Hambre en Gaza
Las iniciativas de Estados Unidos y la Unión Europea para socorrer a los civiles de la Franja no deben opacar la necesidad imperiosa de un alto el fuego
Gaza se muere. También de hambre. El inhumano cerco con el que el Gobierno de Benjamín Netanyahu castiga desde hace cinco meses a la Franja a raíz del brutal ataque de Hamás contra Israel ha provocado ya las primeras muertes por desnutrición.
El horror de lo que está sucediendo allí ha provocado que Estados Unidos, el principal valedor de Israel, haya comenzado a modificar su tradicional política de respaldo incondicional. Así, aviones estadounidenses han lanzado alimentos en paracaídas a la población civil palestina —práctica que también realiza Jordania— y Washington ha anunciado la construcción de un puerto provisional en Gaza. En paralelo, la Unión Europa ha prometido la apertura inminente de un corredor marítimo desde Chipre.
Son dos medidas de urgencia que, sin embargo, no deben opacar la imperante necesidad de un alto el fuego. Además, de llevarse a cabo, las operaciones para paliar la falta de agua y comida podrían quedar al albur de serias trabas. Construido con tecnología militar, el puerto provisional sería relativamente rápido de poner en funcionamiento —entre 45 y 60 días—, pero no está claro el papel que jugará Israel en el desarrollo de los acontecimientos. Según fuentes de la Administración norteamericana, la iniciativa cuenta con el apoyo del Gobierno israelí. En realidad, esto significa que puede controlar la llegada de esa ayuda y que de nuevo tendrá en su mano regular, o incluso detener, la entrada de alimentos, medicamentos y otros bienes esenciales tal y como ha venido haciendo desde 2005, cuando evacuó a sus colonos de la Franja y la bloqueó.
Lo mismo sucede con el corredor marítimo europeo: aunque funcionara antes que el puerto estadounidense, no estaría asegurado en uno de sus momentos más críticos —la descarga del material—, dado que debería ejecutarse en una zona que forma parte del teatro de operaciones militares. Las negociaciones para alcanzar un alto el fuego siguen encalladas por las garantías que uno y otro bando exigen sobre la vida de los rehenes y sobre la duración de la tregua. Mientras, la población civil palestina sigue muriendo.
La paradoja es que ni el puerto provisional ni el corredor marítimo serían necesarios si Netanyahu autorizase la apertura de los pasos terrestres que han venido funcionando regularmente desde hace 19 años y, sobre todo, si ordenase detener la desproporcionada operación en la que ha embarcado al ejército de su país.
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