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Peluquerías en silencio: así cambió la pandemia nuestras preferencias al cortarnos el pelo

En ciudades como Londres, Nueva York o Sídney, algunas peluquerías y salones de belleza han comenzado a ofrecer la posibilidad de reservar para un ‘tratamiento silencioso’, especialmente desde la pandemia. Analizamos el porqué de esta tendencia y sus posibilidades en España.

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Getty Images (Getty Images)

Hay un viejo chiste en el que un peluquero le pregunta a su cliente; «¿Cómo desea que le corte el pelo?» y el cliente responde: «En silencio, gracias». Si el chiste se hubiese inventado en la actualidad, es posible que hubiese perdido parte de su gracia: «Sabemos que no todo el mundo quiere charlar cada vez que va a la peluquería, por lo que el servicio Silla Silenciosa es una opción gratuita para nuestros clientes», explican desde la página web de la peluquería Bauhaus, en la ciudad galesa de Cardiff, cuyo servicio de tratamiento silencioso fue pionero en Reino Unido y lleva en funcionamiento desde el año 2015, «significa que durante su cita podrá relajarse en paz y hacer lo que necesite hacer, desde ponerse al día con los correos electrónicos, leer o simplemente desconectar. No le haremos preguntas sobre nada que no tenga que ver con su cabello o si quiere otra taza de café». 

En ciudades como Londres, Nueva York o Sídney, algunas peluquerías y salones de belleza han comenzado a ofrecer la posibilidad de reservar para un ‘tratamiento silencioso’, especialmente desde finales del confinamiento, y esta vez sin silla especial mediante. La pregunta «¿Te gustaría charlar con nosotros o prefieres que estemos en silencio?» ha empezado a formar parte del cuestionario previo a un corte de cabello en un salón en uno de los barrios más modernos de Sídney, según informa el diario británico The Guardian, permitiendo así a su clientela decidir si ese día prefieren mantener una conversación distendida o utilizar ese tiempo para hacer otras cosas. Sobre las razones de esta decisión, peluqueros y estilistas consultados en el citado artículo apuntan a la fatiga pandémica, que ha transformado la charla de peluquería en una retahíla de lugares comunes, así como a la necesidad de desconexión de los clientes, que cada vez buscan con más ahínco su «momento zen» o un espacio más desde el que teletrabajar.

Curiosamente, las peluquerías son uno de los pocos espacios destinados a la belleza y el bienestar donde no se aplica la política del silencio. Otros lugares como los spas, los balnearios o las cabinas para masajes y tratamientos faciales y corporales suelen potenciar ese «momento zen» a través de un ambiente con luz tenue, velas arómaticas, música relajante y, por supuesto, escasa conversación. Son espacios que invitan a hacer nada, mientras que alguien lo hace todo por ti. Las peluquerías, junto a los salones de manicura, se han mantenido al margen de esta tendencia, siendo espacios más bien ruidosos en los que la cháchara suele ser bien recibida: el cara a cara con el manicurista o el cara espejo cara con el peluquero favorecen que así sea. Peluquería, en España, ha sido sinónimo de confesionario: «Creo que tendría para escribir un libro con las cosas tan personales que me cuentan, pero no puedo decir nada, para mí es secreto profesional» escribió una persona en un grupo de WhatsApp con 16 peluqueros y peluqueras de varias comunidades autónomas y distintas edades que crearon en Verne para conocer algunos de los secretos inconfesables de la profesión. «Somos psicólogas para muchas clientas», apuntó otra. «Escuchas mucho para comprender sus problemas. Hay pocas profesiones como la nuestra», escribió una tercera.

NiM Salón es una de las peluquerías más modernas de la capital, un espacio llamativo por estar teñido completamente de rosa algodón de azúcar, algo que hace las delicias de sus clientes a la hora de subir una fotografía con su nuevo look a Instagram. Manu Guillén y Natalia Infantes son los cofundadores y codirectores de este espacio fantasía, estridente y fuera de lo común. Escuchan por primera vez el concepto ‘peluquería silenciosa’ de la boca de esta periodista: «Me cuesta un poco imaginarme, al menos aquí en España, que haya salones realmente silenciosos en los que nadie hable porque, aunque hay clientes que sí prefieren estar en silencio y relajarse, para otros la relajación consiste en lo contrario: en venir aquí, hablar de su vida y contarte un poco sus problemas para desahogarse», apunta Manu Guillén a S Moda. En su salón, ningún cliente le ha pedido específicamente un tratamiento en silencio, pero dice que, como profesional, esas cosas se intuyen: «Ser un buen profesional consiste en conocer los límites de cada cliente: tengo clientes con los que hablo muchísimo, pero también tengo la capacidad de captar si para un cliente es más relajante el silencio, y al final, cuando te gusta contentar a tu cliente, te adaptas a los dos formatos».

Aunque también está a la vanguardia en lo que a tendencias e innovación capilar se refiere, en la peluquería SALON44 se respira un ambiente distinto. Nada más cruzar sus puertas llama la atención la calma, favorecida por su decoración en tonos neutros donde prima la madera y el negro sobre blanco, en compañía de un hilo musical relajante de fondo. A Xavi García, fundador y director creativo de SALON44, el concepto de ‘peluquería silenciosa’ no le suena extraño: «Las primeras veces que un cliente entra en nuestro salón suele sorprenderse por el silencio. Nuestra filosofía está muy relacionada con el servicio spa y tratamos que, nada más cruzar la puerta, el cliente desconecte de lo que hay en la calle. Si un cliente llega estresado y se trae dentro todo el estrés de fuera, no consigue alejarse de sus problemas. Cuando llega un cliente, después de hacerle su diagnóstico, el primer paso que realizamos es un masaje relajante en el cuero cabelludo y esto es intencional para que el cliente corte en seco con el mundo exterior».

Jose Pérez Peluqueros se encuentra en el madrileño barrio de la Concepción, es una coqueta peluquería decorada al estilo vintage, con muebles en color roto y diversos elementos decorativos como libros antiguos o una vieja máquina de escribir expuesta sobre una vitrina en la que combinan productos de belleza con pequeños muñecos. Jose Pérez lleva más de 40 años en la profesión y, además de su propia peluquería, antes especializada en señora y caballero, y ahora exclusivamente de caballero, es el presidente de la Asociación de Peluqueros de Madrid: «La primera vez que escuché sobre este concepto fue en 2018 y me pareció algo distinto: al final, en un negocio siempre te tienes que preguntar qué te distingue de tu competencia y las técnicas del futuro en cuanto a la peluquería van hacia la especialización, la diferenciación y el valor, y eso podría aportar valor a cierto perfil de cliente que busque exactamente eso». La idea no le sorprende porque considera que esto lleva haciéndose en peluquería muchos años, aunque no se le hubiera puesto nombre: «Algo que debe aprender el profesional de la peluquería es sin duda la psicología hacia el cliente para que eso les permita evaluar sus necesidades. Y a veces el cliente, con su lenguaje corporal, ya te está diciendo que no ha venido a charlar porque busca otro tipo de experiencia, y hacerle su visita agradable para fidelizar también es parte de nuestro trabajo».

El concepto de peluquería ha evolucionado a lo largo de los años, en opinión de Xavi García de SALON44: «La escuela antigua de peluquería era más habladora, y la mayoría de las conversaciones no tenían nada que ver con el cabello». La peluquería como centro de reunión y distensión, especialmente para las mujeres, que antaño se dedicaban a los cuidados del hogar y la familia y la visita al peluquero constituía un pilar fundamental de la vida social, ha dado paso a un espacio donde optimizar el tiempo. Un estudio sobre la importancia emocional del sector de la imagen personal, elaborado por la Alianza por la bajada del IVA al 10% en peluquerías, que contó con la participación de más de 1.700 salones de peluquería estética y barbería de toda España, reveló una serie de datos sobre nuestra relación con las peluquerías: el 82,96% de las personas encuestadas reconoció que su estado de ánimo mejoraba tras su visita y el 86,9% de los clientes acude al mismo salón desde hace 5 años en una frecuencia estimada de 30,1 días. Tiempo suficiente para establecer un vínculo entre profesional y cliente.

En los últimos años, la pandemia ha operado un cambio fundamental en esta relación: «Al haberse implementado el teletrabajo, muchos clientes vienen al salón con su ordenador y se montan su minioficina, hay que tener en cuenta que en ocasiones estamos hablando de tratamientos largos, de alrededor de tres o cuatro horas, y así nuestros clientes adelantan su trabajo y no pierden su tiempo», explica Xavi García. El corte hablador o silencioso parece tener más que ver con las circunstancias que con una moda: «Los peluqueros que llevamos mucho tiempo solemos generar un vínculo con nuestra clientala y nos contamos nuestras cosas, sobre todo si estamos a solas», apunta Jose Pérez, «pero últimamente estamos viviendo un periodo de tensión y de estrés acumulado a raíz de la pandemia, los cambios laborales, la incertidumbre o la vuelta a los atascos mañaneros… de modo que tener un momento de relax en la peluquería, en silencio, sin ruido exterior… eso es tocar el cielo con la punta de los dedos».

Al igual que Manu Guillén de NiM Salón y Jose Pérez, Xavi García también apunta a la psicología más que al cuestionario para averiguar si un cliente prefiere hablar o callar para siempre: «No veo necesario hacerle un test previo al cliente, me resulta un tanto frío. Más que hacerlo, al final es detectarlo». Los tres profesionales consultados apuestan por el respeto y el sentido común. «He trabajado en otros salones: he trabajado en salones donde se hablaba mucho, poco o nada», explica Guillén, «al final depende del concepto de cada salón pero yo, ahora que tengo el mío, te diré que en este se habla y a la gente le gusta hablar. Al final te haces un poco la clientela y la clientela que tienes es un poco como tú». Xavi García comparte la misma opinión y cuenta que en su salón, donde trabajan varios estilistas, cada uno de ellos hace gala de un estilo, más o menos hablador, y cada uno de ellos termina teniendo una clientela afín, más o menos habladora. En su caso, eso sí, prefiere trabajar en silencio: «Soy de la opinión de que cualquier profesional, haga lo que haga, trabaja mejor si está concentrado y sin interrupciones, con lo cual para nosotros el silencio también resulta beneficioso». Jose Pérez también incide en la importancia del silencio para los profesionales: «Los peluqueros tenemos tendencia a sufrir ciertos problemas auditivos, porque una peluquería suele ser muy ruidosa, no ya solo por la conversación sino por el sonido constante de los secadores: el silencio también es de agradecer para nosotros».

Que los tres profesionales consultados para este artículo mencionen la palabra psicología no es baladí, puesto que en muchas ocasiones los peluqueros se han convertido en improvisados terapeutas: esto les viene dado con el puesto y con la formación que, desde los años setenta y tras el boom de los peluqueros estrella, los nuevos estilistas empezaron a recibir formación en ‘psicología de salón’ en la academias, puesto que el cliente pone su imagen personal y su autoestima en manos de su peluquero, con todo lo que eso implica: desde inseguridades, dudas, miedos o ganas de nuevos comienzos. El arte de saber escuchar es importante: «Hay una frase muy conocida en peluquería que dice que al cliente no le importa si estás resfriado, lo que le importa es contarte que él está resfriado», bromea Jose Pérez. Desde luego se requiere cierta psicología o «lo que este amplio campo que es la psicología puede significar en la boca de un peluquero, que no es más que determinar qué necesita un cliente: si es silencio, si es conversación o si es amenizarle con un chiste». Al final, la figura del peluquero / terapeuta sigue vigente, adaptado esta vez a las nuevas necesidades de la población. Es cuestión del cliente escoger si prefiere una compañía más o menos silenciosa.

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