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Retina papers

Le damos demasiada importancia al presente (y eso es un error): este Nobel explica por qué

Se dedicó a la economía por descarte. Pasárselo bien formaba parte del plan. Esta es la historia del nuevo Nobel de Economía, Richard Thaler, que puso los cimientos de una ciencia más 'real'

Getty Images

Todo empezó con una lista en una pizarra sobre “cosas absurdas que hacía la gente”. A Richard Thaler, galardonado ayer con el premio Nobel de Economía, le aburría un poco la carrera que había elegido y trataba de divertirse observando el mundo que le rodeaba planteando cuestiones como ¿por qué iríamos al otro lado de la ciudad para ahorrar 10 euros en una radio de 45 euros pero no nos molestaríamos en conducir la misma distancia para ahorrarnos la misma cantidad en la compra de un televisor de 495 euros?

Su director de tesis no esperaba mucho de él con este tipo de planteamientos de estudio. A Thaler le divertía ver cómo se irritaban muchos de sus colegas economistas con sus preguntas mientras trataba de encontrar la forma de investigar los temas que le llamaban la atención. Todo cambió el día que descubrió en la biblioteca un estudio de dos psicólogos israelíes llamados Daniel Kahneman y Amos Tversky. Se convirtieron en sus ídolos. Thaler los persiguió hasta California para conocerlos. Consiguió quedarse un año allí de profesor. Los tres se hicieron muy amigos y empezaron a colaborar. Así arrancó uno de los capítulos más relevantes del making of de lo que se conoce como la economía del comportamiento: la fusión de la economía y la psicología.

Cuarenta años más tarde, el 4 de enero de 2016, en la sala Continental del hotel Hilton de San Francisco, Thaler pronunciaba su último discurso como presidente de la Asociación Estadounidense de Economía. “¡Los locos dirigen el asilo!”, bromea el profesor cuando recuerda su nombramiento al frente de esta prestigiosa institución. El título de su charla era: “Economía del comportamiento: pasado, presente y futuro”.

Thaler argumentó ante sus colegas que había llegado el momento de pasar a un enfoque más constructivo. La teoría económica neoclásica tenía que abrir los ojos y darse cuenta de que su estudio se centraba en la existencia de una “criatura mitológica” llamada Homo Economicus. El mundo real lo habitaban personas que no siempre tomaban las mejores decisiones ni las más racionales. Eran simplemente humanos.

Thaler proponía era abrir las ventanas para que corriera el aire pero no para vaciar la casa de muebles. Lo que había que hacer era mejorar la teoría que ya existía.

“Tras la Segunda Guerra Mundial se trató de aportar rigurosidad matemática a la economía pero la profesión parece haber perdido la buena intuición sobre el comportamiento humano. En los textos de economía ya no hay humanos. ¿Cómo pudo ocurrir esto?”

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La principales ideas de esta conferencias se recogen en un breve estudio que resume muy bien la trayectoria profesional de Thaler y sus principales ideas (y los argumentos que le plantearon sus colegas para justificar cómo se venían haciendo las cosas). El Nobel recurre a la física para explicar lo que pasaba:

“Uno empieza a estudiar física estudiando el comportamiento de los objetos en el vacío; la atmósfera se puede añadir luego. Pero los físicos nunca negaron la existencia o la importancia del aire sino que trabajaron para construir modelos más complicados. Durante muchos años los economistas reaccionaron a las dudas sobre el realismo de sus modelos haciendo lo que sería el equivalente a negar la existencia del aire o a reivindicar que no era importante”. 

De alguna manera lo que Thaler proponía era abrir las ventanas para que corriera el aire pero no para vaciar la casa de muebles. Lo que había que hacer era mejorar la teoría que ya existía. Complicar el modelo con la evidencia de los datos y las reacciones humanas. Había que empezar por reconocer los puntos débiles del sistema.

¿Todas las decisiones son iguales?

En el modelo tradicional no había niveles de dificultad, por así decirlo. Una persona tenía que ser igual de racional y megalista tanto decidiendo el número de huevos del desayuno como la cantidad de ahorros necesarios para la jubilación. Los ortodoxos se defendían diciendo que la teoría lo que decía era que las personas prestarían más atención a las decisiones más importantes y se comportarían “como si fueran expertos”. Si no lo eran, terminarían aprendiendo con la práctica. Thaler no estaba de acuerdo.

“Consideremos la siguiente lista de actividades económicas: decidir cuánta leche comprar en la tienda, elegir un suéter, comprar una casa, elegir una profesión, cuánto ahorrar… Es verdad que la práctica mejora los resultados en la mayoría de las actividades. Muchas familias han llegado a dominar el arte de la gestión del inventario de leche a base de prueba y error. Pero pocos de nosotros compramos tan a menudo coches como para ser muy buenos en ello. En las grandes decisiones hay poco espacio para el aprendizaje”. 

La idea de que los mercados acabarán con los comportamientos aberrantes es una muestra de no entender cómo funcionan los mercados.

El falso movimiento de mano invisible

Otra línea de defensa de la teoría era que cuando las cosas no salían como se esperaba, los mercados corregirían la situación. Como por arte de magia impondrían la sabiduría que les faltaba a los humanos.

“Creo que la idea de que los mercados acabarán con los comportamientos aberrantes es una muestra de no entender cómo funcionan los mercados. Consideremos dos posibles estrategias para dos firmas ante unos consumidores cometiendo errores (como pagar una cuota mensual al gimnasio para ir dos veces al mes). Las empresas pueden tratar de enseñarles cuál es el coste de su descuido o pueden diseñar una estrategia para explotar esa situación y conseguir más ganancias. Esta última opción siempre será más rentable”.

Antes de que estallara la crisis, ¿alguien se hizo rico diciendo a la gente que no se comprara una casa o que no se hipotecara porque quizá no se lo podía permitir? No hay por lo tanto un Panoramix con una poción mágica de los mercados que convierta a los Homer Simpson irracionales e impulsivos en versiones de Dr. Spock frío, calculador y listísimo.

Además es bastante habitual que los seres humanos vengan con un defecto de fábrica llamado sesgo del presente. Tendemos a darle más peso al presente en nuestras decisiones y terminamos cometiendo errores. Preferimos comprar algo que nos satisfaga hoy frente a una ganancia futura. Estas preferencias pueden hacer que tomemos decisiones poco consistentes o irracionales.

El entorno, la forma, el orden en la que se nos presentan todas las opciones influirá también en nuestra decisión. Son los factores supuestamente irrelevantes (SIF’s, supposedly irrelevant factors). Los ahorros de cara a la jubilación es uno de los terrenos donde más se ha documentado la relevancia de estos factores “irrelevantes”. Según la teoría, las personas deberíamos saber cuál sería nuestro consumo óptimo en el futuro y establecer un plan de ahorro e inversión que tenga en cuenta la probabilidad de divorciarnos o enfermar. “Esta decisión hace que una partida de ajedrez con un campeón mundial parezca fácil. El ajedrez no tiene incertidumbre ni problemas de autocontrol que empañen el resultado. No obstante, con la ayuda de algunos SIFs hemos podido ayudar a la gente en esta abrumadora tarea”. Un ejemplo sería establecer la opción por defecto de ahorrar una cantidad al mes. Esto sería un pequeño empujón para conseguir nuestro objetivo (o nudge, el influyente término que Thaler desarrolló junto al abogado Cass Sunstein). Es una de sus aportaciones prácticas más relevantes.

“Ha llegado el momento de adoptar la economía basada en la evidencia. Esto no debería ser difícil de vender. Los economistas usan las técnicas más sofisticadas de la estadística y tienen acceso a potentes bases de datos. En este contexto, la economía del comportamiento no es más que una parte del importante trabajo empírico que se está realizando.”

Thaler terminó su discurso y cedió el testigo a otro “loco”: Robert Schiller, también galardonado con el Nobel por un enfoque parecido aplicado al campo de las finanzas.

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