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Refugiados
Tribuna
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Europa debe dar prioridad a la infancia en su respuesta a la guerra de Ucrania

Con demasiada frecuencia, los niños que buscan seguridad en otros países se encuentran con violencia, discriminación y marginación

Niñas ucranias refugiadas
Dos niñas ucranias refugiadas juegan con un móvil en un centro comercial polaco, donde junto a otros compatriotas, son atendidos y asesorados tras pasar la frontera, el 4 de marzo en Mlyny, Polonia.Manuel Lorenzo (EFE)

El 24 de febrero, Halyna (nombre ficticio) se despertó en Kiev y encontró a su madre llorando mientras veía las noticias en la televisión. “Comprendí que la guerra había comenzado y mis primeras palabras fueron: ‘¿Viviré hasta los 12 años?”.

Halyna oyó los misiles sobre su cabeza y las explosiones que hicieron temblar las ventanas de su casa. Tras esconderse en un refugio antibombas durante seis días, su familia hizo las maletas y se fue a vivir a un refugio en Chernivtsi, al oeste de Ucrania.

Esta es la realidad que viven millones de niños y niñas en Ucrania, y millones más que han huido de la guerra. Con este telón de fondo, la Unión Europea (UE) debe priorizar la protección de los derechos de la infancia.

La UE puede estar orgullosa de muchos de sus esfuerzos para proteger a los niños procedentes de Ucrania. Su rápida activación de la Directiva de Protección Temporal ha permitido que dos millones de niños refugiados hayan encontrado la seguridad y la estabilidad que necesitan desesperadamente. También ha movilizado más de 700 millones de euros para la respuesta humanitaria dentro de Ucrania. Pero por muy bienvenidas que sean estas medidas, la enorme escala de la crisis ha creado enormes desafíos para los gobiernos.

Cuando viajé a Polonia vi de primera mano la magnitud de la crisis y los esfuerzos de las autoridades y organizaciones nacionales para responder. Los ayuntamientos están haciendo un trabajo increíble para garantizar que los niños puedan acceder a la educación, pero no tienen fondos para contratar a más personal docente.

Pude comprobar la escasez de profesores de idiomas para ayudar a los niños y niñas de Ucrania a aprender polaco y prepararlos para su escolarización. Y no es solo el apoyo lingüístico lo que necesitan estos niños: muchos, como Halyna, tienen terribles recuerdos del conflicto; necesitarán apoyo psicosocial para integrarse en la escuela. Este es un reto en toda la UE, con países como España que acogen a 140.000 refugiados, la mitad de ellos niños. Matricular a tantos niños en los sistemas educativos nacionales exige un gran esfuerzo y una importante dotación de recursos para ampliar la respuesta escolar.

El mero hecho de que los niños de Ucrania estén protegidos y de que los gobiernos hagan todo lo posible por proporcionarles servicios es un paso positivo para la UE. Con demasiada frecuencia, los niños que buscan seguridad en Europa se encuentran con violencia, discriminación y marginación. La respuesta de Ucrania puede servir de modelo para tratar a todos los niños y niñas que llegan a Europa con dignidad y respeto, como destacó recientemente la presidenta Von der Leyen en el discurso sobre el estado de la Unión Europea.

Más de 205 millones de personas en 45 países se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria, y 60 millones de niños y niñas están gravemente desnutridos

El conflicto en Ucrania asimismo está afectando a los niños en Europa. Ha provocado un aumento de la inflación y ha contribuido a una aguda crisis del coste de vida. En los Países Bajos, el coste de los alimentos ha subido un 18,5% en los últimos 11 meses, y el 17,1% de los niños en España viven en familias que no pueden pagar sus facturas de servicios públicos, la hipoteca o el alquiler a tiempo debido a las dificultades financieras. Las repercusiones más pronunciadas se producen en los niños que ya viven en la pobreza, ya que las familias con menos ingresos se ven obligadas a elegir entre comer o calentarse.

La UE no debe perder de vista sus compromisos para hacer frente a la pobreza infantil ni desviar recursos de este esfuerzo al apoyo, igualmente importante, de los niños refugiados de Ucrania. Los esfuerzos para atajar la inflación deben ir acompañados de aumentos en las ayudas a la infancia y en las prestaciones sociales para ayudar a afrontar la emergencia del coste de la vida.

La raíz de la crisis del coste de vida es la drástica reducción del suministro de combustible fósil procedente de Rusia, del que depende en gran medida la economía de la UE. La forma en que Europa responda a esto es muy importante. Si los países no se deshacen de su dependencia de los combustibles fósiles, traicionarán a esta y a las futuras generaciones de niños y niñas.

Por último, la guerra de Ucrania, la subida de los precios de los alimentos y el combustible ha repercutido en los países con mayores necesidades. Más de 205 millones de personas en 45 países se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria, y 60 millones de niños y niñas están gravemente desnutridos. En Somalia y los países del Sahel está sumiendo a más niños en el hambre y convirtiendo una crisis en una catástrofe, en un momento en que muchos gobiernos europeos están recortando los presupuestos de ayuda al desarrollo o desviándolos para apoyar a los refugiados en sus países.

La UE debe utilizar su peso diplomático y financiero como respuesta. En Ucrania, en Europa y en todo el mundo, los niños y niñas son los más afectados por los efectos directos y secundarios de la guerra. La UE cuenta con los medios para hacer frente a estos problemas, pero será necesaria una voluntad política y compromisos a largo plazo para garantizar que estos niños reciban el mismo apoyo y protección.

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