Cuando falla la brújula moral
Merkel y Macron esconden su apoyo a regímenes antidemocráticos tras una fachada de liberalismo
Detrás de la fachada de liberalismo que ofrecen tanto Angela Merkel como Emmanuel Macron se esconde una actitud indiferente hacia los regímenes antidemocráticos. En una ceremonia transmitida en Egipto, pero no en Francia, Macron condecoró al hombre fuerte del país, Abdelfatá Al Sisi, con la Legión de Honor. Merkel ha alcanzado un acuerdo con los gobernantes de Polonia y Hungría a cambio de la decisión de estos de levantar su veto al presupuesto de la Unión Europea. La canciller ha opuesto resistencia a las sanciones contra Turquía y guarda un clamoroso silencio respecto a la violación de los derechos humanos en China.
Entre los liberales se ha puesto de moda aclamar a Merkel como la líder anti-Trump del mundo occidental. La realidad es que Merkel y Viktor Orbán son aliados estratégicos. El lazo entre la Alianza Cívica Húngara (Fidesz) y la CDU se remonta a 1989, cuando Hungría abrió sus fronteras para permitir la libre circulación a los visitantes de Alemania Oriental. La Fidesz de Orbán se creó a imagen de la CDU de Helmut Kohl. Ambos líderes fueron amigos íntimos hasta la muerte de Kohl en 2017, y la formación húngara sigue siendo miembro del Partido Popular Europeo. Esto no hubiese sido así sin el apoyo de Merkel entre bastidores.
Lo que en Alemania se celebra como un golpe diplomático de Merkel tendrá como consecuencia práctica el retraso del mecanismo del Estado de derecho y la restricción de su alcance. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea tendrá que pronunciarse primero. Según mis cálculos, la fecha probable más próxima para un proceso será 2023 o 2024, después de las elecciones polacas y húngaras.
Estoy seguro de que Merkel también habrá dado en privado garantías a Orbán y a Mateusz Morawiecki de que Alemania no respaldaría un procedimiento de aplicación del mecanismo del Estado de derecho. Juntos, los tres países casi constituyen una minoría de bloqueo. Con Alemania del lado de Polonia y Hungría será prácticamente imposible llevar siquiera el caso a los tribunales.
En Francia y Alemania puede decirse que no hay debate sobre el tema. El Handelsblatt calificaba el compromiso de Merkel de golpe maestro de la diplomacia. En el país de la canciller no se ha oído a uno solo de los analistas habituales advertir de que el acuerdo puede acabar reforzando a Orbán. George Soros lo ha hecho, al igual que el historiador de Oxford Timothy Garton-Ash y yo mismo. Lo que los tres tenemos en común es que vivimos fuera de la Unión Europea.
Me vienen a la mente los días aciagos de la crisis de la zona euro, durante los cuales advertí de que las soluciones precipitadas desestabilizarían la eurozona a la larga. Estamos repitiendo el mismo error con Hungría y Polonia. Vamos a ayudar a que Orbán sea reelegido en 2022 y Morawiecki en 2023. Polonia no está tan adelantada en el camino hacia el despotismo como Hungría, pero hace progresos. El partido Ley y Justicia en el gobierno persigue a los jueces disidentes, y se habla de tomar el control de la mayoría de la prensa regional siguiendo el ejemplo de Orbán, que ya lo hizo hace varios años. Este es el manual de estrategia de las dictaduras: empezar por la prensa, cambiar la Constitución para hacer la vida más difícil a los partidos de la oposición, y luego politizar el sistema legal. Estamos asistiendo a la eliminación progresiva de los controles y equilibrios en ambos países. Mientras tanto, la Unión Europea prioriza la aprobación de su presupuesto.
Puedo ver por qué Merkel ha actuado como lo ha hecho. El compromiso permite a la UE movilizar el fondo de recuperación inmediatamente. Esta era su prioridad política. Un procedimiento de cooperación reforzada, como yo propuse, no habría estado libre de costes. Habría ocasionado divisiones. Pero habría sido la respuesta moralmente correcta a un veto abusivo.
Los acontecimientos de la última semana tendrán una consecuencia interesante: una UE que consiente a los dictadores se encontrará enfrentada a una categoría totalmente nueva de antieuropeos: los defensores de la democracia y los derechos humanos. Es posible que se les unan los activistas medioambientales cuando se den cuenta de que el pacto verde de la Unión no es lo que dice ser. Algunos ya lo han hecho.
Entre ellos podrían encontrarse los partidos proeuropeos de la oposición de Hungría y Polonia. Si Orbán sigue comprobando que pertenecer a la Unión Europea favorece sus intereses, ¿no empezaría a cuestionar la pertenencia un partido de la oposición que sea racional?
Una Unión Europea que ya no represente la instancia moral suprema seguirá teniendo sus defensores incondicionales, pero si el antieuropeísmo se convierte en la opción moral superior, sin duda estaremos entrando en un mundo distinto.
Wolfgang Münchau es director de eurointelligence.com
Traducción de News Clips.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.