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Columna
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Solo ante el peligro

Caído su ‘spin doctor’, ahora Sánchez tendrá que dar por fin la cara, y esta vez a solas

Enrique Gil Calvo
Pedro Sanchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sede del Instituto de Comercio Exterior (ICEX), el pasado 26 de mayo, en Madrid.EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL (Europa Press)

La trayectoria del Gobierno de coalición ha dado un viraje, como si fuera la segunda temporada de una serie televisiva. La oposición lo llama fin de ciclo, pues pretende enterrar a Sánchez antes de que muera. Pero aunque le queden dos años de vida (es el plazo que tiene ERC para apoyarle negociando con él), las circunstancias han cambiado sobremanera, pues nada volverá a ser igual. Las razones que explican este cambio son muchas: la salida de Iglesias, la victoria de Ayuso, el nuevo Govern emancipado de Waterloo, el enfrentamiento con el poder judicial a cuenta de los indultos y el consiguiente declive electoral del PSOE por efecto de todo ello. Lo que permite augurar que en esta segunda singladura Sánchez habrá de gobernar con el viento en contra, jugando fuera de casa sin el favor del público.

De todos esos factores, ¿cuál ha sido más determinante para imprimir este giro de guion? Sería ridículo pretender que todo fuera resultado del llamado efecto Ayuso, por muchos votantes del PSOE madrileño que se hayan pasado al PP. Ese hecho no fue la causa sino otra consecuencia del cambio de clima que se ha instalado desde que la vacunación hizo retroceder a la pandemia. En cambio, puede plantearse la hipótesis alternativa de que el giro de guion se deba a la espantada de Iglesias, que fue anterior en el tiempo a la victoria de Ayuso y que por tanto pudo haber contribuido a reforzarla. Pues en efecto, sin Iglesias, Sánchez está solo ante el peligro, como dibujó Peridis.

Ahora el presidente está mucho más inerme que antes, sin un vicepresidente de hierro capaz de protegerlo y escudarle. Bajo el esquema del poli bueno y el poli malo, Iglesias era el gran fusible o pararrayos que desviaba y asumía todos los ataques antigubernamentales. Así, en el bloqueo de la renovación judicial, todas las culpas se descargaban sobre la influencia del líder de Podemos, que encarnaba el estigma comunista del Gobierno de coalición. Y ahora el debate de los indultos sería muy distinto si la decisión de indultar fuera defendida por Iglesias, quedando el presidente en la reserva. Pues al no disponer de un defensor que salga por él a la palestra, todo el aroma de traición que rodea a los indultos se descarga sobre la espalda de Sánchez, que carece de ardor dialéctico para defenderse con convicción.

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Pero aún hay otro sentido en que la soledad ante el peligro que acecha al presidente resulta mucho más preocupante. Y es la sospecha de que Iglesias no fuera sólo el fusible que protegía a Sánchez sino algo más que eso, pues cabría pensar que era el auténtico factótum o estratega hacedor del modelo coaligado de Gobierno: él armó la coalición de la moción de censura contra Rajoy, él fraguó la mayoría de investidura y él negoció la mayoría presupuestaria. En definitiva, el Dr. Frankenstein hacedor de la criatura gubernamental no habría sido tanto Sánchez como Iglesias, quien daba la cara por él a riesgo de que se la rompieran como al final ocurrió. Por eso, caído su spin doctor, ahora el presidente tendrá que dar por fin la cara, y esta vez a solas.

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