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Elecciones generales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Cuántas Españas caben en un debate?

Si algo une a ese 26% de personas que todavía no ha decidido su voto es que no logran identificarse con los modelos presentados en campaña

Jorge Galindo
Los cuatro candidatos, este lunes en el debate de TVE.
Los cuatro candidatos, este lunes en el debate de TVE.REUTERS

Cualquier debate encierra una pequeña ficción necesaria: aquella según la cual todos los intereses, deseos, pasiones y odios de los votantes se pueden resumir en un puñado de proyectos para España que se presentan de manera inevitablemente simplificada. Pero si algo une a ese 26% de personas que todavía no ha decidido su voto es, precisamente, que no logran identificarse con los modelos presentados en campaña. Hasta ahora el contorno de estos proyectos ha sido marcadamente dicotómico: rojo contra azul. Una lógica que beneficia a las cabezas visibles de cada bloque, Pedro Sánchez y Pablo Casado. En esencia, el debate de anoche confirmó esta polarización, pero también permitió entrever alguna que otra grieta de distintos tonos que podría dañar a las grandes estructuras.

A Sánchez la idea de que él (y solo él) representa la opción virtuosa frente a “las derechas de Colón” le ha llevado lejos en las encuestas, pero tal vez se está empezando a agotar: su fuente principal, la fuga de Unidas Podemos, lleva unos días remitiendo. Para apuntalar esta pequeña crecida de última hora, este lunes Pablo Iglesias le clavó el pequeño pero certero puñal dialéctico que su campaña llevaba días afilando. Al interpelar al presidente sobre la posibilidad de un pacto con Ciudadanos, lo que Iglesias le quería transmitir al electorado de izquierdas era: solo UP te asegura el modelo de país que quieres; en Sánchez no se puede confiar. El candidato morado sonó poco creíble cuando repasaba una Constitución de la que lee algunos artículos (los de contenido social) y se olvida de otros, pero es probable que este martes mantenga ese marcaje ideológico hasta que cale entre quienes aún dudan si es buena idea pasarse al rojo. No es una gran bolsa (un 12% de los indecisos según el CIS), pero suficientes para las aspiraciones actuales de UP: detener la caída.

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Pablo Casado reprodujo la misma estrategia de Sánchez desde el otro lado del espejo, buscando a otro público: esos cuatro de cada diez individuos de derechas que, según el CIS de marzo, seguía sin saber a quién escoger. Empleó para ello, eso sí, un tono algo más volcado hacia la estabilidad que el que ha mostrado hasta ahora. El contraste con un Rivera más agresivo no deja ganador claro. Casado cedió puntos en el eje viejo-nuevo, que aún le puede garantizar un cierto flujo a Cs de votantes jóvenes (los más indecisos, por cierto) dentro del espacio ideológico en el que se ha encerrado. Pero Rivera arriesgó con una línea más definida que se permitía resaltar de cuando en cuando la posibilidad de un tercer modelo para España: no equidistante entre izquierda y derecha sino definitivamente más cercano a la segunda, pero sí al menos de un liberalismo alternativo. En ocasiones sonó artificioso por efectista, pero en otras aparecía como la verdadera oposición.

En definitiva, anoche PSOE y PP se dedicaron a defender el fuerte consolidando la idea de las dos Españas, confiándose al voto útil. Sin duda consolidaron apoyos con esta estrategia, pero es poco probable que lograsen añadir muchos números a su nómina. Y aunque en durante mayor parte del tiempo UP y Cs sirvieron más bien de comparsas de sus primos ideológicos mayores, en ciertos momentos se atrevieron a plantar cara, explorando los matices cromáticos que van más allá del rojo y el azul.

Si las dos formaciones “nuevas” quieren aprovechar el debate de esta noche y la recta final de campaña, harían bien en hacer valer ese calificativo que ya les empieza a quedar fuera de lugar. Al fin y al cabo, el CIS identifica claramente que los mayores graneros de indecisos están entre los centristas y los no ideológicamente alineados. Estas son precisamente las personas que buscan algo de novedad fuera del rojo y el azul. Naranjas y morados deberían construir sobre las tímidas innovaciones estratégicas vistas en el Estudio 1 de TVE para cambiarle el paso a los que van en cabeza. Si no lo hacen, a Sánchez y a Casado les bastará con mantener la posición. La inercia del voto útil y la polarización harán el resto para, si no ganar, al menos no perder. Ni esta noche bajo los focos, ni el próximo domingo dentro de las urnas.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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