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Navidad con liturgia africana en un barrio de Madrid

La diversidad cultural del continente se da cita en una celebración religiosa que ejerce de motor de integración y reconocimiento de la identidad de los países de origen de los migrantes

Celebracion Navidad Africana
Los integrantes del coro de la Asociación Karibu durante la misa africana en celebración a la Navidad, en Madrid, el 17 de diciembre de 2022.Paula Herrera Camacho
Paula Herrera

Un tapiz en el que se dibuja la silueta del continente africano se extiende sobre el altar de la parroquia de San Agustín, en el distrito madrileño de Chamartín. Junto a él, reposa un árbol navideño. Este sábado por la noche, a pocos días del 24 de diciembre, cerca de 200 personas —muchas de ellas migrantes de distintos países de África—, se reúnen para celebrar la Navidad con una misa africana. “La eucaristía es católica y nosotros la fusionamos con los ritos de nuestra identidad. La música y la danza propias de esta celebración, la alegría y la interacción con los asistentes, son elementos fundamentales dentro de nuestras ceremonias religiosas”, resume la congoleña Nicole Ndongala, directora de la Fundación Karibu, un organismo que brinda ayuda humanitaria a personas inmigrantes y refugiadas del África subsahariana en Madrid.

Ndongala se refiere al rito zaireño —por el Zaire, como se llamó a la República Democrática del Congo (RDC) hasta 1997—, impulsado por el cardenal congolés Joseph Malula. Este teólogo, considerado como uno de los pioneros de la africanización de la Iglesia católica en la RDC, logró que se incorporasen, dentro de la diócesis del país, las prácticas tradicionales de los distintos pueblos del África Subsahariana en la misa religiosa católica de corte colonial. “Podemos rezar en nuestra propia lengua y con nuestros propios símbolos”, dice.

Y aunque Ndongala aclara que en el continente existen muchas otras religiones, confiesa que este evento también es una convocatoria para la unión entre usuarios, voluntarios y simpatizantes del trabajo de ayuda humanitaria a quienes, debido a los conflictos internos de sus países, se ven obligados a salir. Esto bien lo sabe Judith Sankagui, de República Centroafricana. “Yo amo mi país, tenemos una gran riqueza, pero la guerra por los diamantes y el control político limitan nuestro bienestar y desarrollo. Mataron a mi padre frente a mis ojos y luego iban por mí, así que tuve que huir. Ahora, mi hijo de un año y siete meses y yo tratamos de empezar una nueva vida en la que nos podamos integrar sin tener que negar nuestra identidad, sino fortaleciéndola”, zanja Sankagui.

En España, el número total de extranjeros residentes con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor, es de 5.800.468 personas, de los cuales el colectivo africano representa el 44%, seguido por un 28% de nacionales de países de América Central y del Sur, según los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.

El evento se torna festivo. El coro de la asociación invade la parroquia con cánticos en lenguas como el lingala, el kikoto, el shiluba, el fang y el sango, y también en francés y español. El tambor, la pandereta, las maracas y las voces de los 16 integrantes de la coral anuncian el inicio de la liturgia. “Esta misa es algo especial”, dice el sacerdote de la parroquia para referirse a la lectura de la eucaristía en inglés, francés y español. Cada una de estas cuenta con la presencia de un líder que la explica en su lengua.

“Aunque nuestros países ya se han independizado, aún se mantienen varios rasgos del colonialismo, como el idioma. La idea al contar con estos tres es reducir al máximo las brechas de comunicación con los recién llegados a España”, aclara Ndongala. De acuerdo a los datos del Banco Mundial, solo en África occidental y central se hablan más de 940 lenguas minoritarias, mientras que en África al sur del Sahara hay más de 1500 lenguas y dialectos.

Nos encanta aprender lo que nos enseñan de este país que nos recibe, pero también tenemos una cultura y conocimientos que compartir
Fatouma Coulidaly, usuaria de la Asociación Karibu

El culto avanza y dos de los miembros del coro se acercan a los asistentes y toman una ofrenda llena de cacahuetes, batatas, naranjas, yuca y mandioca (un tubérculo común en África). Mientras la pareja se dirige hacia el altar, un hombre, con un bastón y un paño de hombros, simboliza a sus ancestros. “En la cultura africana, la comida, representada a través de las frutas, significa el agradecimiento por los alimentos que la tierra nos da”, reflexiona Ndongala.

Ejid Yetene, uno de los integrantes de la coral de Karibu desde hace diez años, cuenta que la representación de los ancestros dentro de la misa es un elemento clave. “Son ellos los que interceden para que nuestras plegarias se transmitan a Dios. Son nuestros abuelos, bisabuelos y todas las generaciones que nos preceden quienes nos guían”, precisa. Mientras la ceremonia avanza, cada vez son más los que se suman a la celebración.

De repente, una canción, la última de las 20, anuncia el fin de la ceremonia, y a la vez el inicio de la festividad que se celebra con afrobeat y comida para todos. Es el momento más distendido, que busca fortalecer las redes de apoyo entre los asistentes. “Las melodías son parte de nuestra vida. Acompañan los funerales, los nacimientos, los bautizos, están en todos los momentos importantes de nuestra sociedad, independientemente de las creencias que tengas”, comenta Yetene mientras recorre las mesas que, en menos de 10 minutos, se han preparado para colocar la comida tradicional africana y los alimentos típicos de Madrid.

La comida evoca la unión. Bien lo saben los asistentes, que picotean algunos platos africanos, como alitas de pollo, buñuelos y plátano frito; pero también empanadas, tortilla de patatas y croquetas. “Este es un momento de complicidad entre todos, sin distinción de origen y religión. Así, quienes son musulmanes, ortodoxos o de cualquier otra creencia pueden llegar y servirse lo que quieran, aunque no hayan estado en la misa”, comenta con alegría Nicole Ndongala.

Para Fatouma Coulidaly, una de las usuarias de la asociación, estos eventos son un punto de encuentro con más personas de Costa de Marfil —donde nació—, pero también de aprendizaje de las culturas de países vecinos como Mali, Burkina Faso o Ghana. “Damos a conocer nuestras tradiciones. Nos encanta aprender lo que nos enseñan de este país que nos recibe, pero también tenemos una cultura y conocimientos que compartir”, dice, mientras se acomoda el traje tradicional de su país. Y continúa. “Casi nunca nos ponemos nuestras ropas tradicionales porque aquí el clima es diferente. Momentos como estos nos reviven los días con nuestras familias, con nuestra identidad, por eso, hoy estoy muy contenta de compartir lo que soy: mujer africana”, finaliza.

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