El ciclo difícil de romper que empieza con un embarazo adolescente en Sudáfrica
Casi 365 menores dan a luz cada día en este país y 10 de esos nacimientos corresponden a chicas con menos de 15 años. La tasa es menor que la del resto de África, pero sigue suponiendo un obstáculo para el desarrollo y para salir de la pobreza
Las vacaciones no empezaron bien para Ainsley Robinson (nombre ficticio). Tenía 14 años y quería salir con sus amigos, pero se vio obligada a ayudar a su madre en la pequeña cocina de su chabola de zinc en Hopetown, en la provincia sudafricana del Cabo Norte. Entre ella y su madre había tensiones debido a su nuevo novio, un chico de 18 años que ya había terminado los estudios. Mientras cortaban verduras para la cena, la madre se percató de que el cuerpo de la chica había cambiado y sus pechos parecían hinchados. Al día siguiente la llevó a una clínica, donde las enfermeras confirmaron un embarazo de tres meses.
Su madre estaba disgustada; ya conocía a demasiadas adolescentes con hijos en Hopetown. Robinson tenía 15 años cuando dio a luz, en julio del año pasado. “Tuvieron que cortarme en el hospital para poder dar a luz al bebé, porque era demasiado grande”, cuenta Robinson, refiriéndose a una episiotomía, un procedimiento en el que los médicos cortan la zona entre la vagina y el ano para crear un espacio mayor por el que pueda salir el bebé.
Robinson es una de las cerca de 365 adolescentes que dan a luz cada día en Sudáfrica, según las cifras del Barómetro Sanitario por Distrito 2022/23. De ese número diario de nacimientos, 10 corresponden a niñas que aún no han cumplido los 15 años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) examina la tasa de embarazo de las adolescentes de un país (es decir, el número de niñas de entre 10 y 19 años que dan a luz sobre el total de niñas de ese grupo de edad) para comprobar la eficacia de la atención sanitaria de un Gobierno. Aunque las tasas de natalidad entre las adolescentes de todo el mundo han descendido desde 2000, el año pasado seguía habiendo alrededor de 1,5 nacimientos por cada 1.000 niñas de entre 10 y 14 años. Según un estudio publicado en 2022 en la revista South African Medical Journal, Sudáfrica registraba la misma tasa en 2020 para este grupo de edad, pero era casi un 50% más alta que la de 2017, y los autores calculaban que aumentaría hasta 1,6 el año siguiente. No obstante, es inferior a la tasa de 4,4 por cada 1.000 niñas observada en el resto de África. Según Peter Barron, asesor de salud pública, y sus coautores en ese estudio, las cifras son “muy altas” en comparación con lo que se observa en los países desarrollados.
Muchas madres jóvenes de Sudáfrica también tienen VIH: cerca de una de cada cinco en mujeres de entre 15 y 24 años que han tenido un bebé recientemente
Un elevado número de embarazos precoces es una mala noticia para las perspectivas de desarrollo de un país, porque tener un hijo en la adolescencia suele significar que la madre tiene que abandonar los estudios. Se inicia así un círculo vicioso: el no poder terminar la escuela reduce sus posibilidades de seguir estudiando o de conseguir un trabajo, lo que significa que tiene que depender de una subvención del Gobierno para cuidar de su hijo, y ella y sus hijos seguirán viviendo en la pobreza. Es más, muchas madres jóvenes de Sudáfrica también tienen VIH (cerca de una de cada cinco en mujeres de entre 15 y 24 años que han tenido un bebé recientemente, según datos del Consejo de Investigación en Ciencias Humanas). “Cualquier chica que queda embarazada en ese grupo de edad [10-14 años] representa un choque de trenes, porque es probable que se deba a relaciones sexuales no consentidas, es decir, violación”, afirma Barron.
Aunque la tasa de maternidad en adolescentes en Sudáfrica en 2022 fue un 5% inferior a la del año anterior, la cifra había seguido aumentando a un ritmo del 1,5% anual durante los cuatro años anteriores. “Fíjense en lo que ocurre en Estados Unidos”, prosigue Barron. “Año tras año, durante 30 años, la tasa de embarazos precoces ha ido disminuyendo. Idealmente, eso es lo que nos gustaría ver en una sociedad en desarrollo, porque a medida que mejoran las perspectivas educativas y económicas de las personas, disminuyen las probabilidades de que se queden embarazadas a una edad temprana”.
En Sudáfrica, por ejemplo, Gauteng y Cabo Occidental, las dos únicas provincias donde la proporción de madres adolescentes está muy por debajo de la cifra nacional, son también las que tienen las tasas más bajas de pobreza (en torno al 30%).
Los padres y los profesores no suelen hablar de sexo y sexualidad con ellas porque las consideran ‘niñas’Zozo Nene, presidente del Colegio de Obstetras y Ginecólogos de Sudáfrica
Zozo Nene, presidente del Colegio de Obstetras y Ginecólogos de Sudáfrica, afirma que en Cabo Oriental y Cabo Norte las adolescentes también luchan por acceder a servicios como anticonceptivos y abortos, y falta una educación sexual adecuada. “No son lo bastante maduras para comprender las consecuencias de mantener relaciones sexuales. Los padres y los profesores no suelen hablar de sexualidad con ellas porque las consideran ‘niñas’. Puede que escondan el embarazo, al principio por no saber qué significa la falta de menstruación, y más tarde por vergüenza. Esto las deja solas”, explica. Además, también suelen empezar la atención prenatal tarde, si es que lo hacen.
Educación y acceso a anticonceptivos
Los autores del Barómetro Sanitario por Distrito afirman que es necesario preparar mejor a los adolescentes para la vida, es decir, ayudarles a comprender qué es una relación abusiva, por qué es importante mantener sexo seguro, así como asegurarse de que puedan conseguir preservativos y anticonceptivos sin estigma.
A pesar de que todavía quedan obstáculos normativos por superar antes de que la píldora anticonceptiva diaria pueda dispensarse a través de máquinas, un sistema de autoayuda como este podría ser parte de la solución para la necesidad de planificación familiar en Sudáfrica, según se puso de manifiesto en una presentación durante la conferencia de la Sociedad Internacional del Sida celebrada en Múnich en julio. Cuando los casos de nacimientos precoces disminuyen, es porque todo el mundo —desde el Gobierno, el mundo académico y el personal sanitario hasta las ONG, pasando por los grupos religiosos y el sector privado— hace suya la responsabilidad de conseguir que las cosas cambien, afirma Nene.
Las niñas no se dan cuenta de a qué renuncian. Casi dan por sentado el embarazo y el partoPamela Jaquire, profesora que fue madre a los 17 años
El organismo profesional que supervisa la formación especializada de obstetras y ginecólogos en Sudáfrica realizará visitas a las nueve provincias para formar al personal sanitario sobre cómo ayudar a las adolescentes a conseguir anticonceptivos y una atención respetuosa. “Como profesionales sanitarios, atendemos a estas adolescentes cuando ya están embarazadas. Me gustaría que pudiéramos cambiar esto, que interviniéramos antes de que se queden embarazadas”. Para ello, opina, las adolescentes tienen que poder tomar decisiones informadas sobre sus necesidades reproductivas. “Mientras los profesionales sanitarios sigan tomando decisiones por los jóvenes en lugar de dejar que se responsabilicen de sus propias vidas, es poco probable que consigamos su aceptación”.
Al final, las cosas salieron bien para Robinson, la adolescente de Hopetown. Volvió a la escuela después de que naciera su bebé y este año terminará el octavo curso. Tiene suerte de haber encontrado el apoyo de una de sus profesoras, Pamela Jaquire, quien conoce perfectamente hasta qué punto un embarazo sorpresa puede alterar la vida de una joven. “Yo tenía 17 años cuando me quedé embarazada”, explica. “Pensaba irme al extranjero después de los estudios, pero de repente me vi en desventaja académica”. Hoy, como profesora, quiere ayudar a las jóvenes a su cargo a comprender los retos del embarazo precoz. “Las niñas no se dan cuenta de a qué renuncian. Casi dan por sentado el embarazo y el parto. Lo que me molesta en Hopetown es que, cuando hablo con los padres, para ellos se ha convertido en algo normal”.
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