Hombres sabios: la desesperación como materia prima

Uno no debe creerse, uno debe repetir la presión, fingirse infalible hasta que algo se presenta como si hubiera sido dicho por otro

Una mujer corre junto a la estación de tren de Atotxa, en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

Salí a correr por lo que llamo “circuito clásico”, ocho kilómetros que pasan por un cementerio y varios talleres mecánicos hasta internarse en una calle amparada por árboles altísimos que parecen beber del cielo como si fuera una vena de luz. Cuando corro así, en un día como este, hecho de agua, sólo puedo pensar en aquel verso de Anne Carson: “Aquí tenéis mi consejo. Aguantad. Aguantad la belleza”. Voy sostenida por las voces de hombres sabios. El gran G., que alguna vez me dijo, ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Salí a correr por lo que llamo “circuito clásico”, ocho kilómetros que pasan por un cementerio y varios talleres mecánicos hasta internarse en una calle amparada por árboles altísimos que parecen beber del cielo como si fuera una vena de luz. Cuando corro así, en un día como este, hecho de agua, sólo puedo pensar en aquel verso de Anne Carson: “Aquí tenéis mi consejo. Aguantad. Aguantad la belleza”. Voy sostenida por las voces de hombres sabios. El gran G., que alguna vez me dijo, en medio de un malicioso olor a trementina que ascendía desde su taller: “Al fin y al cabo ningún artista se salva de encontrarse consigo mismo demasiado pronto; la experiencia de encontrarte a vos mismo mucho antes de lo que podés”. El gran F., que el otro día en su casa, mientras fumaba un poco y tomábamos té, me dijo una frase del pianista y compositor argentino Gerardo Gandini: “Que lo imprevisto se torne necesario”. Son frases que me leen a mí mejor de lo que yo las leo a ellas, por tanto, es una lectura poderosa. En las obras completas de Sigmund Freud hay algo que él aplica a sus pacientes: “Uno no debe creerles. Uno debe suponer siempre, y también exteriorizarlo, que ellos se reservan algo porque no lo consideran importante o lo sienten penoso. Uno persevera en esto, repite la presión, se finge infalible, hasta que efectivamente se entera de algo”. Es el trabajo de una vida: uno no debe creerse, uno debe repetir la presión, fingirse infalible hasta que algo, efectivamente, se presenta como si hubiera sido dicho por otro. Así que yo presiono, insisto, y lo que sale esta mañana, corriendo entre los vivos y los muertos, es la frase que me dijo el gran D. hace dos noches, cuando me vio con la mirada perdida, me preguntó en qué estaba pensando, le dije: “Intento escribir, pero se me escapa”, y me respondió: “Tu materia prima es la desesperación. Usala”.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Sobre la firma

Más información

Archivado En