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BRASIL
Columna
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Cuando los presidentes brasileños hacen política desde el extranjero

Con Bolsonaro en los Emiratos Árabes y Lula de gira en Europa, regresa la extravagante manía de los políticos que salen del país para hablar de cosas que jamás mencionan adentro

Juan Arias
Campañas presidenciales Brasil Lula da Silva
El expresidente de Brasil, Lula da Silva, a su llegada a una conferencia en una universidad de París, este 16 de noviembre.JULIEN DE ROSA (AFP)

Existe entre los presidentes de Brasil la extravagante manía de aprovechar cuando están en el extranjero para tratar con los periodistas del lugar temas polémicos y de gran importancia de los que no hablan en su país.

Ocurrió en el pasado con los presidentes Cardoso, Lula, Dilma y Temer y ahora con Jair Bolsonaro que está en lo países árabes, y de nuevo con Lula que está en Europa haciendo una campaña electoral sin haber anunciado aquí si va a ser o no candidato a las presidenciales del año próximo.

Lula, que en Brasil aún no ha confirmado si será candidato a las presidenciales, que no ha aparecido aún en público, ni siquiera en las manifestaciones del “Fuera Bolsonaro”, y que no ha salido a la calle para encontrarse con la gente, está recorriendo varios países de Europa donde ya actúa como candidato a la presidencia y donde es recibido como tal. Es en esos países está abordando los graves problemas que preocupan a Brasil y hasta las polémicas de política exterior, como las complejas relaciones de su partido con lo que está ocurriendo en Nicaragua y Cuba, sobre lo que se ha mantenido silencio en Brasil.

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Bolsonaro, a su vez, está visitando los países del Emirato árabe, enzarzado desde allí en la polémica con el nuevo noviazgo político con el partido PL de Valdemar Costa Neto con el que tenía ya decidido hasta el día en que celebrarían el “matrimonio” y que de repente ha pedido atrasar la boda porque no está seguro de que ama a la novia.

El capitán estaba soltero políticamente. Era un extraño Jefe de Estado sin partido, algo único en los gobiernos democráticos del mundo. Había abandonado al partido que lo había llevado a la victoria porque no conseguía dominarlo como quería y se quedó viudo. Pretendió crear uno nuevo que pudiera llamar suyo y manipular a su antojo como es normal en sus afanes dictatoriales, pero no consiguió el medio millón de firmas necesarias y se quedó soltero hasta aquí.

Como no podía esperar más, ya que para disputar la reelección necesita estar ligado a algún partido decidió salir en busca de una novia para casarse de nuevo. Bolsonaro había ganado las elecciones jurando que acabaría con la vieja política corrupta. Elegido, entre vueltas y revueltas, acabó enamorándose el PL, considerado uno de los partidos con más corruptos por metro cuadrado. Su presidente y dueño, Valdimir Costa Neto, ya había estado en la cárcel cuando el escándalo de corrupción del mensalao durante el primer Gobierno de Lula.

Cuando los seguidores más aguerridos de Bolsonaro le manifestaron su perplejidad por haber escogido al PL les respondió malhumorado: “¿Es que queríais que me casara con un partido de la izquierda?”. La boda estaba por fin decidida para el próximo día 22 en Brasilia con bombo y platillo. La novia, el PL, sabía que se casaba con un millonario, dueño de los cofres del Estado. Así anunció que la boda sería un acontecimiento, al que habían sido invitados más 1.500 personalidades llegadas a Brasilia de todo el país. Todo ello hasta que de repente, desde los países árabes donde se encuentra, Bolsonaro envió la noche del domingo pasado un mensaje a la familia de la novia pidiendo que se aplazase la boda porque no estaba seguro de si quería casarse porque aún le quedan algunas dudas por resolver.

La noticia sorprendió hasta al mundo político más avezado de la capital, acostumbrado a las grandes traiciones y a las noches congresuales de los largos cuchillos. Es posible, aún, que la familia de la novia acabe haciendo las últimas concesiones para no perder al rico novio de lujo y que el voluble presidente la deje al final plantada.

Bolsonaro, que militó durante 30 años en nueve partidos diferentes del llamado bajo clero, que se conforman con las migajas de la corrupción de las mesas de los banquetes de los cardenales de los grandes partidos, nunca fue fiel a las siglas por las que transitó. La infidelidad política está en su genética.

El presidente, días atrás mostrando a su esposa Michelle ante su Gabinete, se río a carcajadas de un comentario de mal gusto del que ninguno de los presente consiguió reír. Les contó, con su ya conocido estilo machista, que aquella noche a su esposa, “le había hecho un regalo”.

Es posible que el capitán acabe casándose al final políticamente con su nueva novia, el PL, quien termine conformándose con algún regalo nocturno inesperado. Será, sin embargo, como preanuncian los comentaristas políticos de Brasilia, un matrimonio de compromiso, sobre el que pocos creen que dure hasta la elecciones de octubre próximo, si es que llega a consumarse.

La fidelidad política del presidente tiene, en efecto, la fuerza de una caña movida por el viento. Y ese es el drama de Brasil: estar gobernado en uno de los momentos mas críticos y amargos de su historia por alguien que no inspira confianza y seguridad para salir de la crisis.

El país está en manos, para ser elegante, de un adolescente caprichoso que aún no sabe si quiere ser adulto o seguir jugando como un monigote que nunca acaba de crecer y en quien resulta difícil confiar.

Sin embargo, es también posible, como apuntan algunos comentaristas políticos, que Bolsonaro, el novio, albergue algunas dudas sobre la fidelidad de la novia. Si conseguirá serle fiel hasta la reelección, que es su único sueño, o si lo abandonará antes si lo ve debilitado.

En el caso del nuevo amor político del capitán, la familia de la novia sabe que tendrá que casarse no solo con él sino con sus tres hijos políticos, también golosos de cargos y prebendas. No es casualidad que el anuncio de atrasar la boda haya llegado desde Dubai, en donde el presidente está con dos de sus hijos que quieren ser por lo menos padrinos de la boda política con exigencias bien concretas.

De hecho, aún sigue siendo una incógnita si en Brasil gobierna realmente el capitán o sus tres hijos, un concejal, un diputado federal y un senador, todos ellos emulando al padre en sus arrobos golpistas y fascistas y que militan en partidos del llamado centrón conocidos por sus apetitos poco republicanos. El presidente ya ha llevado consigo a sus hijos a 11 países extranjeros en viajes oficiales de Estado. Da la impresión de que al final las decisiones políticas importantes de Bolsonaro las toma escuchándoles a ellos. Tal vez por eso en una de las reacciones ante el retraso del día de la boda, el presidente del PL, Costa Neto, le habría respondido, según reveló el portal en internet Antagonista, “Vete a tomar por c..., tú y tus hijos”.

Todo muy elegante en ese submundo de la política, mientras el país, que busca paz y poder vivir en armonía, lucha por un trabajo que le permita dar de comer a sus hijos.

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