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Columna
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Sólo: Javier Marías gana la batalla después de muerto

La diferenciación entre sólo y solo generó una revuelta de autores y académicos que se negaron a cumplir

RAE Solo
La palabra solo, con y sin tilde, en el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE.Lucia Pardo
Berna González Harbour

Sólo aquellos que sufrimos cuando cambian las reglas de la RAE entendemos lo solos que nos sentimos al ver tambalearse los cimientos de nuestro aprendizaje. Para los que crecimos en los setenta bajo la batuta católica es algo similar a cuando el Papa dio por cerrado el limbo. Compréndanlo: en nuestra infancia, en medio del terror al infierno y a un demonio que podía aparecer por cualquier esquina si uno tenía malos pensamientos —lo que era frecuente—, nos tranquilizaba la idea de que los bebés muertos sin bautizar pudieran ir a ese sitio tan especial donde estaban a salvo. Qué misericordiosa parecía entonces la religión.

Pero resultó que el limbo era opinable. Joseph Ratzinger lo puso en duda en los ochenta y lo liquidó en 2006, sin mucho ruido, cuando una comisión teológica lo omitió cuidadosamente y él ya era Papa. A partir de ahí muchos se preguntaron por el purgatorio, otro territorio que nos tranquilizaba un poco a los que no íbamos a ir directos al cielo porque algo habríamos hecho, pero que tampoco merecíamos arder eternamente en las llamas del infierno. De éste (que también se puede volver a acentuar), Juan Pablo II llegó a decir que no era “un lugar”. Y por la Santísima Trinidad, mejor ni preguntar.

Así fue como las verdades absolutas de nuestra infancia empezaron a derrumbarse, pero nos quedaban otras importantes. Y una era la lengua. Aquellas normas que logramos meternos en la cabeza contaban, además, para las notas. Cualquier fallo podía quitarte puntos. Por ello los cambios abruptos que adopta la Real Academia nos dejan en shock. Así ocurrió con la eliminación de la tilde en “sólo” cuando equivalía a solamente y lo es ahora cuando la RAE vuelve a permitirlo, aunque a última hora de ayer matizó que únicamente en caso de ambigüedad.

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A los seres temerosos de la legalidad vigente estos giros nos desconciertan. Nos ocurrió con whisky o güisqui, Qatar o Catar, quórum o cuórum, i griega o ye y muchas cosas más. En el caso de la diferenciación entre sólo y solo, el enfado generó una revuelta de autores y académicos que se negaron a cumplir. “No seré dócil ni asumiré lo que mandan. Confío en que un día eso se rectifique por el bien de la lengua española”, llegó a decir Javier Marías, uno de los líderes de la insumisión. Hoy Marías, como el Cid, parece haber ganado una batalla después de muerto, aunque quede guerra. Gracias.

Con suerte, cualquier día devolverán la tilde a guion o truhan. Sólo hace falta que se queden solos.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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