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Columna
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Jugar como una chica

El desarrollo del deporte femenino no solo está derribando barreras, sino que tiene el potencial para revolucionar los parámetros de los valores que mostramos en el terreno de juego

Jugar como una chica / Máriam M Bascuñán
del hambre
Máriam Martínez-Bascuñán

En el espectacular vídeo de uno de los patrocinadores de la selección francesa de fútbol, con motivo del Mundial femenino, vemos a unos intrépidos jugadores masculinos dominando el juego con estilo, elegancia y táctica, para descubrir de pronto que es un montaje hecho con inteligencia artificial. Lo que realmente vemos es una compilación de los mejores goles de la selección femenina. Muchos dirán que era cuestión de tiempo que el fútbol femenino ganara visibilidad. Desde luego, en un mundo donde no se juega limpio con los referentes (es más meritorio ganar Roland Garros si eres varón) es algo extraordinario que cada vez haya más chicas que quieran y estén cómodas jugando al fútbol. No siempre fue así.

Nos enseñaron que había una forma de lanzar, sentarse o moverse como una chica, algo que se debía a una esencia femenina que condicionaba nuestra forma de estar en el mundo. Pero supimos que lo que nos condicionaba era lo que se esperaba de nosotras: cuidado, no silbes que eso es de niños; cuidado, no te espatarres haciendo el pino que es algo muy feo en las niñas. Esas imposiciones sobre lo que se esperaba de nosotras como chicas provocaba que no acabáramos de utilizar todo el potencial de nuestros cuerpos porque, al hacerlo, violentábamos nuestra supuesta feminidad. Hay diferencias físicas que son innegables, pero descubrimos que, al emprender algunas tareas, no nos fallaba tanto la pura fuerza bruta como nuestra capacidad para coordinarnos muscularmente. Cuando lanzábamos una pelota no girábamos el torso o levantábamos el brazo como ellos, sino que permanecíamos erguidas. No era la fuerza lo que provocaba la diferencia, o no de forma tan determinante, sino la indecisión o la falta de seguridad con la que nos enfrentábamos a cualquier reto físico por miedo a que nos juzgaran poco femeninas.

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El desarrollo del deporte femenino no solo está derribando esas barreras, sino que tiene el potencial para revolucionar los parámetros de los valores que mostramos en el terreno de juego. Se dice que el fútbol masculino es más espectacular porque, a veces, incluso duele verlo, como ocurre con los partidos de Nadal o Alcaraz. Pero la visibilidad de las mujeres en el fútbol permite enseñar otras posibilidades que también pueden explorarse desde el deporte, especialmente el juego en equipo, como sucedió con La Roja que ganó el Mundial masculino de 2010. El fútbol masculino, sin embargo, parece hoy orientado a potenciar y valorar otras cosas. Contaba la escritora y activista Pauline Londeix que incluso el Balón de Oro estaba pensado solo para el delantero y no para el portero o el defensa, y que esa era una expresión del individualismo que premia hoy el fútbol masculino. Queda por ver si el desarrollo del deporte femenino permitirá revolucionar los parámetros de lo que ponemos en valor en la cancha o el terreno de juego. De momento, ellas han conseguido entrar en los ámbitos tradicionalmente ocupados por los hombres y tener como referentes a jugadores masculinos. Solo falta que ellos también quieran parecerse a lo que las mujeres representan.

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