El apocalipsis mediático tiene cura: entrenar periodistas, no IA
El negocio está en crisis, pero el periodismo vive una era dorada, impulsada por nuevas herramientas digitales, nuevas fuentes de datos, nuevos métodos de verificación
Este ya es un mal año para la prensa norteamericana. El New York Daily News y Forbes empezaron paros de fogueo el pasado jueves, y 400 empleados de Condé Nast (Vogue, Vanity Fair, GQ, Wired, The New Yorker, etc) pararon durante 24 horas para protestar contra las negociaciones para despedir a un centenar de trabajadores. La revista Time ha prescindido ya de un centenar de personas; Los Angeles Times, de más del 20% de su redacción; Business Insider, del 8%. The Washington Post acaba de negociar la salida de 240 empleados. Pitchfork ha sido encartada en GQ. Todo el personal de Sports Illustrated podría ser despedido.
“Los periodistas acaban de descubrir que el periodismo podría casi dejar de existir en un futuro cercano, y que cualquier forma que adopte está siendo moldeada por ejecutivos que no tienen una idea clara de cómo crear un negocio sostenible”, escribe la revista New York en un artículo titulado El apocalipsis de los medios. Son huelgas históricas en una profesión cuyas condiciones se han degradado notablemente con el nuevo milenio. Los que salen a la calle son noticia porque tienen contrato y comité de empresa, una situación privilegiada y minoritaria en los medios de comunicación. La existencia de colaboradores autónomos que no pueden permitirse apoyar una huelga debilita la posición de todos. No va a ser como la huelga de guionistas de Hollywood. No van a ganar.
La inteligencia artificial es el síntoma, no la causa. Nadie cambia periodistas por modelos de IA para mejorar el producto, sólo para “optimizar” la producción. Esa es la ideología que sedujo a la prensa hace 20 años y que nos ha traído hasta este momento. El día que contrataron su primer optimizador de buscadores (SEO, por sus siglas en inglés), los medios empezaron a trabajar para Google, en lugar de escribir para el lector. Cambiaron audiencia por tráfico, hinchando artificialmente las visitas gracias a la red social.
No todo fue malo: nos permitió regalar periódicos y sostener la producción. Un sueño, especialmente después de la crisis financiera que dejó a tantas familias en la quiebra. En el proceso, la máquina de optimización fue degradando el producto y también las redacciones, que prescindieron de sus veteranos para contratar influencers y expertos en trending topics. Toda esa optimización estaba pensada para un modelo publicitario que ya no existe, porque se lo han quedado Google y Meta gracias a nuestra colaboración. El mismo pacto fáustico vertebra los acuerdos de OpenAI con empresas como Axel Springer. El desenlace será mucho más rápido y devastador.
El primer aviso llegó en 2019, cuando un cambio en el algoritmo de Facebook hundió a los medios más “optimizados” como Playground y Buzzfeed. Carlo Padial relata el momento en su simpática novela Contenido. Entonces algunos medios decidieron levantar muros de pago y proteger su producto, recuperar su relación con la audiencia a través de modelos de suscripción. Para salvarnos, no basta con eso. El negocio está en crisis, pero el periodismo vive una era dorada, impulsada por nuevas herramientas digitales, nuevas fuentes de datos, nuevos métodos de verificación. Esa revolución, que yo llamo, está ocurriendo fuera de las redacciones. El futuro depende de transformar las redacciones entrenando a los periodistas, no los modelos de IA.
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