La saliva de un sobre desentraña una herencia de unos dos millones de euros
La prueba de ADN certifica que la heredera, una mujer cántabra de 67 años, es la hija biológica de un hombre que nunca quiso reconocer en vida el parentesco filial que los unía
Hubo una época en que las historias de amor entre personas de las clases menos pudientes de la sociedad y aquellas relacionadas con una posición más elevada se ocultaban por vergüenza o, en numerosas ocasiones, miedo a un más que probable rechazo si esas uniones dejaban un hijo de por medio. Hoy en día, la ciencia ha equilibrado las tornas y lo que está en juego ahora es una herencia valorada en unos dos millones de euros. Como sucede con el caso de una mujer cántabra, de 67 años, que acaba de saber (a la espera de juicio) quién fue su padre gracias a la saliva que contenía el reverso de un sobre enviado hace dos décadas por su progenitor, fallecido tiempo atrás.
“Los resultados de la prueba de ADN arrojaron una compatibilidad del 99,9% entre ambos, algo muy sorprendente porque lo normal es que los restos estuvieran desintegrados al no conservarse a una temperatura óptima”, argumenta por teléfono Fernando Osuna, socio mayoritario del bufete de abogados del mismo nombre, un despacho que lleva casi medio millar de casos de filiación y paternidades sin esclarecer.
"A mi clienta le correspondería por ley las dos terceras partes de la herencia”, es decir, unos dos millones de euros tras cotejarse los inmuebles y las rentas que poseía el empresario
La relación entre la madre de su clienta y su padre biológico se originó en Santander durante los años de la posguerra. Ella, trabajaba de dependienta en un comercio; él, era un empresario adinerado que se encontraba casado en el momento en el que se conocieron. Era una “mujer muy guapa”, explica Osuna, punto que corrobora gracias a las fotografías que su clienta atesoraba en casa. De ese breve romance clandestino surgiría la hija de ambos, cuya paternidad el empresario nunca llegó a hacer pública. “Pese a todo, él siguió enviando cartas y, de vez en cuando, quedaban para verse”. De hecho, algunas de esas instantáneas evidencian la relación surgida entre los dos en las que también aparece la pequeña.
La vida siguió, pero sus caminos se distanciaron poco después del nacimiento del bebé. El empresario, consciente de la situación, se negó a darle sus apellidos y ambas se mudaron a Barcelona. La madre, pasado el tiempo, desveló el secreto a su hija. Esta decidió esperar a la muerte de ambos para verificar que el hombre era realmente su padre. “La gente me suele preguntar porque los afectados tardan tanto tiempo en denunciarlo. Yo les digo que son temas extremadamente sensibles”, reflexiona Osuna, que añade: “Mi clienta, por respeto a su madre, no quiso litigar antes por lo embarazoso del procedimiento”.
Un proceso que tiene varios escenarios. El primero, la prueba de ADN extraída del sobre que en palabras de Osuna “es, hoy en día, el estudio más eficaz y rápido de contraste”, y la recogida de una muestra biológica de la demandante. Tras él, fueron enviados ambos resultados a un centro de análisis y el diagnóstico no pudo ser más esclarecedor al alcanzar un 99,9% de compatibilidad. Después, un juzgado de Santander admitió a trámite la demanda por la que se repitió la prueba de ADN, pero esta vez, mediante la exhumación del cuerpo del hombre. “Nos aconsejaron que la segunda prueba debía hacerse a un familiar directo para salvaguardar la pureza de los resultados. Al ser un momento traumático, los sobrinos del fallecido no estuvieron presentes".
El abogado de la demandante espera que el juez dé la razón a la hija tras la documentación presentada en la vista oral que se celebrará antes de que acabe el año. “Estamos en contacto con los abogados de los sobrinos. A mi clienta le correspondería por ley las dos terceras partes de la herencia”, matiza. Es decir, unos dos millones de euros tras cotejarse los inmuebles y las rentas que poseía el empresario. Más tarde, ambas partes deberán reunirse para hacer el reparto de los bienes en una segunda vista.
Osuna cree que en estos casos, al margen del patrimonio heredado, lo que realmente importa “es la dignidad de los afectados”. “Con estas demandas se consigue un fin noble porque no siempre es fácil vivir dando explicaciones sobre tus apellidos, conociendo además, quién es tu verdadero progenitor”.
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