas claras? 

Como en todos los matrimonios, tiene sus inconvenientes y sus ventajas [risas]. Su opinión crítica siempre es muy útil, pero también debe ir con cuidado para no llegar demasiado lejos. Al volver a casa hay que saber separar el trabajo de la vida.

D.R.

Su otra pasión es la jardinería. Tiene un terreno de 25 hectáreas en el que trabaja a diario. E

s una actividad complementaria a la moda que me ayuda a no ser un control freak. Cuando diseño mis colecciones intento controlarlo todo. Con la jardinería, entiendes que eres incapaz de hacer algo así, porque la naturaleza y la meteorología siempre ganan.

Hoy vive un momento de gloria, pero también ha habido otros difíciles. ¿Cómo recuerda el periodo de olvido durante los 90? 

La moda es así. Tienes que aceptar que lo que haces no siempre interesará a todo el mundo. Lo importante es que sobreviví y que sigo aquí. No sé si en 10 o 20 años me dedicaré a esto, pero de momento me lo sigo pasando bien y encuentro el proceso fascinante.

Ha hecho una muestra con cosas que le gustan. Cuando era más joven decía que le inspiraba lo que no le gustaba. ¿A qué se refería? 

Siempre me ha fascinado lo diferente y lo feo. Me inspira mil veces más una mujer con un rostro extraño que otra perfecta gracias al bisturí. Esa supuesta perfección me pone nervioso, porque nunca funciona al 100%.

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