Cuando la belleza es viral

Si tomamos las riendas, las redes sociales pueden revelarse como una formidable herramienta de acceso al conocimiento

Una mujer hace una foto a un cuadro en el Museo Thyssen.INMA FLORES (EL PAIS)

Cuando el 14 de marzo de 2020 el Gobierno español declaró el estado de alarma ante la expansión del virus de la covid-19, hubimos de prepararnos para un confinamiento insólito y de duración indeterminada. Un desafío familiar, logístico y emocional que cada uno gestionó como pudo. Pensé que era un buen momento para viajar y alimentar el espíritu, así que visité más de 100 museos del mundo durante aquellas semanas. Volví a las salas de algunos ya conocidos, como el Louvre, el M...

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Cuando el 14 de marzo de 2020 el Gobierno español declaró el estado de alarma ante la expansión del virus de la covid-19, hubimos de prepararnos para un confinamiento insólito y de duración indeterminada. Un desafío familiar, logístico y emocional que cada uno gestionó como pudo. Pensé que era un buen momento para viajar y alimentar el espíritu, así que visité más de 100 museos del mundo durante aquellas semanas. Volví a las salas de algunos ya conocidos, como el Louvre, el MoMA o el Museo Británico, aunque reconozco que fue más gozoso descubrir algunos más pequeños, lejanos o desconocidos. Una noche, volaba al Museo Frida Kahlo de México, saltaba al Brooklyn Museum para acabar la velada admirando algunas de las maravillas de la Galería Uffizi de Florencia.

Todo eso fue posible gracias a una de las mejores aportaciones que Twitter ha hecho a la divulgación cultural: la posibilidad de confeccionar listas temáticas, una herramienta que va a contracorriente de las dos dimensiones básicas de una red social: el caos y la sobreabundancia de actores y de contenido. Una lista de Twitter es el nuevo archivo, una “caja” donde uno puede clasificar por asuntos las cuentas que encuentra interesantes sin necesidad de seguirlas todas. Es decir, información ordenada en virtud de un criterio y gustos personales, ya sean estos el fotoperiodismo, el medio ambiente, la política de Canadá, el diseño gráfico o la actualidad africana. Con más de 320 millones de cuentas, es difícil no encontrar aportaciones para una lista interesante.

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Museos del mundo es el nombre de la lista, abierta a todos los usuarios, que confeccioné durante aquellos días y que sigo alimentando con nuevos museos. Centenares de instituciones culturales rivalizan ahora en identificar las mejores narrativas en las redes sociales para compartir sus tesoros y actividades con visitantes que se encuentran a miles de kilómetros de distancia. Cuando logramos salir de la burbuja en la que el algoritmo nos encierra junto a nuestros adeptos ideológicos y nuestros debates diarios, pueden suceder algunos milagros, como no cruzarte en el camino con un solo tuit que destile odio o incite a la polarización. Si tomamos las riendas, Twitter puede revelarse como una formidable herramienta de acceso al conocimiento, un lugar de encuentro con la belleza y la cultura que nos ayuda a capear tiempos difíciles.

Por cierto, que la belleza, de mano de la literatura, ha vuelto a ganar recientemente otra batalla en Twitter, esta vez no contra la desesperanza sino contra la mediocridad. Sucedió el pasado lunes, cuando la escritora Almudena Grandes recibió, a título póstumo, la medalla que la convierte en Hija Predilecta de Madrid. El alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, no asistió al reconocimiento, como tampoco la vicealcaldesa, Begoña Villacís. Elocuentes ausencias que quedaron enterradas bajo las muestras de cariño y agradecimiento que los asistentes al acto dispensaron al viudo, el poeta Luis García Montero y a los hijos de ambos. El periodista Fernando Olmeda captó con su móvil un momento de especial intensidad y belleza. Lo subió a Twitter: el vídeo de una ovación interminable de todo el teatro, puesto en pie, en recuerdo de Almudena Grandes y en apoyo a toda su familia. La secuencia ha superado las 400.000 reproducciones y ha sido compartida hasta ahora por más de 3.000 personas. Los aplausos a la escritora resuenan ahora en los móviles y los ordenadores de miles de españoles. No hay forma más bella de practicar la viralidad y de responder a un desprecio.

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