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Columna
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Gerard Piqué no es tenista

El mismo derecho que tiene el futbolista a ser empresario y modernizar competiciones, lo tienen los participantes de esas competiciones a que él no las juegue

Piqué, en el set de grabación en el que respondió a varios periodistas esta madrugada en su canal de Twitch.
Manuel Jabois

Lo más divertido de los audios de Piqué y Rubiales es cuando el primero cree buena idea que el rey emérito les mueva sus contactos para que la Supercopa de España se celebre en Arabia Saudí; tienes un negociete y se lo vas a contar al lobo de Wall Street. Están empezando, si no, no se explica. Qué pensaban que iba a hacer el emérito con sus contactos, ¿dárselos gratis para que ellos cobrasen la comisión? Y por qué creían que tuvo el emérito prohibido entrar en España, ¿por su ánimo altruista? La maniobra, que existió, según confirmó Juan Carlos I tras llamar al teléfono de aludidos de Espejo Público, demuestra lo bien enterado que está Piqué de cómo funciona el mundo del gran dinero y lo perdido que está sobre el viejo rey.

“Dame contactos, no me des dinero” es el “enséñame a pescar, no me traigas peces” de los emprendedores de familias bien que tienen en Alberto Luceño y Luis Medina hoy sus clichés más agotadores. Para avalar a los conseguidores madrileños (conseguidores de sí mismos), desde el Ayuntamiento se pidió que en el documento se pusiese “todo lo que se nos ocurra (sellos, banderas) porque los chinos son muy de eso”. Supongo que en los sellos iría la imagen de una capea; esta gente vive en una serie española. No me atrevo ni a comprobar si en la carta Almeida cambió las ‘r’ por ‘l’.

Este estilo es un estilo único que se sostiene en un feliz desdoblamiento, el que alega el empresario Piqué respecto al futbolista Piqué o el que alega el empresario Tomás Díaz Ayuso respecto a su hermana Isabel Díaz Ayuso. El mismo desdoblamiento que tocó techo cuando Carmen Calvo dijo que el presidente Sánchez no se responsabilizaba de las palabras del candidato Sánchez. España es un país en el que hay más identidades que cuerpos, y la gente se aprovecha.

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Piqué, jugador del Barcelona, no se ha preguntado aún por qué cuando compró los derechos de la Copa Davis no se montó ningún escándalo: porque no jugaba él. ¿Eso quiere decir que si juega, el juez de silla le va a hacer la vida imposible al rival? No. Lo que quiere decir es que el juez de silla no tendrá derecho a equivocarse a favor de Piqué. Porque Piqué participa en una competición que él organiza, en la que él juega y con la que él gana dinero. El mismo derecho que tiene Piqué a ser empresario y modernizar competiciones, lo tienen los participantes de esas competiciones a que él no las juegue. Por si las gana, más que nada.

En el centro de todo está Arabia Saudí, con perdón de ese Rubiales que gana más dinero dependiendo de quién juegue la Supercopa. Si llevas el trofeo a Arabia Saudí, Arabia Saudí te paga una millonada no para que denuncies una de las peores dictaduras del planeta, sino para que la blanquees. Si llevas allí la Supercopa, entonces tienen que ir casi por decreto Madrid y Barcelona, y debes pagarles mucho más a ellos, porque son los clubes que arrastran gente: eso también puede condicionar arbitrajes. Pero si el fútbol fuese de los fans, como dijo Piqué cuando se propuso la Superliga europea, la Supercopa se celebraría en una ciudad española, cuatro equipos también, llenando el campo juegue quien juegue y sin obligarse a sacar pecho porque una mujer o un gay entren allí una vez al año. No habría entonces más dinero, pero habría más decencia, que es más cara.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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