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No, beber con moderación no alarga la vida (aunque lo digan algunos estudios)

Una revisión científica revela los sesgos y la baja calidad de algunas investigaciones que aseguran que unas copas de vino son beneficiosas para la salud

Beber
Un hombre sujeta una copa de vino blanco.Horacio Villalobos (Corbis / Getty Images)
Jessica Mouzo

La Tierra es esférica, el tabaco mata y el ejercicio físico es bueno para la salud. La ciencia, en muchos casos, acostumbra a proporcionar respuestas claras y tajantes. Sin lugar a duda. Pero hay algunos fenómenos, más controvertidos, que muestran resultados contradictorios en las investigaciones y ponen en tela de juicio hasta el sentido común. Uno de ellos es el impacto del consumo de alcohol en la salud: no hay debate sobre los efectos nocivos del abuso de esta sustancia, causante de 2,6 millones de muertes al año en el mundo, e instigadora de 200 enfermedades: desde cáncer hasta cirrosis. Pero sí hay un ligero dilema con su ingesta moderada. Esto es, con esa copa de vino al día a la que algunas investigaciones no solo no le achacan daño, sino que incluso le encuentran un beneficio para la salud.

Vaya por delante que la Organización Mundial de la Salud no recomienda ni una gota: “Ninguna forma de consumo de alcohol está exenta de riesgos. Incluso un nivel bajo de consumo de alcohol conlleva riesgos y puede causar daños”, avisa. Pero hay estudios que modulan esta alerta y apuntan a que el consumo moderado en determinados grupos de personas puede tener efectos protectores contra cardiopatías, ictus o diabetes, por ejemplo. El debate científico sigue encendido y hay investigaciones que también ponen en duda tales beneficios o advierten, al menos, de que los riesgos siguen superando a los potenciales beneficios. La última, una revisión científica publicada este jueves en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs, profundiza un poco más en las investigaciones que van a contracorriente y concluye que los estudios observacionales que suelen mostrar que el consumo moderado de alcohol alarga la vida, acostumbran a ser defectuosos: tienen sesgos y son de baja calidad, afirman sus autores.

Los investigadores, del Instituto Canadiense para la Investigación del Uso de Sustancias, parten de la premisa de que “aunque muchos estudios observacionales sugieren que las personas que beben en niveles ‘moderados’ viven más y tienen menos enfermedades que las personas evaluadas como abstemios”, hay muchos sesgos en las investigaciones que pueden “contaminar” esa comparación y los resultados finales. Por eso, los científicos, que consideran que estos supuestos beneficios del consumo moderado tienen “implicaciones importantes en las estimaciones” del impacto de esta sustancia, decidieron analizar más de un centenar de estudios sobre consumo de alcohol y mortalidad por todas las causas en busca de esos defectos que pueden redirigir la balanza en favor del consumo de alcohol.

El análisis identificó un puñado de características de los estudios que sesgan el riesgo y rebajan el peligro en el grupo de bebedores moderados (unas dos copas de vino al día en hombres; en torno a la mitad en mujeres): por ejemplo, el uso de grupos de mayor edad, la presencia de bebedores anteriores u ocasionales dentro del grupo de los abstemios, las medidas de consumo de alcohol de mala calidad o incluir personas con otros problemas de salud preexistentes.

El cajón de sastre de los abstemios

Una de las principales desviaciones detectadas es la propia construcción del grupo de los no bebedores, donde los estudios de peor calidad aglutinan como abstemios a personas que nunca han bebido con otras que sí han tomado alcohol a lo largo de su vida, pero ya no. Estos perfiles de abstemios irreales pueden desvirtuar los resultados, pues se puede tratar de personas que, precisamente, han abandonado o reducido el consumo de alcohol por razones de salud, advierten los autores. “Eso hace que las personas que continúan bebiendo parezcan mucho más saludables en comparación”, apunta en un comunicado el científico Tim Stockwell, autor del estudio.

Un caso paradigmático, que los científicos canadienses ponen de entrada en su artículo, es el de una gran investigación que estimaba el impacto en la salud del alcohol y que empleó el supuesto de que consumir cierto grado de bebidas alcohólicas protegía de las cardiopatías. Eso contribuyó, según los autores, a estimar 1,8 millones de muertes en 2020 asociadas al consumo de alcohol, un millón menos que en la estimación de 2016, que suponía efectos protectores más modestos. Ese estudio, publicado en The Lancet, sugería que los mayores de 40 años pueden obtener beneficios de un consumo muy limitado de alcohol. La explicación sería que el alcohol, por el etanol que contiene, eleva la producción de colesterol bueno y tiene una actividad sobre el endotelio que puede ser beneficiosa contra dolencias cardiovasculares o diabetes. Sin embargo, investigaciones posteriores señalaron los sesgos, por ejemplo, en el grupo de abstemios, en el que incluía a personas que lo habían dejado o reducido el consumo por razones de salud.

Otra de las alteraciones que “crean la falsa apariencia de beneficios para la salud derivados del consumo moderado de alcohol” es la edad de los participantes. “A medida que las personas envejecen, se ha demostrado repetidamente que aquellos que reducen o dejan por completo el consumo de alcohol son propensos a tener mala salud, lo que hace que aquellos que continúan bebiendo parezcan saludables en comparación”, apuntan los autores.

La investigación encontró que los estudios con menor probabilidad de estar sesgados, no registraron una reducción significativa del riesgo de mortalidad entre los bebedores moderados. Y, en cambio, aquellas investigaciones con más probabilidad de estar sesgadas, “mostraron beneficios aparentemente sustanciales para la salud”, criticaron los científicos. Como conclusión, James Clay, coautor del estudio, avisa, en una respuesta por correo electrónico a EL PAÍS, que “promocionar los posibles beneficios del consumo moderado de alcohol puede ser peligroso”. “Puede fomentar un mayor consumo de alcohol y eclipsar los riesgos bien documentados asociados al consumo de alcohol, como el cáncer, las enfermedades hepáticas y la adicción. Es crucial comunicar que los posibles beneficios dependen en gran medida del contexto y pueden no superar los riesgos para muchas personas”, alerta.

El debate continúa

El dilema científico está lejos de llegar a un consenso. En España, el estudio de intervención Predimed, que analiza los efectos de la dieta mediterránea en la salud, también avala potenciales beneficios en la salud del consumo moderado de alcohol. De hecho, este particular patrón alimentario mediterráneo contempla una copa de vino tinto en la comida, cuenta Miguel Ángel Martínez, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra e investigador del Predimed: “Cuando miramos los 14 puntos de adhesión a la dieta mediterránea, uno de ellos es consumir un vaso de vino tinto. Si quitábamos este punto, la dieta perdía parte del factor protector cardiovascular que veíamos”. La explicación, apunta, es que cualquier alcohol consumido de forma moderada aumenta el colesterol bueno, mejora algunos factores de coagulación, eleva la sensibilidad a la insulina y, en concreto, el vino tinto, dispone de compuestos fenolíticos que reducen la inflamación.

A propósito del estudio canadiense, Martínez rechaza “la crítica a todos los estudios observacionales” que hacen: “Esa enmienda a la totalidad creo que es atrevida. Con los mismos métodos, también se encuentran riesgos en los jóvenes”. Y prosigue: “No digo que no tengan razón. Ellos exponen sus dudas. Yo estoy haciendo ensayos porque no lo sé”. El epidemiólogo se refiere a una investigación que acaba de poner en marcha para responder a una pregunta clave: “Queremos saber qué decirle a un bebedor moderado: que siga o que lo deje”, sintetiza. La idea es reclutar a 10.000 personas y asignarlas en dos grupos, uno a los que se les persuadirá de que dejen de beber alcohol y otro en el que se adapten al patrón mediterráneo (una o dos copas al día como máximo de vino tinto), para seguirlos durante cuatro años y ver qué es mejor. “Lo que necesita la salud pública es la mejor evidencia científica y para el alcohol no la hay. Hay dudas, tanto en una postura como en otra. Con lo que sabemos ahora, los mensajes claros que podemos decir son: al que bebe mucho, que baje; al que no bebe, que no empiece; y a los jóvenes menores de 40 años, que no beban porque ahí no hace bien. Y a los que consumen una copa de vino al dia y tienen entre 50 y 75 años, hay que hacer el ensayo para saber qué decirles”.

Beneficios cuestionables

Desde una postura más crítica con los supuestos beneficios del alcohol, el catedrático de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Rodríguez Artalejo apunta que los defectos reportados en esta nueva investigación son “relativamente conocidos”. Él mismo ha participado en una investigación similar, mencionada también por los investigadores canadienses, sobre los sesgos en los estudios sobre potenciales beneficios del alcohol. En sus pesquisas, Rodríguez Artalejo y su equipo concluyeron que el consumo ligero o moderado de alcohol en mayores de 60 años “no parece tener ningún beneficio estadísticamente significativo sobre la mortalidad en comparación con la abstención de alcohol”, sino más bien lo contrario. “Este artículo [de los investigadores canadienses] muestra que en los estudios que se realizan con más rigor metodológico, no se observan beneficios de consumir alcohol”, agrega.

Rodríguez Artalejo señala que “el tema controvertido es si beber un poquito es bueno para la salud, no tiene ningún efecto o es malo”, pero admite que el dilema es “difícil de resolver”. “Es un debate, además, con poca relevancia para la inmensa mayoría de la gente. Porque un poquito no te puede hacer ni mucho mal ni mucho beneficio. Es posible que haya un pequeño beneficio cardiovascular, pero siempre hablamos de efectos pequeños. Y lo que sí sabemos es que para cáncer, el riesgo aumenta desde la primera gota”, conviene. El epidemiólogo apela a la prudencia con los mensajes que se envían a la ciudadanía: “Nunca hay que promocionar el alcohol por motivos de salud. Si tuviese un efecto cardiovascular, eso mismo también lo podemos conseguir con otros hábitos de vida sanos o tratamientos más adecuados. Y la gente tiene que saber que para beneficiarse de la dieta mediterránea u otra dieta saludable no hace falta tomar alcohol”.

Por su parte, Iñaki Galán, científico del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, señala, en declaraciones al portal científico SMC España, que el enfoque metodológico de esta investigación es “apropiado para los objetivos planteados”: “El mensaje de que bajar cantidades de consumo de alcohol puede tener efectos beneficiosos en el estado de salud se ha construido sobre una evidencia científica poco sólida”, constata el científico, que no ha participado en esta investigación. Galán sí ha dirigido un megaestudio que concluía que no hay un uso moderado de alcohol sin riesgo: “Este artículo aborda los múltiples sesgos que tienen los estudios observacionales de cohortes en la asociación del consumo de alcohol y la mortalidad. La conclusión es la enorme variación en los resultados en el que se apoya este mensaje, observando que al seleccionar cohortes jóvenes y separando a exbebedores y bebedores ocasionales de los abstemios, el riesgo de mortalidad en consumidores de bajas cantidades de alcohol era muy similar”, subraya.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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