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Cuando internet no es una barrera (por muy lejos que vivas)

En Colombia acceder a la red es un servicio público esencial desde julio, pero la brecha digital en las zonas rurales de Medellín sigue siendo del 60%. Una iniciativa del Ayuntamiento está llevando routers a un corregimiento alejado como prueba piloto para hacer realidad ese derecho

César Correa (9) juega con el teléfono de su madre, en el corregimiento de San Sebastián de Palmitas, en noviembre.
César Correa (9) juega con el teléfono de su madre, en el corregimiento de San Sebastián de Palmitas, en noviembre.Santiago Mesa
Noor Mahtani

La pandemia pilló a Sofía Ríos, de ocho años, con más dificultades que muchos niños de Medellín para seguir aprendiendo. Vive en el corregimiento de San Sebastián de Palmitas, un precioso pueblo rural a escasos 40 minutos de Medellín, aunque nada se parece a la vida en la ciudad. Aquí no llegan las prisas ni el cemento. Pero tampoco internet. ¿La solución para no perderse las clases que se impartieron a través de plataformas virtuales? Una especie de locutorio improvisado hecho de madera y telas impermeables con una silla de plástico dentro, ubicado en un extremo de la finca; el único rincón de la casa al que llegaban los datos del móvil de su mamá, Luz Análida Ríos Ospina, de 39 años.

“Pagábamos 30.000 pesos (ocho euros) por semana y no siempre nos alcanzaba. Había meses que perdía varios días”, recuerda la madre. La familia ingresa cerca de 900.000 al mes. Unos 200 euros. Un proyecto del ayuntamiento para acercar la conexión a los alrededores del municipio colombiano convirtió este ranchito que hacía de sala de estudios en un trastero. “Ahora no lo necesita; se puede unir desde dentro de la casa”, narra.

Conectarse a internet es una obligación a cargo del Gobierno. La Ley 2108 de 29 de julio de 2021 establece de forma expresa el acceso como un servicio público de carácter esencial en Colombia. Pero hasta ahora es un derecho que no sale del papel. La brecha digital en los cinco corregimientos de Medellín es casi del 60%, según los últimos datos de la administración. Apenas cuatro de cada diez casas cuentan con conexión al mundo virtual. Una cifra que se invierte en la capital. Para cerrar este abismo entre ciudadanos del mismo municipio, el ayuntamiento lanza un proyecto piloto en el que se instalaron 20 routers con 30 megabytes por segundo que hacen del trabajo, los estudios y el ocio, algo más fácil.

Doña Luz Análida Ríos Ospina (39) en su casa de San Sebastián de Palmitas, Medellín, frente al ordenador del técnico de la Alcaldía.
Doña Luz Análida Ríos Ospina (39) en su casa de San Sebastián de Palmitas, Medellín, frente al ordenador del técnico de la Alcaldía.Santiago Mesa

Esta iniciativa surge en el laboratorio de innovación Mede-inn. El equipo encargado mapeó 238 retos para mejorar la ciudad desde convocatorias abiertas. De todas ellas, tres fueron seleccionadas como prioritarias. “Llevar conectividad a los corregimientos fue una de ellas”, explica Jennifer Atehortua López, subsecretaria de Ciudad Inteligente de la Secretaría de Innovación Digital de Medellín. “La topografía acá es muy difícil, estamos entre montañas”. Pero el runrún era el mismo: “Tiene que haber una forma de que llegue”.

“Las propuestas que se presentaron fueron evaluadas por ciudadanos de la cuádruple hélice (Estado, universidad, empresa y emprendedores). Algunos eran ingenieros especialistas otros tenían experiencia en telecomunicaciones”, explica Gabriel Osorio, del equipo de Ciudad Inteligente, “tuvieron en cuenta parámetros como la mayor cantidad de hogares conectados, mayor ancho de banda en la conectividad entregado a cada hogar, mayor cantidad de veredas con cobertura, estabilidad de la solución, tiempo de entrega...”.

La empresa TIC Line fue la elegida para afrontar el reto. “Además de darnos una solución muy buena, y nos iban a regalar 20 tablets para los beneficiarios”, cuenta Atehortua. Y es que, dado que nunca antes habían tenido acceso a internet, el único dispositivo inteligente de las familias eran los teléfonos móviles. Muchas veces, solo uno por grupo. El proyecto aspira también a proporcionar cursos básicos para que las familias (en su mayoría, de campesinos) sientan la tecnología como un “aliado” y no algo lejano y complicado. El proyecto durará un año y una vez acabada la prueba piloto, aseguran, se buscará la forma de darle continuidad al modelo gratuito. Además de los 20 beneficiarios directos, se instaló una zona wifi pública en una de las veredas del corregimiento, que será alimentada de energía proveniente de paneles solares.

En la repisa de la casa de Doña Luz Ríos descansa un florero hecho con una botella de alcohol, unas margaritas a base de envoltorios de detergentes y un artefacto para sostener el móvil con tapas de botellas derretidas. Youtube ha abierto un mundo de oportunidades en la casa de estos campesinos dedicados a la siembra de plátano y café y al reciclaje. “También estoy aprovechando para aprender técnicas de cultivo más sostenible”, cuenta. “He aprendido nuevos injertos, venenos naturales… Lo hemos tenido poquito tiempo, pero lo hemos aprovechado”, se ríe. Sofía le sacó provecho también: desde hace unas semanas, se sienta casi todos los días delante de la pantalla a aprender inglés.

El corregimiento de San Sebastián de Palmitas, con una brecha digital del 60%.
El corregimiento de San Sebastián de Palmitas, con una brecha digital del 60%.Santiago Mesa

La familia fue escogida por una de las maestras de la escuela rural de la zona, encargada de identificar los hogares en los que más falta hacían. Una semana después de informarse, ya tenían a los técnicos en la casa instalando el equipo. Hasta ahora, dicen, les funciona bien. Esta semana entrante se repartirán las ansiadas tablets que, asegura, facilitará la conexión: “Hasta ahorita somos tres que nos conectamos desde el mismo celular”.

En la casa de César Correa Sucerquia, de nueve años, internet llegó como agua de mayo. Aunque a Magalí, la madre, le hubiera gustado que se aplicara más con los estudios, para el pequeño tímido es una enorme fuente de diversión: “Acá escucho música y juego”, expresa sin apartar los ojos de la pantalla. Esta pequeña casa de madera presume de dos enormes ventanales sin cristal con vistas a un hermoso barranco que esconde todas las tonalidades de verde. Antes de la pandemia tenían cierta estabilidad económica, pero la covid-19 lo puso todo patas arriba. “En ese tiempo ni celular tenía. Así que los estudios de César iban a estar bien difíciles. Él no me estudiaba nada”, narra. Se gastaron la mitad de su salario mensual en un teléfono para que pudiera conectarse con datos. Ahora, con un teléfono y conexión gratuita, se ríe, no tiene excusa para no estudiar. César, sin embargo, sigue con la mirada clavada en los dibujos como si la cosa no fuera con él.

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