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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciudades más humanas

La limitación de la velocidad en vías urbanas es una medida acertada

El País
Señalización de limitación de velocidad en el puente de la Salve de Bilbao.
Señalización de limitación de velocidad en el puente de la Salve de Bilbao.Fernando Domingo-Aldama
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Las calles echan el freno

Adaptar el marco legal a las nuevas realidades es obligación de los gobiernos, y la limitación de velocidad en vías urbanas que entra este martes en vigor es una medida que responde bien a una demanda creciente de humanización de la ciudad y a la incorporación de múltiples formas de transporte. Desde este martes, los coches no podrán circular a más de 20 kilómetros por hora en vías en las que acera y la calzada compartan un espacio sin límites; a más de 30 en vías en las que solo haya un carril por sentido; o a más de 50 en las que haya al menos dos carriles por sentido. Una medida que decenas de ciudades ya habían tomado en España y en Europa y que urgía unificar para abordar de forma conjunta una disminución de la siniestralidad y permitir la mejor convivencia entre peatones, ciclistas, motociclistas y conductores de patinete. Estos quedan definitivamente vetados de aceras y espacios peatonales, un paso importante para proteger a quienes no llevan vehículo alguno.

Son muchas las razones por las que estas medidas deben ser bienvenidas. Por un lado, para disminuir una siniestralidad que había hecho aumentar los muertos en ciudad un 6% en 2019, mientras la de carreteras se reducía en la misma proporción. Por otro lado, para permitir la mejor convivencia entre la creciente cantidad de actores que protagonizan la movilidad. El 82% de los fallecidos en ciudad por atropello son los considerados usuarios “vulnerables”, que la Dirección General de Tráfico identifica como peatones, ciclistas y motoristas. La disminución general del ruido —se calcula que a la mitad— que comportará esta limitación es otro de los factores llamados a mejorar la calidad de vida en la ciudad. Y una menor carga para el sistema sanitario será también, por razones obvias, digna de aplaudir. Pero, sobre todo, se trata de convertir al ciudadano, y no el coche, en el centro de una política urbana más respetuosa con la calidad de vida y el medio ambiente, que puede verse beneficiado por una cultura más reacia al motor que puede tener la medida. Dificultar el uso del coche y priorizar otras formas de desplazamiento, desde el transporte público a la bicicleta son tendencias que se deben apoyar.

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Las nuevas limitaciones aprobadas por el Gobierno en real decreto del pasado noviembre ya eran aplicadas por ciudades pioneras en la materia y recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, pero ahora entran a formar parte del Reglamento General de Circulación. Especialmente importante es también el aumento en la pérdida de tres a seis puntos que afrontará el conductor que utilice el móvil, una costumbre peligrosa que se ha ido normalizando al volante. El conjunto, en suma, sitúa a España en una cultura urbana más próxima a la humanización de la ciudad como espacio amable para sus habitantes, mejor protegidos así de la agresividad.

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