“Antes, cuando tenía la regla, me encerraba en casa y detestaba ser mujer”: romper el estigma y la vergüenza de la menstruación en Congo
Una organización congoleña ha creado clubes de mujeres en seis escuelas del este del país africano para que las alumnas hablen en confianza de salud sexual, relaciones y otros temas que les preocupan, una iniciativa que ha comenzado a reducir el absentismo escolar
La campana de mediodía marca el fin de las clases en la escuela secundaria La Lune, en la comunidad de Bagira de la ciudad de Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo (RDC). La mayoría de los alumnos regresan a sus casas, pero un grupo de unas 40 chicas adolescentes se dirige a otra sala para participar en el Club Maisha, que en suajili significa club de vida, un lugar donde dos veces al mes se reúnen para conversar y recibir consejos relacionados con los desafíos que entraña ser joven y ser mujer.
Los encuentros los organiza Uwezo Afrika Initiative, una ONG que defiende desde 2018 los derechos de las jóvenes congoleñas. Las chicas se sientan en los bancos en esta pequeña sala de paredes de madera por las que se cuela el sol y un endeble techo de chapa. Therese Cito, monitora del día, apunta en la pizarra el tema la reunión: “La higiene íntima”. Muy pronto, la conversación se anima y cada una cuenta su experiencia. Después de 45 minutos de charla y confidencias, salen de la sala con algunas ideas claras: es mejor lavarse con un movimiento de adelante hacia atrás, hay ropa interior que favorece el malestar íntimo y no todos los jabones son buenos. En algunos lugares del mundo pueden parecer nociones obvias, en otros no lo son tanto, sobre todo cuando se trata de temas tabú, rodeados de estigma y de falsas creencias, que ni en la intimidad del hogar se mencionan.
“Estoy contenta con lo que he aprendido hoy. Pensaba que usar jabón me hacía estar más limpia y ahora he aprendido que no todos son buenos y que la vagina también se autorregula. Voy a usar más frecuentemente agua tibia para preservar mi flora vaginal y voy a hablar de todo esto con mis hermanas”, dice Binti Witha, de 13 años, tras el encuentro.
Cito explica que en sus encuentros también aborda temas vinculados con la salud sexual, los cambios psicológicos en la adolescencia o cómo entender y vivir la menstruación. “Este club ayuda a las chicas a expresarse libremente y a compartir experiencias y salen de aquí con las ideas claras, con ganas de compartir lo aprendido y de modificar ciertas cosas en su vida diaria”, explica.
Mis padres no han tenido nunca tiempo de hablar con nosotras de estos temas. Mi madre vuelve agotada de su trabajo en el mercado y mi padre cree que son cosas de mujeresPatricia Ciza, adolescente congoleña
En algunas comunidades de la región de Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo, se cree que la presencia de una mujer que tiene la menstruación puede ser nefasta para las plantas, los cultivos o el ganado. El resultado es que la vida de los casi 50 millones de mujeres que tienen la regla cada mes se ve limitada por este hecho natural. Por ejemplo, hay chicas no pueden asistir a ceremonias religiosas, manipular alimentos o tender al sol sus compresas de tela una vez lavadas. Y lo que es más grave, se ven privadas de derechos esenciales como la educación, el trabajo o la salud. Una simple circunstancia biológica crea un abismo entre chicos y chicas.
“Antes, cuando tenía la regla, me encerraba en casa y detestaba ser mujer. Hoy ya no siento vergüenza ni escondo los cambios que veo en mi cuerpo”, cuenta Exaucée Mwinja, de 14 años.
Este club dedicado a las alumnas adolescentes ya funciona en seis escuelas de secundaria de Bukavu, en las que además de charlas, también se fabrican compresas de tela y se distribuyen entre las alumnas. El Fondo de Población de la ONU (UNFPA) insiste en la necesidad de “apoyar a la salud sexual y reproductiva de los adolescentes proporcionándoles acceso a una educación sexual integral; servicios para prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades transmisibles sexualmente y asesoramiento en el tema de planificación familiar”.
“Mis padres no han tenido nunca tiempo de hablar con nosotras de estos temas. Mi madre vuelve agotada de su trabajo en el mercado y mi padre cree que son cosas de mujeres”, explica Patricia Ciza, de 14 años. “Cuando tuve la regla por primera vez, estaba aterrada de ver la sangre que salía de mi cuerpo. Se lo dije a mi padre y me dijo que esperara a que viniera mi madre. Cuando ella regresó solo me dijo que ya había crecido, tenía que tener cuidado con los chicos y me dio paños para que los usara”, recuerda. “Solo dos años después, cuando empecé a venir al club, entendí las transformaciones de mi cuerpo y supe cómo aceptarlas”.
Cada mes, vemos, impotentes, cómo hay niñas que se ven obligadas a volver a casa cuando les viene la reglaGeneviève Murhula, maestra congoleña
Los responsables de la escuela La Lune recibieron este programa dedicado a las niñas con los brazos abiertos. “Cada año, entre tres y cinco niñas no retornan a las aulas porque quedaron embarazadas durante las vacaciones. Cada mes, vemos, impotentes, cómo hay niñas que se ven obligadas a volver a casa cuando les viene la regla. La gente se llega a burlar de ellas o les hacen comentarios desagradables que acentúan ese desprecio social que ellas ya sienten. Pierden clase o exámenes solo por tener la menstruación”, explica Geneviève Murhula, profesora del centro.
Según la maestra, desde hace dos años hay una mayor estabilidad y presencia de las niñas en las aulas. “Queremos pensar que es en parte gracias al Club Maisha y también a las compresas que están disponibles en la escuela. Si una chica se ve sorprendida por la menstruación, se las damos para que pueda quedarse en el colegio y no volver a su casa”, se felicita.
El último Índice Global de Paz y Seguridad de las Mujeres, elaborado por el Instituto de Georgetown para las Mujeres, Paz y Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo (PRIO, por sus siglas en inglés) y publicado en octubre de 2023, situó a la República Democrática del Congo en el lugar 174 de un total de 177. En algunos aspectos, como la violencia a manos de la pareja o el uso de teléfonos celulares por parte de las mujeres, el país registra el peor resultado de los 47 del África subsahariana estudiados.
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