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Los hombres también se ponen bótox: este es su perfil y sus razones

El mal uso de la medicina estética por algunos famosos mantiene prejuicios en cuanto a los tratamientos estéticos para los varones, aunque cada vez son más los que se animan a probar intervenciones como la toxina botulínica

Luis Miguel actuando en Las Vegas en septiembre de 2019.
Luis Miguel actuando en Las Vegas en septiembre de 2019.Getty (Getty Images)
Javier Caballero

Los hombres cada vez se acercan más a los centros estéticos para mejorar su aspecto. Como señala la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) en su informe sobre el sector de 2019, en España faltan estudios en profundidad de instituciones como el INE sobre este ámbito. Pero lo que sí se conoce es que la SEME cifra en un 28,2% la cantidad de hombres del total de usuarios de la medicina estética. La organización, que ha publicado recientemente su estudio de 2020 y en él apunta a que la toxina botulínica representa el 42% de todos los inyectables, además deduce que un 13,3% de los hombres hacen uso del conocido como bótox, nombre de una marca que comercializa dicha toxina. Aunque su uso es cada vez más común entre el público masculino siguen existiendo reticencias entre muchos varones a la hora de tratarse en un centro. ¿Por qué?

La aparición de Brad Pitt en la portada de agosto de la edición estadounidense de la revista GQ no ha dejado indiferente. Varios medios como Menzig han llamado la atención sobre cómo se parece a otros actores más que a él mismo, de Homelander y Ray Liotta a Chelsea Handler. En redes sociales algunos comentarios daban buena prueba de cómo el escrutinio físico a veces escapa al sexismo y los hombres también son atacados por sus cambios estéticos.

El doctor Leo Cerrud, con clínica en Madrid y en Panamá, explica que ha generado tanto revuelo porque «un galán indiscutible, muy reconocido como actor que nunca se hizo nada, de repente a los 58 ha decidido hacerse algo, y pasa de una cara dura a algo dulcificada, por eso llama la atención”. La doctora Nayra Merino, dermatóloga en las clínicas Dermamedicin en Santa Cruz de Tenerife y miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET), añade que el tipo de tratamientos que siguen algunos hombres para mejorar su aspecto pasan por usar “ácido hialurónico en el tercio inferior y medio para proyectar pómulo y mejorar el surco nasogeniano y luchar contra la flacidez”.

Para Cerrud, la aparición de estas imágenes de famosos con el rostro cambiado, al contrario de lo que se pueda creer, no ayuda al sector. “En ocasiones puede ahuyentar a los hombres de la medicina estética, lo ven y piensan: ‘Yo no me voy a acercar a una clínica para salir así’. Pero no es real”. Los expertos consultados tranquilizan: la toxina botulínica, más conocida por el nombre de una marca, bótox, no modifica los rasgos. “La toxina disminuye la contracción del músculo, parece que te has ido de vacaciones, no se nota y a los pacientes le suelen decir: ‘Ay, ¡qué bien te veo!”, asegura Merino. “Lo que hincha y modifica son los rellenos, como el ácido hialurónico”, añade, algo a lo que también apunta Cerrud.

Otra teoría que desmontan es la de que a los hombres se les notan más las intervenciones que a las mujeres. La doctora María Vicente, cirujana y médica estética de Virtud Estética, con centros en Murcia y Lorca, señala como uno de los motivos a quien se encarga del tratamiento. “No tiene por qué marcarse más en ellos, siempre y cuando sea inyectado por alguien experto y con conocimientos de anatomía y facialismo. Por desgracia, no todos los inyectores tienen la misma formación y experiencia, sobre todo para inyectar a hombres. Si se llega tarde a él y se hace muy rápido, se marca más”.

Tanto Cerrud como Merino señalan la treintena como una etapa óptima en la que se puede empezar a usar la toxina botulínica si se quiere mantener ese resultado natural. Claro que todos reconocen que existen excepciones, en función de factores como la genética. “Hay hombres que pueden comenzar muy pronto (legalmente pueden a partir de los 18 años) porque algunos genéticamente tienen el entrecejo con  las arrugas verticales de esta zona muy marcadas, que dan aspecto de disgusto o enfado”, asegura Vicente.

Una vez el paciente ha tomado la decisión debe elegir la clínica donde se inyectará el bótox. “Recomendaría consultar a varios expertos antes de optar por uno”, aconseja Cerrud. De nuevo, aparece la importancia del profesional en la intervención. Las zonas donde se debe aplicar están muy determinadas: el tercio superior del rostro, esto es, frente, entrecejo y patas de gallo. Las dosis y los puntos de inyección difieren de la mujer. Cerrud indica que en el entrecejo ellos necesitan más cantidad porque es más fuerte y marcado que el de ellas. Él, Merino y Vicente coinciden en evitar el punto de la ceja donde se administra a las mujeres para que suba. “Siempre hay que evitar el efecto de ceja ‘mefisto’, también llamado ‘zapatero’, por el aspecto de estas cejas en V invertida”, abunda Vicente. Además, destacan la importancia de la naturalidad. “No queremos eliminar, sino recuperar, que no sea evidente, pues lo evidente es vulgar”, opina Cerrud. “Que se vea un poco de marca en un hombre queda bien, natural, no queremos ese efecto porcelana que buscamos en las mujeres”. Vicente coincide y en casos de marcas de expresión leves comenta que muchos prefieren no tocar la frente para proteger la ansiada naturalidad. Al fin y al cabo, culturalmente las arrugas de los hombres siempre han estado mucho más aceptadas que las de las mujeres.

El estado de la arruga influirá también en las necesidades específicas y en el tiempo de reposición. Merino profundiza que, “si la arruga está muy marcada, habría que añadir ácido hialurónico para rellenar”. Siempre, eso sí, de forma gradual para que tenga un efecto natural. Vicente detalla el procedimiento: “En estos casos se realizan dos tratamientos: primero bótox, después la revisión a los 15 días de la toxina botulínica y, una vez que hemos relajado la musculatura, usaremos ácido hialurónico para elevar la arruga profunda y que, cuando pase más tiempo, en lugar de empeorar se hayan eliminado”.

Sobre la periodicidad, las recomendaciones de estos expertos oscilan de los cuatro meses por los que apuesta Cerrud a los seis que prefiere Merino. Siempre, claro, ajustándose al caso concreto del paciente. ¿Puede el bótox tener alguna contraindicación para la salud? Según explican en Redacción médica, «en los lugares de inyección puede aparecer una leve inflamación fugaz o un hematoma, siendo la reincorporación social inmediata». Además, aunque es muy raro que ocurra, podría producir dolor de cabeza o síntomas parecidos a una gripe.

“No se han dado cuenta de que llevo”

El descubrimiento de Leo Cerrud del bótox entronca con su historia profesional. “Era médico de familia y, además, trabajaba en una revista de salud y llevaba artículos de belleza y cosmética”, comienza el relato. “Un colaborador me comentó que había un médico en Madrid que quería promocionar el bótox. Desde la ignorancia le dije: ‘¡Qué horror!’, pues pensaba que era una cosa de señoras mayores, de la duquesa de Alba o Nicole Kidman. Pero fui y lo probé. Me inyectó en el entrecejo y cuando me vi pensé: ‘Pero qué es esto’. Hablé con este médico y me comentó la existencia de las clínicas, de la medicina estética… Quedé fascinado y decidí dedicarme a ello”, sentencia Cerrud.

Roberto Ortega es usuario habitual también de bótox. A este madrileño de 45 años le introdujo Cerrud, con el que trabajaba en temas de comunicación. “Un día me soltó: ‘Te voy a hacer un regalo envenenado’. Se refería a que, una vez lo probase, no lo iba a querer dejar”, desvela Ortega. Y cuenta que, antes de inyectárselo por primera vez, se lo comentó a unas pocas personas con las que tiene más confianza. La reacción de ellas vino del desconocimiento que narran los expertos. “Me decían que cómo me iba a hacer eso, que me iba a cambiar la cara”. Ortega finalmente decidió inyectarse. “Cambiaron todos de opinión, me dijeron que me veía muy bien, que tenía mejor aspecto”. Recalca que la gente a la que no le dijo nada de la intervención no se ha dado cuenta. “Simplemente me dicen: ‘¡Qué buena cara tienes, parece que has dormido bien!”. Ortega, que se ha inyectado bótox también con otras profesionales desde esa primera vez, remarca la importancia del médico. “Me lo he puesto con gente en la que confío y los resultados siempre han sido espléndidos”. Tanto es así que, asegura, que muchos algunos conocidos de su entorno se han animado a ponerse en manos de estos expertos. “Me han dicho: ‘Yo quiero tener ese mejor aspecto’. He arrastrado a mis amigos a ponerse también bótox”, concluye.

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