La ideología en el espejo
Las mutaciones pueden ser progresivas y regresivas, pero al final las formas de pensar siempre se acomodan al cuerpo
Un viejo amigo me citó en un bar para darme personalmente la noticia del gran cambio que se había producido en su vida. Cuando llegué estaba sentado en el taburete de la barra y al principio no noté nada especial. Por fuera parecía el de siempre y bebía como siempre. Se le veía feliz, pero no ebrio. Sin que en la noticia influyera para nada el alcohol me dijo que me había llamado para notificarme oficialmente que había cambiado de ideología: ya no era de izquierdas, se acababa de pasar a la derecha y quería que yo lo supiera. La ideología de izquierda le parecía periclitada, pura farfolla de la que se avergonzaba; se le veía poseído de esa rara euforia del converso que arremete contra su pasado y por otra parte cree que el mundo está lleno de idiotas. Al principio pensé que era uno más quien con la edad había seguido la deriva natural de hacerse conservador porque sus chips ya saturados rechazaban las formas con que las nuevas generaciones viven esta locura acelerada que ha tomado la historia. Ese tránsito se realiza sin que uno se dé cuenta a través de un creciente cabreo al verse viejo y postergado. Pero últimamente, estos vuelcos se producen de forma repentina, como una revelación que te vuelve el cerebro del revés solo por el hecho de respirar la descarga de polen de derechas que inunda la atmósfera de todo el planeta. Es lo más parecido a una mutación transgénica. Mutar consiste en cambiar el material genético de una célula. Es una operación que se produce en los laboratorios para alterar la naturaleza de los alimentos. También se da en las ideologías. Las mutaciones pueden ser progresivas y regresivas, pero al final las formas de pensar siempre se acomodan al cuerpo. No se piensa lo mismo en un bar con una copa en la mano que desnudo en el cuarto de baño. A mi amigo le sucedió que al mirarse desnudo en el espejo supo lo que había pasado. Su genoma había sido alterado. Ahora su pensamiento se correspondía con la ruina del cuerpo que le devolvía el espejo.
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