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Bruselas evita el protagonismo en la crisis del ‘Open Arms’

Los Estados miembros evitan llamar a la puerta de la Comisión Europea para no asumir responsabilidad en el caso

Imagen del Open Arms junto a Lampedusa, este viernes. En vídeo, declaraciones de Tove Ernst y Vanessa Mock (UE) sobre el 'Open Arms'.Vídeo: Guglielmo Mangiapane (REUTERS) / EPV
Álvaro Sánchez

La estrategia electoral del líder de la Liga y ministro de Interior, Matteo Salvini, y la negativa de España a asumir el papel que por geografía corresponde a Italia, han deslucido el papel de la Comisión Europea en la crisis del Open Arms, y probablemente han acabado retrasando su resolución. Una portavoz comunitaria repitió ayer por enésima vez que ningún país de los Veintiocho ha solicitado formalmente a Bruselas que lidere las conversaciones para coordinar un nuevo reparto. Con el líder de La Liga preparándose para una nueva cita con las urnas en la que espera culminar el asalto definitivo al poder, el buque de la ONG española se ha convertido en un argumento más de campaña, muy útil para que Salvini se presente, una vez más, como guardián de las fronteras italianas.

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La táctica de Salvini de no pedir ayuda a Bruselas dejó un vacío que ninguno de los socios se decidió a ocupar. Ni siquiera cuando varios de los rescatados eran evacuados por enfermedad. En su lugar, la UE ha optado por la improvisación. Buena muestra del desconcierto aparece cuando la Comisión afirma haber participado en las discusiones de manera informal por no tener competencias para coordinar el reparto de los migrantes mientras no reciba una petición oficial desde las capitales; sin aclarar si eso supone alguna diferencia en la intensidad de su rol de mediadora de los últimos días.

Fuentes comunitarias afirman que la solicitud de coordinación formal a Bruselas no implica ninguna obligación legal para el Estado que la emite. Pero la realidad es que nadie hace esa llamada si no es para participar en un esquema de reparto. España, encargada de su propio flanco migratorio occidental, cambió hace unos meses su política de acogida, marcada por haber aceptado el desembarco en sus costas del Aquarius. El giro buscaba evitar recibir también a los rescatados del Mediterráneo central —a los que Italia desatiende— en un momento en que la presión migratoria en el Estrecho aún preocupa ante la posibilidad de que la ruta pueda volver a reactivarse.

Sin embargo, el pabellón español del Open Arms ha hecho imposible para el Ejecutivo de Pedro Sánchez abstraerse esta vez de la crisis. Tras dos semanas de desgaste para la imagen de la UE, entre los exabruptos de Salvini, la cautela de Bruselas para no alimentar el choque con Roma y las llamadas del presidente del Parlamento Europeo y de la sociedad civil para hallar una solución con urgencia, España ha aceptado finalmente participar en la acogida junto a Francia, Alemania, Portugal, Luxemburgo y Rumania. El reparto puede cerrar el caso, pero es apenas un parche que no despeja las dudas ante futuras crisis para desesperación de Bruselas, que llama a los Estados a adoptar un mecanismo temporal que no convierta cada rescate en una negociación de semanas.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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