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Columna
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Mujer

El próximo día 8 saldremos a reivindicar lo que es de justicia: dignidad económica, legal y social para llegar a ser simplemente personas

8-M
Una mujer durante una manifestación feminista en Madrid.Álvaro García
Najat El Hachmi

A las puertas del 8-M cabe recordar que ser mujer no es ni un sentimiento ni una identidad. Una no abre los ojos al mundo diciéndose “me siento mujer, así que debo serlo”. Tenemos la costumbre de nacer como seres humanos con unas características sexuales que nos vienen dadas y luego ya la cultura se ocupa de articular sobre esas características todo tipo de normas para crear una urdimbre tupida de opresión, exclusión y discriminación. Porque por alguna razón que todavía no alcanzamos a comprender, quienes pertenecen al otro sexo, el correcto y adecuado, se autoproclamaron representantes de la humanidad entera y relegaron a sus compañeras de especie a un subgénero más cercano a la condición animal. Es preciso dejar de lado la narcisista manía de calibrarlo todo desde una óptica occidental para ver que en casi todo el mundo lo que sigue dominando es precisamente esa red de normas también conocida como patriarcado. Porque se cree que las mujeres son inferiores (y no porque ellas se sientan muy femeninas) es lo que hace que en Afganistán estén siendo sepultadas en vida, en Irán duramente represaliadas, en casi todas partes explotadas. También aquí, por supuesto, donde la esclavitud se oculta detrás de felices términos como temporeras, trabajadoras sexuales o gestación subrogada.

Así que no, no somos un sentir ni una identidad porque la identidad se suele adscribir a un grupo concreto con particulares características y las mujeres somos incluso un poco más de la mitad de la población mundial. No tenemos una cultura común que defender ni pertenecemos a una minoría étnica que se pueda incluir dentro de un surtido mercado de la diversidad. De hecho, casi siempre que nos otorgan una identidad esta suele ser la de nuestros verdugos, la que inventaron para que sigamos sometidas. Ser mujer no es comparable a tener una determinada orientación sexual ni una religión ni un color de piel entre otras cosas porque las mujeres tenemos distintas orientaciones sexuales, colores de piel y religiones. Tampoco somos una categoría distinta a la “clase obrera” ni suponemos una corriente dentro de la defensa de los derechos laborales ni somos una subcategoría de trabajadoras. Somos la clase trabajadora, sea o no reconocida nuestra fuerza con un salario.

El próximo día 8 no saldremos a celebrar ninguna fiesta porque no nos empoderan ni la purpurina, ni el maquillaje, ni el hijab, ni el twerking, saldremos a reivindicar lo que es de justicia: dignidad económica, legal y social para llegar a ser simplemente personas.

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