Claudia y el martillo
El discurso de culpar al pasado tiene un límite: cuando tú y los tuyos se convierten en tiempo pretérito. Es lo que comienza a suceder


Todo indica que el modelo de comunicación que maneja la presidenta Claudia Sheinbaum, básicamente una copia del sexenio anterior sin gracia y un tanto amarga, está llegando a su límite. No solamente porque las personalidades de la presidenta y López Obrador son radicalmente distintas, sino porque a fuerza de repetirlo durante tantos años, el recurso se ha desgastado.
Por supuesto que la estrategia de comunicación lópezobradorista sirvió no solamente en el gobierno anterior sino también para las elecciones. La elección del enemigo visible y concreto es parte del manual del político populista. Culpar al neoliberalismo en abstracto y en concreto a Calderón, Salinas, Peña y otros, funcionó. De la misma manera que ahora a Trump parece funcionarle culpar a Biden de todo lo malo que existe. El discurso de culpar al pasado tiene un límite: cuando tú y los tuyos se convierten en tiempo pretérito. Es lo que comienza a suceder. Sirve para efectos de mantener contenta a su clientela partidista, para algún que otro debate, pero no para enfrentar una crisis.
El caso del rancho Izaguirre ha puesto contra las cuerdas al Gobierno federal. Y no es para menos. Cada gobierno tiene algún evento negativo que lo marca. Parece ser que a Sheinbaum le llegó temprano. El error ha sido enteramente de comunicación. Dejaron crecer el problema, consideraron que era un asunto local. Cuando el caso elevó, quisieron minimizarlo y decir que era un tema manipulado por la oposición. En los primeros días, tan solo en medios nacionales, se generaron más de ocho mil notas. Eso, más el impacto en los internacionales, no es poca cosa.
La reacción gubernamental al principio fue de incredulidad combinada con mofa, esta última cortesía del presidente del Senado. Por un lado, Sheinbaum no negó la tragedia de los desaparecidos y por el otro, Noroña cuestionó que los cientos de zapatos tenis encontrados en el predio pertenecieran a personas desaparecidas. Con el libreto amlista agotado, la confusión permeó. Mandaron el tema a la fiscalía y Gertz no hizo más que complicar el asunto. Se puso de gracioso, le echó la culpa al gobierno local y anunció un tour al rancho del terror. Fue un fracaso que los grupos de buscadoras calificaron acertadamente como una burla. La confusión y los mensajes encontrados han salido de la cúpula gobernante. La presidenta ha intentado culpar a sus adversarios de una campaña en contra suya apropósito de lo sucedido. Todos sabemos que a los adversarios no les da para armar una campaña efectiva, lo han demostrado hasta la saciedad.
Lo que todos suponemos que sucedió en ese rancho rebasa los pleitos locales y las disputas de corte partidista. En el imaginario colectivo ya hay una idea clara del horror que sucedía en ese campo y otros campos similares, y va desde el entrenamiento de sicarios, hasta la ejecución de personas que eran enterradas ahí mismo. Hay también ideas de extermino industrializado que deben probarse, pero que rondan ya en el imaginario de lo sucedido. Es difícil que vayan a embonar la realidad de las investigaciones y la figuración colectiva.
En lo que respecta a la comunicación, el gobierno cree que puede tratar todo de la misma manera, usar los mismos instrumentos para resolverlo todo. Eso no es posible. Atraviesa por un sesgo cognitivo que se conoce como el Martillo de Maslow, que se refiere a la tendencia a utilizar una herramienta familiar para solucionar un problema desconocido. “Supongo que es tentador pensar que, si la única herramienta que tienes es un martillo, entonces todos los problemas parecen un clavo”, dice Maslow. Así, el gobierno piensa que puede usar a sus adversarios para todo y no: su fórmula se ha agotado. Tendrán que cambiar de herramienta.
@juanizavala
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