Taylor Swift, quema de zapatillas y alianzas de moda: la historia del imperio New Balance
Una nueva colaboración de Miu Miu pone a la marca de nuevo en el centro del ‘fashion system’. Autores de la zapatilla más cara del mundo a comienzos de los años 80, han sabido adaptarse a los nuevos tiempos.
Estatus, distinción, posicionarse en la meca de la moda… Cualquier marca sabe bien lo que implica aliarse con el universo de Miuccia Prada. Y los grandes imperios de las sneakers no iban a ser menos. Si la primera ficha la movió Adidas en 2019 con una edición limitada de su clásico modelo Superstar para Prada, fabricada artesanalmente en Italia junto a un bolso tipo bowling, ha sido la estadounidense New Balance la marca elegida para coronar con su suela centenaria los últimos desfile...
Estatus, distinción, posicionarse en la meca de la moda… Cualquier marca sabe bien lo que implica aliarse con el universo de Miuccia Prada. Y los grandes imperios de las sneakers no iban a ser menos. Si la primera ficha la movió Adidas en 2019 con una edición limitada de su clásico modelo Superstar para Prada, fabricada artesanalmente en Italia junto a un bolso tipo bowling, ha sido la estadounidense New Balance la marca elegida para coronar con su suela centenaria los últimos desfiles de Miu Miu.
A diferencia de la propuesta impoluta de esta ‘Pradidas’ basada en un modelo níveo sin elementos superfluos, la horma deportiva que viste la próxima primavera-verano 2024 de Miu Miu, presentada hace unos días en París, bucea en el archivo más retro de la marca, con una suela muy personal bautizada 530 SL.
Reconocible por su pisada ultra cómoda basada en una malla transpirable y material acolchado, Miuccia Prada ha reconstruido y repensado el clásico 530 de la marca con una suela más liviana y plana en tono beige y marrón, y con el logo-nombre de Miu Miu bien claro en la lengüeta. Culminadas por unos llamativos cordones en amarillo, naranja o blanco que desprenden un aroma a vintage por los cuatro costados, son una versión casi wesandersoniana del mítico modelo lanzado por primera vez en 1992 como una zapatilla de running. “Esta colaboración me recuerda bastante a lo que hace junto a Aimé Leon Dore [la marca cool neoyorquina con la que New Balance ha colaborado en diversas ocasiones], que es llevar lo sport a una visión más posicionada en el high fashion”, apunta Alfredo Santamaria (Gothic_Sport), director creativo, estilista y especialista en tendencias urbanas.
En edición limitada aún pendiente de fecha de lanzamiento, esta sneaker continúa la fructífera colaboración que comenzó en 2022, con el desarrollo de la zapatilla atlética New Balance 574. Esta suela mítica de 1988 que acompañó a uno de los desfiles más influyentes de Prada (protagonizado por microfaldas a golpe de tijera y ropa interior a la vista), también pasó por la óptica deconstructiva de su directora creativa, con bordes sin pulir y deshilachados en denim, napa blanca y pana aterciopelada sobre tonalidades coñac y canela. Todo un clásico del guardarropa deportivo de los ochenta, ahora, a precio de alta costura (710 euros en su web).
La historia de un clásico americano
La interpretación de Prada del modelo 530 para la próxima primavera se produjo a pocos meses de que su estética noventera fue relanzada por la propia New Balance, acompañada de una suela de alto rendimiento ABZORB® (mucho más cómoda) y el retrato generacional que el fotógrafo Ewen Spencer hizo durante la última década de esta referente de la cultura juvenil. Una época decisiva en la historia de la compañía, por la que su mítica N ha pasado de protagonizar polémicas de tintes políticos a consolidarse como una marca de culto, secundada tanto por la calle como por celebrities. Taylor Swift incluida.
Pero vayamos primero a sus orígenes. Creada en 1906 en Boston por William J. Riley, el nacimiento de New Balance se basó en un revelador sistema de equilibrio (de ahí su nombre) que este empresario de origen irlandés desarrolló tras observar con detenimiento a las gallinas de su jardín. El invento se basaba en una plantilla ortopédica que actuaba sobre el arco del pie, ejerciendo tres apoyos en la planta del calzado. Una solución sencilla, pero efectiva que hacía de la pisada una experiencia mucho más confortable.
Su primer diseño de zapatillas llegaría en 1938, un modelo con pinchos y cubierta de cuero diseñado para un club de corredores conocido como los Boston Brown Bag Harrier, que causó furor entre los profesionales de esta disciplina. Con la llegada en 1956 de los nuevos dueños Paul y Eleanor Kidd (hija del socio de Ridley, Arthur Hill), la empresa adquirió el nombre de New Balance Athletic Shoe Company. Cuatro años después, comercializaría su primer gran hit: las Trackster. Diseñadas para correr un maratón en primera línea, su suela ondulada y ultraligera conquistó a los clubes de atletismo de prestigiosas universidades de la zona.
Bajo la nueva dirección del multimillonario Jim Davis asumida en los años 70, New Balance pasó de ser de un negocio familiar con seis empleados que fabricaban 30 pares de zapatillas al día (y facturaba un millón de dólares al año) a consolidarse como una empresa multinacional por un valor actual de 4.400 millones de dólares. Davis también participó en la creación de la identidad de la marca; suya fue la idea de colocar la icónica N en los laterales de la zapatilla. Por entonces se asumiría, además, la nomenclatura numérica con la que bautizar futuros lanzamientos. Ese fue el caso de su primer superventas, el modelo 320 lanzado en 1976, reconocible por su silueta ligera y llamativa en nylon que se alzó con el puesto número uno del ranking que elaboró la revista Runner’s World ese mismo año.
Los años 80 engrosaron la lista de iconos en la marca, con el modelo 990 como un caso excepcional. Lanzadas en 1982 como zapatilla de running, su suela revolucionaria capaz de combinar comodidad y ajuste con tecnología traspasó la cancha para abrazar los códigos relajados que se imponían en la vestimenta del momento. En apenas seis meses de vida, New Balance multiplicó por diez sus ventas, posicionándose como un referente de la moda informal, y en concreto, de la streetwear que empezaba a gestarse.
El precio no fue un obstáculo. Vendido cada par a 100 dólares, estas zapatillas se convirtieron en un objeto de lujo, y durante un tiempo sustentaron el récord de ser las más caras del mundo. “El impacto de las 990 en 1982 todavía se puede ver hoy”, señaló Sam Pearce, director de diseño creativo de New Balance hace unos años. “Hay hilos de ADN que han continuado y evolucionado con el tiempo y con cada lanzamiento siempre respetamos la integridad de la serie. Lo abordamos de la misma manera que una empresa como Porsche manejaría el diseño, mejorando el rendimiento y respetando totalmente el legado y la estética del diseño del producto”.
De esta evolución surgiría el modelo 992, creado para conmemorar el 100 aniversario de la marca y con el que Steve Jobs dio a conocer en 2007 el primer iPhone de la historia. De manera fortuita, el fundador de Apple convertiría así este modelo de zapatillas en símbolo del estilo normcore que conquistó los 2000, basado en prendas y accesorios cómodos, neutros y sin pretensiones. Aunque su precio ya no rechine tanto (suelen rondar los 250 euros), su influjo estético sigue intacto en la sociedad. Prueba de ello son algunas versiones del modelo original como 990v3 o 990v5. Este último, en color gris, se ha convertido en la sneaker favorita de celebridades como Timothée Chalamet, Kaia Geber o Kourtney Kardashian. Alzada como una de las zapatillas más estilosas de los últimos tiempos, a la altura de las Adidas Gazelle o las Nike Jordan I, su popularidad actual solo parece superada por el modelo 550. Una zapatilla lanzada en 1989 como calzado de baloncesto con cuero de primera calidad y paneles de perfil perforado para mejorar la transpirabilidad.
De quema de zapatillas al ‘sold out’
La razón del éxito de este modelo, de calado pop en el trazado de la N tan de finales de esta década, responde a un nombre propio: Taylor Swift. La autora de 1989 ha sido vista en numerosas ocasiones con unas 550 en rojo codiseñadas por la firma neoyorquina Aimé Leon Dore, actualmente agotadas y con precios que rondan los 500 euros en páginas de reventa como Wethenew. La alianza entre la cantante de Pennsylvania y la marca de Massachusetts es un claro ejemplo de cómo un ejercicio redondo de product placement puede cambiar la imagen de cualquier compañía. Su última proeza ha sido colapsar las redes al aparecer con la zapatilla 1906R diseñada en colaboración con Ganni. A un precio original de 180 euros (y como cabía esperar) colgaron el cartel de sold out unas horas después de su comercialización.
Contar con el beneplácito de la estrella del pop no solo ha aumentado las cuentas de la empresa, también es el mejor antídoto para olvidar uno de los capítulos más polémicos de su historia.
Un “amistoso” tuit de New Balance hacia la nueva administración de Donald Trump en 2016 desató una ola de descontento en redes sociales, convirtiendo a sus sneakers en objeto de protesta y rechazo. A la sucesión de comentarios negativos se unieron videos con la quema y tira de zapatillas a la basura, interpretado como un boicot contra el apoyo de las multinacionales al nuevo presidente.
La compañía consideró la rebelión como una demonización injusta de su imagen. Como indicó fuentes de New Balance a la periodista de Wall Street Journal Sara Germano, el mensaje positivo en X (antes Twitter) de la empresa por la elección del empresario fue a consecuencia de su contrariedad por el acuerdo de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), propuesto por la administración Obama y rechazado también por Trump. Según la compañía, este acuerdo elevaría las tarifas de fabricación de sus zapatos en Estados Unidos, lo que pondría a la empresa en una desventaja de costes.
Durante los últimos años, vincularse a estrellas mundiales como Taylor Swift y contar con estimulantes colaboraciones dentro y fuera de la moda (Issey Miyake, Comme des Garçons o el músico Jaden Smith, entre otros) ha hecho que la marca estadounidense vuelva a gozar de esa buena salud ‘social’ que tuvo en el pasado. Todo un símbolo de estatus, tanto para corredores como prescriptores de estilo. “Algo muy representativo de New Balance es su atemporalidad; se mueve en la tecnología, pero sin cambiar su esencia clásica y eso es clave para que siempre esté presente como silueta en las tendencias”, señala Alfredo Santamaria.