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“Las mujeres no son fábricas de bebés”: la demografía como herramienta política desata la ansiedad en la población, según la ONU

El último informe de Naciones Unidas subraya que las políticas de gobiernos para aumentar o reducir la natalidad siembran la preocupación entre la ciudadanía

Una multitud camina en un mercado de Bombay, en India, el país más poblado del mundo, el pasado 17 de marzo.
Una multitud camina en un mercado de Bombay, en India, el país más poblado del mundo, el pasado 17 de marzo.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)
Patricia R. Blanco

¿Que hay crisis climática? La solución pasa por convencer a las mujeres de tener menos hijos. ¿Que las sociedades están envejecidas? La medida recomendada es, entonces, la contraria, convencerlas para que tengan más hijos. El elevado crecimiento demográfico en algunos países y el envejecimiento de la población en otros —en un planeta de recursos finitos y crecientemente inestable— invita a algunos gobiernos a implantar políticas de control para disminuir, aumentar o mantener la natalidad, un enfoque “simplista” que reduce la humanidad a “números” y convierte el cuerpo de las mujeres en una herramienta sin contemplar sus derechos sexuales y reproductivos. Esta es la advertencia que se desprende del último informe del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), hecho público este miércoles, un análisis que revela una creciente “ansiedad” entre la población ante la perspectiva del aumento exponencial de seres humanos en un mundo con crisis superpuestas y con poblaciones muy longevas.

“Los gobiernos están haciendo un mayor uso de políticas con una finalidad demográfica, bien para reducir la tasa de natalidad o para aumentarla, lo que contribuye a la ansiedad de la población, porque se transmite la idea de que hay un problema demográfico que requiere una intervención del poder público”, explica Jaume Nadal Roig, demógrafo y representante del UNFPA en Ucrania, en una conversación con este diario. Este enfoque demográfico incita a aplicar políticas que, en lugar de “promover que las mujeres puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos, las instrumentaliza y las convierte en un medio para lograr un fin”, critica Nadal. Entre los casos más extremos destacan países como Irán, que ha implantado restricciones al aborto y ha prohibido que la sanidad pública ofrezca anticonceptivos gratuitos para impulsar la natalidad. O algunos Estados de India —un país que ha arrebatado a China el puesto del más poblado del mundo—, que promueven medidas para restringir los nacimientos, como políticas de un máximo de dos hijos por mujer.

La exposición a mensajes sobre la población mundial parece estar ligada a una mayor preocupación por el tamaño de la población, la tasa de fertilidad y la inmigración, según el Fondo de Población de Naciones Unidas

El pasado noviembre, la ONU anunció que la humanidad había superado los 8.000 millones de personas, al mismo tiempo que dos tercios de la población vive en lugares en los que el índice de fecundidad ha caído por debajo del llamado “nivel de reemplazo”, de 2,1 hijos por mujer. Esta cifra, que frecuentemente se enarbola como garantía de la estabilidad de la población, se ha convertido en una línea roja que lleva a gobiernos y medios de comunicación a emplear términos catastrofistas como “bomba demográfica” —cuando se supera— o “descalabro demográfico” —cuando no se alcanza—, denuncia el UNFPA.

La retórica demográfica de hecatombe poblacional, según el organismo, afecta negativamente a la opinión pública mundial. Una encuesta encargada por el UNFPA y realizada por YouGov a 7.797 personas de ocho países (Brasil, Egipto, Francia, Hungría, India, Japón, Nigeria y Estados Unidos) desvela que se percibe como “demasiado alto” el número de personas que habita el planeta. “La exposición a mensajes sobre la población mundial parece estar ligada a una mayor preocupación por el tamaño de la población, la tasa de fertilidad y la inmigración”, analiza el informe. Esta percepción es preocupante en un contexto en el que, según el organismo de la ONU, seis de cada siete personas dicen “sentirse inseguras” en un mundo amenazado por la crisis climática y en el que las tensiones se han multiplicado desde la pandemia de covid-19, con la invasión rusa de Ucrania, niveles históricos de desplazamientos masivos, economías debilitadas y escasez de alimentos y energía.

Sí es cierto, reconocen los expertos de la ONU, que el tamaño de la población entraña complejos retos en su relación con el reparto de la riqueza, el consumo de recursos naturales y combustibles o la existencia de suficientes infraestructuras, servicios de salud o programas de pensiones para asistir a la población. Sin embargo, estos problemas de índole económica o climática no deberían ser abordados desde un punto de vista demográfico, según sostienen los autores del informe.

Los retos de índole económica o climática no deberían ser abordados desde un punto de vista demográfico, sostienen los autores del informe

Por ejemplo, según detecta el informe, en algunos países donde los gobiernos implantan políticas para aumentar el índice de fertilidad, “se puede llegar a limitar el aborto, una medida que suele ir acompañada de otras como la negación de la educación sexual en los colegios o las dificultades para acceder a métodos anticonceptivos”, explica Nadal. “Es una tendencia a nivel global”, añade el demógrafo, que recuerda que las políticas en sentido contrario, de limitación de la natalidad, también han supuesto históricamente una violación de los derechos, como las esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas de América o de poblaciones gitanas de Europa.

“Las mujeres no son fábricas de bebés”, clama Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA. “La pregunta correcta no es si la población es demasiado alta o baja, sino si todas las personas viven en libertad y se respetan sus derechos reproductivos”, aseguró el pasado jueves durante la presentación del informe a la prensa, unos días antes de su publicación. Su conclusión es que, cuando se trata a la población como números y no como personas, los derechos humanos caen en el olvido.

Los datos lo corroboran. La última encuesta del UNFPA sobre el estado de la población mundial realizada en 68 países desvela que el 44% de las mujeres en pareja no puede tomar decisiones sobre el cuidado de su salud, sus relaciones sexuales o los métodos anticonceptivos. El resultado de esta situación es que “casi la mitad de todos los embarazos no son deseados”, una supresión del derecho humano básico de las mujeres a decidir libre y responsablemente si desean tener hijos y, en el caso de que así sea, cuántos serán y cuándo los tendrán.

El problema no es el de hace décadas, según incide Nadal, de no disponibilidad de métodos anticonceptivos o del coste de los mismos, sino otros: la falta de acceso a la información —como preguntas sobre los efectos secundarios— o la distancia a las que muchas mujeres viven de los centros de salud, especialmente en los países con menos recursos. “Muchas mujeres se ven obligadas a usar métodos anticonceptivos inyectables para no tener que negociar su utilización”, critica por su parte Kanen, que sitúa la contracepción como una herramienta fundamental para empoderar a las mujeres.

Crisis climática

La retórica de una población “demasiado alta” es una forma simplista, según el informe del UNFPA, de justificar “una infraestructura sobrecargada, la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la inestabilidad económica, el hambre y las amenazas a la seguridad”. “El 10% de la población es responsable del 50% de las causas de los gases de efecto invernadero”, subraya Jaume Nadal, lo que pone de manifiesto “que aquellos países con tasas de fecundidad bajas y que las quieren aumentar son los que producen la mayor parte del CO2″. Es decir, reducir las tasas de fecundidad no resolverá la crisis climática porque los países que registran más nacimientos son los que menos han contribuido al cambio climático, pese a ser quienes más sufren sus consecuencias, refuerza Kanen. Las soluciones pasan, según el UNFPA, por otras intervenciones como “pautas de consumo sostenibles o inversión en energías renovables”.

Pero además, una reducción de la población no tendría efectos a corto ni medio plazo. “Dos tercios del crecimiento demográfico que se producirá hasta 2050 se explican por el llamado ‘momento demográfico’, una inercia provocada por la juventud actual de la población mundial y por el crecimiento en la esperanza de vida”, concreta Nadal.

Tampoco aumentar la natalidad en los países con poblaciones envejecidas tendría efectos inmediatos, sostiene el informe del UNFPA: no resolvería el pago actual de las pensiones y podría generar efectos no deseados como mayores gastos en educación o sistemas de salud. En este caso, las medidas que, según los expertos, fortalecerían de manera más eficaz los sistemas de protección social son las políticas de igualdad encaminadas a favorecer una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, en las mismas condiciones que los hombres, con una estructura de apoyo que le permita reconciliar el rol productivo con el reproductivo. Y que, al mismo tiempo, los hombres continúen incorporándose a las tareas domésticas.

Por otro lado, “la inmigración tiene que ser parte de la discusión, ya que los inmigrantes elevan las ratios de fertilidad”, sostiene Kanem. La experta del UNFPA rechaza así la teoría del “gran reemplazo”, que acuñó Renaud Camus hace poco más de una década y que ahora defiende la ultraderecha blanca, según la cual las mayores tasas de natalidad de la población inmigrante terminarán por sustituir a la población originaria —y blanca— de los países de acogida.

Y ante la manipulación de las cifras demográficas, que, según el investigador del UNFPA Michael Hermann, acaba siempre en una “merma de los derechos humanos”, solo hay un antídoto posible: reforzar la “resiliencia demográfica”, es decir, la habilidad para adaptarse y anticipar los retos de una población que ha fluctuado a lo largo de toda la historia. Porque, según concluye la agencia de la ONU, “el cambio en la población es algo que se debe planificar, no temer”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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