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Columna
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Cerebros colonizados

Me pregunto si nuestras ideas y preferencias también son inducidas. Si los Bernay de turno, desde la sombra, dictan nuestros pensamientos y decisiones

Una mujer exhibe su “antorcha de libertad” en Nueva York, en 1928, en una acción organizada por Bernay para la American Tobacco Company.
Una mujer exhibe su “antorcha de libertad” en Nueva York, en 1928, en una acción organizada por Bernay para la American Tobacco Company.Getty

En una revista que no viene al caso reencuentro el nombre de Edward Bernays (Viena, 1891-Massachusetts, 1995), cuyos méritos mayores no fueron vivir más de 100 años ni haber sido sobrino de Sigmund Freud. Algo, no obstante, se le pegó del tío (la teoría del subconsciente y eso) que le resultó útil en el desempeño de su especialidad: la manipulación de las masas. Aún suena su nombre de vez en cuando en debates sostenidos por contendientes que acuden a la lid dialéctica pertrechados con algo más que opiniones. Se le atribuye el primer libro consagrado a las relaciones públicas, Crystallizing public opinion, del que hubo edición española hace unas décadas. Describió con abundancia de ejemplos prácticos la técnica de imbuir deseos, convicciones y necesidades a los demás.

Durante el desfile neoyorquino de Pascua de 1929, en medio del gentío que abarrotaba la Quinta Avenida, 10 mujeres se arrancaron a fumar sendos cigarrillos: un escándalo, una provocación, que ellas, en declaraciones a la prensa, tildaron de ruptura de un tabú. Al poco, imágenes de mujeres fumadoras ilustraron periódicos y revistas. Entre las 10 citadas estaba la secretaria de Bernays, el cual había ideado la acción con el objeto de aumentar las ventas de tabaco en Estados Unidos, lo que consiguió. No menos célebre fue su campaña, con el conchabamiento de médicos remunerados, en pro de un mayor consumo de panceta, perdón, beicon en aquel país.

Me pregunto si nuestras ideas y preferencias también son inducidas. Si los Bernays de turno, desde la sombra, dictan nuestros pensamientos y decisiones. Si andamos por la vida con la mente colonizada, ¿por quién, para qué?, y ni siquiera lo sospechamos. Si no somos de derechas porque creemos erróneamente que somos de izquierdas o viceversa. De todo esto los demagogos saben mucho, casi tanto como los que nunca dudan.

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