De dónde vienen los colores de nuestra ropa y por qué debemos preguntárnoslo cuando la compramos
Los teñidos textiles también conllevan una huella ecológica importante en el planeta. La industria de la moda ha tomado nota y pone en práctica novedosas técnicas para minimizar el uso de químicos o de agua en su fabricación.
El despertar medioambiental ha hecho que nos fijemos con detenimiento en la etiqueta de nuestra ropa: el origen de la prenda, la composición de los tejidos, las instrucciones para cuidarla... ¿Pero qué ocurre con el color? Cada temporada, la moda dicta la gama cromática que teñirá nuestro armario los próximos meses. Incluso los test de colorimetría, para conocer qué tonalidades nos favorecen, han alcanzado la viralidad en redes. Pero los colores no solo influyen en nuestro estilo, parte de la huella ecológica de una prenda depende de esta decisión cromática.
“Para que nos hagamos una idea: en el proceso textil tenemos la parte de hilado, la parte de confección y la parte de acabado. Esto es, todas esas técnicas con las que tratamos una prenda para darle su aspecto final —qué características le añadimos, por ejemplo, a un polo blanco para darle ese color o acabado—, y es donde se produce uno de los mayores impactos medioambientales de la cadena de producción, con grandes consumos de agua, químicos y energía”, apunta Carmen Silla, directora de marketing de Jeanologia. Una empresa valenciana con más de 25 años de experiencia y el objetivo de transformar el modelo de producción actual y alcanzar una industria más eficiente, ética y sostenible. Y lo está logrando con el desarrollo de tecnologías disruptivas en la fase de acabado, para llevar la eficiencia ecológica a las principales marcas y fabricantes.
Porque hay muchas formas de darle color a nuestra ropa: tiñendo la materia prima, el hilo, el tejido o, directamente, la prenda. El desafío al que se enfrenta la industria es cómo minimizar el gran consumo de agua que se produce en estos baños cromáticos: alrededor de cinco billones de litros al año, según cálculos del World Resources Institute. En este aspecto, desde Jeanologia defienden los beneficios de la tintura en prenda. “Hemos comprobado que es donde más podemos ganar en eficiencia y reducir el impacto medioambiental. Podemos incluso hablar de moda circular. Si a una prenda que ya está confeccionada le añadimos el color, según la temporada o la demanda, podemos hacer producciones casi bajo pedido, donde reduciríamos los stocks y el impacto”, resuelve Silla, lo que ayudaría a reducir el inconveniente de los excesos de producción con el que tienen que lidiar las firmas al final de temporada.
Los datos de la compañía también respaldan los beneficios: durante el año 2021, Jeanologia calculó que habían ahorrado más de 18,2 millones de metros cúbicos de agua y cerca de 84 millones de kilos de CO2 gracias a su tecnología para teñir prendas Colorbox. Se trata de una innovadora máquina, con el aspecto de una lavadora industrial, especialmente diseñada para reducir considerablemente los recursos que se necesitan en el proceso. Anatómicamente, consta de tres partes: una caja de contacto que permite minimizar la cantidad de agua empleada; un sistema de dosificación de químicos y colorantes muy preciso para obtener el color deseado y reducir los problemas de calidad; y, por último, un software de gestión que permite digitalizar y agilizar todo el proceso.
El agua en los procesos de tintura, como apunta Begoña García, project manager de Jeanologia, se mide en relaciones de baño: la cantidad de agua empleada por cada kilo de material teñido. “Una máquina convencional tiene una relación de baño aproximada de entre 1-15 y 1-20, lo que significa que por cada kilo de ropa estaremos gastando entre 15 y 20 litros. Con nuestra tecnología hemos conseguido optimizar el proceso, reduciéndolo a lo mínimo, entre tres y cinco litros, dependiendo del material. Es una enorme ventaja si tenemos en cuenta que en un proceso de tintura se producen diferentes baños, lo que puede llegar a alcanzar los 200 litros por kilo”. La explicación de esta reducción recae en una de las principales peculiaridades de Colorbox, un sistema de calentamiento interno, que permite minimizar el agua empleada y, en consecuencia, la huella de carbono. “Uno de los principales focos de consumo energético en una tintorería es justo la energía que necesitamos para calentar el agua. Reduciendo el agua, reducimos la energía, a partir de la cual podemos calcular los kilos de dióxido de carbono emitidos durante el proceso de tintura”, resuelve la ingeniera textil.
Otro de los beneficios de minimizar el consumo de agua es que también se reduce la cantidad de químicos y auxiliares empleados para fijar el color en la prenda. “Si hablamos de tintura de algodón, por ejemplo, uno de los grandes problemas es la cantidad de sal necesaria para que el colorante se fije en la fibra. Reduciendo la cantidad de agua, reducimos el uso de sal que contamina el agua y es muy difícil de eliminar y, por tanto, solucionamos uno de los problemas principales en las aguas residuales de los baños de tintura”, apunta García, sobre el otro gran reto que enfrenta la industria, la gestión de las aguas residuales.
Según estimaciones de la Unión Europea, los procesos de tintura y acabado son responsables de aproximadamente el 20% de la contaminación mundial de agua potable. Desde Jeanologia han impulsado su compromiso Mission Zero, con el que buscan con sus tecnologías reducir el uso de agua a cantidades casi nulas y devolver el agua limpia a la naturaleza; pero no es la única iniciativa ambiciosa que ha surgido en este campo en los últimos años. Para reducir los efectos contaminantes, proyectos como Colorfix apuestan por sustituir los tintes sintéticos por tintes naturales, convirtiendo la melaza (un subproducto del azúcar) en colorante. La empresa italiana Recycrom ha tenido también éxito con el reciclaje, transformando los residuos textiles en un polvo fino que puede utilizar como pigmentos; mientras que los biopigmentos de Faber Fiber se crean en el laboratorio, gracias a un microorganismo que produce un antibiótico de tonalidades rojizas y violetas que se impregna en la tela de forma permanente.
Acabados de ozono
Las prendas no solo reciben un baño de color, también se someten a diferentes técnicas para conseguir esos efectos especiales, como desgastados, con tanta personalidad. Quizás la más conocida (y polémica) sea el lavado de los vaqueros. Tradicionalmente, se recurría a métodos, como los lavados a piedra o los chorros de arena, que erosionaban tanto el tejido como el medioambiente. Jeanologia consiguió sustituirlos por soluciones más limpias, como sus famosas lavadoras de ozono, con las que en cuestión de minutos pueden dotarlas de años y años de vivencias.
“Yo siempre me pregunto cómo hemos podido vivir tantos años en las lavanderías sin el ozono. Es un antioxidante que se encuentra en la atmósfera y nos permite imitar esa decoloración natural —que ocurriría cuando utilizamos una prenda durante uno, cinco, 20 o 40 años—, en procesos de tan solo 10, 15 o 20 minutos”, apunta García. Su tecnología G2 en lugar de realizar un lavado tradicional con agua, realiza un lavado a la atmósfera. Es un circuito cerrado: coge el aire de la atmósfera, extrae el oxígeno y lo transforma en gas ozono, con el que se envejecerá la prenda. Una vez terminado, el aire vuelve a transformarse en oxígeno y se libera a la atmósfera, cerrando el círculo.
Begoña García reclama la importancia de que los clientes conozcan cómo han sido teñidas y tratadas sus prendas: “Tenemos mucha información de la materia prima, pero cuando nos dicen que algo es sostenible, no podemos tener en cuenta una parte del componente, sino contemplar todo su impacto a lo largo de la cadena productiva”. Desde Jeanologia han dado un primer paso con la herramienta EIM (Medición del Impacto Medioambiental, por sus siglas en inglés), un software que permite calcular si una prenda ha sido tratada en las mejores condiciones posibles, comparando los recursos empleados con los estándares de la industria. “De esta forma, un productor puede saber si aún tiene espacio para la mejora o lo está haciendo de la mejor forma que la tecnología le permite hoy. Pero también es una herramienta muy potente de cara al consumidor final, para que pueda tomar una decisión de compra con la información en mano”.