_
_
_
_
_
DESARROLLO ÁFRICA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Merienda de blancos, merienda de negros

En la festividad musulmana del año nuevo de Senegal, quienes pueden permitírselo hacen regalos y preparan una suculenta comida. Mientras, los niños forzados a la mendicidad piden mijo y leche

Talibes
Niños talibés (aprendices del Corán que mendigan en las calles para sobrevivir) en Kebemer, Senegal.Getty Images

El año pasado, la Ashura, que se celebra 10 días después del año nuevo y en Senegal se denomina Thamkharit, cayó en sábado. Terminé de trabajar a las siete y media y, junto a un amigo, nos dirigimos a hacer una última compra a una gasolinera. A medio camino, mi compañero detuvo el coche y fue a hacer un recado. Mientras tanto, se acercaron a mi ventana dos niños talibés muy pequeños, de apenas cuatro años. Estaban muy sucios, e iban con su bote bajo el brazo. En la mirada, el miedo y el desamparo más grande del mundo. “Thiere ak mew”, musitaron con un hilo de voz. Volví la mirada por un instante y desaparecieron. Desde ese día tengo una espina clavada por no haber atendido aquella solicitud tan básica. Solo me pedían mijo y leche para cenar esa noche.

Se conoce como talibés a los niños cuyos padres, al no poder mantenerlos, dejan en las daaras o escuelas coránicas tradicionales. En muchas de ellas, son obligados, por sus maestros, a mendigar por las calles.

Cuando, hace cinco años, comenzamos nuestro proyecto El Reino de los Niños en la ciudad de Rufisque, una parte de este estaba dirigida a la nutrición. Así, dábamos a los niños beneficiarios una pieza de fruta, al menos tres veces por semana, junto con un vaso de buye (jugo extraído del fruto del baobab y potente antibiótico natural). En varias ocasiones, me encontré con gente que argumentaba que no debíamos dar fruta a los niños talibés porque en Senegal “la fruta es un lujo”. Un lujo cultivado en el país africano que cada día cruza fronteras hacia Europa y es distribuido por todos los grandes supermercados de las naciones adineradas para atender las necesidades de los niños ricos y blancos.

He llegado a pensar que aquel que dijo “hemos vivido sobre nuestras posibilidades” se refería que mucha gente atiborró a sus niños de fruta. Todos sabemos que no

He llegado a pensar que aquel que dijo “hemos vivido sobre nuestras posibilidades” se refería a que mucha gente atiborró a sus niños de fruta. Todos sabemos que no. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que deberíamos de comer, al menos, tres piezas de verdura y dos de fruta al día, lo que supondría un beneficio evidente en nuestro bienestar y en la prevención de enfermedades. Según un estudio de la universidad de Harvard, siguiendo las indicaciones de la OMS, se reduciría en un 13% el riesgo de muerte por todas las causas; un 12% por enfermedad cardiovascular, un 10% por cáncer; y un 35% por enfermedad respiratoria.

Creo que no íbamos desencaminados en nuestro proyecto cuando dábamos fruta, a no ser que uno piense que las indicaciones de la mayor autoridad mundial de la salud son exclusivas para los niños blancos de los países ricos y no para los niños negros de los países pobres.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_